Hay peleadores que nacen en los gimnasios. Y hay otros, como Benoît Saint-Denis, que se forjan en el fuego de la guerra. Antes de convertirse en una de las grandes promesas de la UFC, fue guardaespaldas del presidente François Hollande y combatió en primera línea contra el terrorismo internacional.

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Nassourdine Imavov y Caio Borralho, en el cartel promocional del UFC París

Con apenas 18 años, Saint-Denis ingresó al 1er RPIMA, el regimiento de paracaidistas de élite del ejército francés. Durante cinco años operó en Mali, Burkina Faso y Níger, enfrentándose al grupo terrorista Boko Haram en misiones donde liberar rehenes o frenar secuestros podía costar la vida en cada esquina. Fue entrenado para resistir la tortura, para mantener la calma bajo fuego real, y para vivir bajo una divisa que hoy es también su filosofía en la UFC: “Qui ose gagne”: quien se atreve, gana.

Ese pasado lo acompaña cada vez que pisa el octágono. Porque si alguna vez enfrentó a terroristas armados hasta los dientes, ¿qué puede asustarle dentro de una jaula? Su carrera como luchador lo confirma: 14 victorias, de las cuales 10 por sumisión y 4 por KO, frente a solo 3 derrotas contra rivales de la élite como Dustin Poirier y Renato Moicano. Con un estilo salvaje, que mezcla resistencia, agresividad y técnica de jiu-jitsu, se ganó el apodo que parece escrito para él: “God of War”.

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Imavov dentro de la jaula en una de sus peleas

Hoy, con 29 años, Saint-Denis es mucho más que un luchador en ascenso. Es un exsoldado que ya conoció la muerte de cerca, un patriota que pasó de proteger a su país (guardaespaldas del expresidente Hollande en 2016 durante una misión en Mali) a conquistar el escenario más brutal del deporte. Cada golpe que lanza en la jaula lleva la fuerza de alguien que ya sobrevivió al verdadero infierno. Y por eso, cuando la puerta se cierra y el mundo observa, Benoît Saint-Denis no pelea con miedo: pelea con la certeza de que nació para vencer.