MURCIA. Hay un fotógrafo francés que se enamoró de ese maravilloso disparate de dunas y cemento llamado La Manga del Mar Menor. Su mirada de artista no fue indiferente a la belleza que generaba el contraste de naturaleza y hormigón, y se posó en las formas de la singular -y a veces sorprendente- arquitectura, plagada de geometría y estilos diferentes. También, capturó elementos curiosos, y hasta chocantes, que generan una sonrisa condescendiente; mientras que dejó que la melancolía impregnara otras imágenes.
El es Frederic Volkringer, un parisino que después de trabajar con creadores de la talla de Yves Saint Laurent, Dior o Hermes quiso quedarse a vivir en la Región de Murcia para hacer proyectos como este, llamado Manga Plage; una serie fotográfica que ahora viaja a Almería para exponerse en el Museo Ibáñez, en una muestra que se inaugura este viernes.
Lo que allí podrán ver los almerienses y visitantes será unas imágenes en blanco y negro donde no existe la presencia del ser humano, solo su obra: las peculiares y dispares edificaciones que han ido invadiendo de forma caótica -sin orden ni concierto- un paisaje originalmente de dunas que se resiste a ser completamente sometido.
En esa Manga desértica tras los veranos masificados -esa que esperan pacientes muchos mangueros-, Volkringer descubrió rincones llenos de belleza, de poesía y hasta de nostalgia a lo largo de esta lengua de tierra bañada por dos mares, de playas blancas, incomparables atardeceres y monstruos de cemento.
Estas fotografías casi apocalípticas muestran la belleza que, a pesar del boom urbanístico, sigue atesorando La Manga, donde se puede encontrar interesantes exponentes arquitectónicos del Movimiento Moderno, obras de arquitectos tan prestigiosos como Antonio Bonet -«nunca había visto nada comparable a La Manga, un lugar mágico, y allí estaba yo solo en una duna infinita en mitad de dos mares», cuentan que dijo-, Corrales y Molezún, Joaquín Sebares o Fernando Garrido. Sus obras conviven con otras cuya estética puede resultar más dudosa.
«Miremos estas fotografías silenciosas, respetuosas, con benevolencia, con visión desenfadada, a veces con el enfoque más humorístico e indulgente, pero siempre esperanzado, ya que aún estamos a tiempo de recuperar este paisaje único y de excepción en el planeta tierra», indicaba con motivo de una exposición anterior el propio Frederic Volkringe.