Cuenta Enrique Murillo (Barcelona, 1944) que ha servido desayunos y cocinado hamburguesas en un bar de Piccadilly Circus. Ocurrió en sus años juveniles, cuando se … trasladó a Londres para aprender inglés. Pero luego, y eso es lo importante, trabajó en la BBC, fue traductor literario, periodista cultural en varios diarios españoles y desde hace más de medio siglo está vinculado al sector editorial, en el que ha llegado a ser una figura muy relevante. En sus memorias (‘Personaje secundario’, Trama Ed.) habla de su paso por los dos grandes grupos españoles que se reparten la mitad del mercado, Random House y Planeta, y por la editorial más influyente durante décadas, Anagrama. De cómo captó a importantes autores entonces desconocidos por aquí y dejó pasar algún que otro manuscrito que luego tuvo un éxito enorme. Y entre anécdota y anécdota -son impagables los relatos de su enemistad con Herralde y el día que fue a sondear a Pérez-Reverte sobre la posibilidad de que se presentara al premio Planeta- disecciona el estado del sector. El diagnóstico no es bueno, pero él tiene clara su posición en todos estos años. «Mi corazón siempre ha estado del lado de los autores», asegura.

– El sector editorial es la primera industria cultural española y la que tiene el volumen más bajo de subvenciones. Pero leyendo su libro da la impresión de que sus pies son de barro.

– Esa es mi opinión, respaldada por los datos. Es un negocio en el que la facturación crece pero no se habla de los miles de personas que trabajan para el sector sometidas a un régimen muy similar al de los falsos autónomos y que cobran por tarifas. Son quienes trabajan con el texto, lo corrigen, lo traducen, hacen las contraportadas, diseñan las cubiertas… y viven con remuneraciones congeladas desde 2010.

– En España es también donde, proporcionalmente, hay más agentes y se negocian los anticipos más elevados. ¿Cómo se explica eso?

– Todo empezó con la agente Carmen Balcells, que actuó a sabiendas de la muy probable falta de verdad de las liquidaciones que recibían los autores por las ventas. Decidió entonces que para evitar ese engaño pediría anticipos muy altos. Fue una solución propia de alguien con la astucia que ella tenía. Un día me comentó, incluso, que cuando uno de sus autores recibía dinero por una liquidación ella entendía que se había equivocado, porque debería haber pedido un anticipo mayor. Ahora sucede con todas las agencias que han aparecido a causa de la desconfianza de los autores.

– ¿Y eso cómo se soluciona? Lo de la desconfianza.

– La ley en vigor recoge la existencia de un sistema de control de tiradas que nunca se ha puesto en marcha. Eso permitiría terminar con esta situación, pero no se ha hecho, y con los anticipos estamos ya en una situación terrible. Anticipos que se concentran en cuatro marcas, porque los autores hoy son marcas.

– Usted sugiere que de muchos títulos, incluso de autores bastante conocidos y con prestigio, se venden poquísimos ejemplares.

– Sí, es general. Incluso los editores de esas grandes marcas de las que hablaba detectan una notable caída en las ventas. Si la facturación sigue en aumento es por la subida en los precios de venta. Hoy en España, unas ventas superiores a 300.000 ejemplares se dan en poquísimos autores. Suelen vender cifras que están muy por debajo de lo que dicen las fajas. Eso son cosas del marketing.

– ¿Y los premios? ¿Por qué se critica tanto a los que dan las editoriales si se juegan su dinero?

– De nuevo, marketing. Los editores cada vez mandan menos en el sector. Los sellos se juegan su dinero, en efecto. Y todos sabemos que los premios están dados mucho antes de que se anuncie el fallo. Puede incluso que, para entonces, el libro esté ya en la fase de corrección, a punto de entrar en imprenta. Yo he comentado el tema con muchos editores extranjeros que mostraban su extrañeza de que en el jurado de esos premios estén el responsable del sello y varios trabajadores del mismo. Y les sorprende también que alguien crea que están concedidos casi al azar.

– ¿Y los premios oficiales?

– Pues no crea que hay tantas diferencias. Todos sabemos cómo son las tribus de autores. A finales de los 70 y comienzos de los 80, hubo un gran cabreo por parte de muchos a cuenta de que surgió una nueva corriente literaria que no seguía las líneas de Cela y sus secuaces. Nos llamaban, a quienes escribíamos o promocionábamos a esos escritores, «los autores del PSOE». Hasta entonces, todo el dinero estatal iba dirigido a ciertos autores y comenzó a ir a otros. En la literatura hay mucho dinero fuera de los premios, en cosas que organiza el Estado, y lo gestiona alguien que piensa sobre todo en sus amigos. Hay amiguismo y ‘enemiguismo’. Por eso, cada vez que un político habla de cultura me echo a temblar. El problema es quién apaga este incendio.

«No dejan descendencia»

– Planeta y Random House no paran de crecer y ya copan casi el 50% del mercado español. ¿Seguirá la concentración?

– Creo que sí. Y no se trata de un tema de buenos y malos. Le aportaré un ejemplo que conocí bien: Destino, una editorial muy importante en la literatura española, estaba arruinada y por eso la adquirió Planeta. Ahora vea lo que ha sucedido con Anagrama, que ya es parte de Feltrinelli. Los gustos cambian y además los grandes editores que han dominado el mercado en las últimas décadas tienen tendencia a no dejar descendientes. Eso explica muchas cosas.

– Algunos especialistas dicen que en España no hay más de 150.000 buenos lectores. El resto son consumidores de best sellers. ¿Lo ve así?

– Me parecen hasta muchos. Aquí falla la intermediación entre el editor y los lectores. La distribución del libro se ha convertido en un mercado persa donde no se recomienda calidad. Se venden marcas, no libros. Y el buen lector es escaso. Son pocos los que leen un par de libros al mes y esos son los que compran el doble o más de esa cantidad. Fuera de aquí, las grandes ventas se dan en libros de bolsillo hechos con mucha dignidad. Estoy seguro de que la literatura de calidad y el ensayo tendrían muchos más lectores si se editara bien.

– ¿Se cree las encuestas sobre nivel de lectura en España?

– Ahora me las creo más que antes.

– ¿Por qué?

– Porque leyendo la letra pequeña de esas encuestas he visto que se considera ‘lector frecuente’ a quien ha leído un libro cada tres meses. ¡Un libro cada tres meses! Así se entienden las cifras que ofrecen. En España no se lee, esa es la verdad.

– Un apunte casi de revista del corazón. Leyendo sus memorias da la impresión de que con una veintena de apellidos se ha controlado el sector y de que existe una enorme endogamia sentimental: hay y ha habido muchas parejas y cruces de parejas en el mismo.

– Hay bastante de eso, sí. Aunque a partir de mediados de los noventa, con la creación de los másteres de edición, se ha formado un grupo más numeroso de personas que con frecuencia venían de la Filología y han ido formándose en este campo. Desde 2006, hay nuevos editores que antes eran currantes del sector, correctores, lectores de originales, y oficios así, y que con sus ahorros han montado sellos que publican tres títulos al año. Digamos que hay una ampliación genética del sector.