«Es un empotrador», lanza alguien en una mesa en la que se sientan diez hombres y una mujer. Es motivo de sonoras carcajadas, también … entre el público que asiste a este encuentro, el director de Málaga II, Andrés Enríquez; la subdirectora de Régimen, Ana Belén Sánchez Boyero, y su homóloga administradora, Virginia Castillo Folgoso. El que empotra no está presente, es un personaje de la novela ‘El viajero del siglo’, del argentino Andrés Neuman. Su destreza sale a colación en el transcurso de una de las sesiones del club de lectura ‘Esperanza’.

La culpable de esta iniciativa es una de las funcionarias del centro, Sonia Lozano Martín. Gran aficionada a las letras, planteó la posibilidad en la biblioteca de Alhaurín de la Torre, de la que es asidua y en la que se entusiasmaron, y a la de Archidona, por ser la de referencia del penal.

Sonia Lozano Martín dirige una sesión del club.

Sonia Lozano Martín dirige una sesión del club.

Dani Maldonado

En prisión también hay biblioteca, pero el catálogo, que gestiona con diligencia y de forma retribuida, el interno Olmo, es corto. Así que el principal problema que había que salvar era disponer de ejemplares suficientes para promover un disfrute compartido. «No hay líneas rojas, nos marca la disponibilidad de las bibliotecas, aunque procuramos cambiar», detalla la creadora del club que también deja claro que tratan de huir de los ‘bestseller’.

Un lote de obras, procedentes de la biblioteca alhaurina.

Un lote de obras, procedentes de la biblioteca alhaurina.

Dani Maldonado

«Del ‘Viajero del siglo’, por ejemplo, gustó que es muy visual, que permite imaginar, salir de este de este ambiente cerrado», argumenta Sonia. En este recorrido por las letras, el club, que tiene una decena de miembros, bastante estables, han sido objeto de análisis ’84, Charing Cross Road’, de Helene Hanff; la novela de Neuman, ‘Stoner’, de John Edward Williams, o la que tienen actualmente entre manos, ‘La sombra del viento’, de Ruiz Zafón. La actividad comenzó el 30 de abril, con la idea de hacerla coincidir con el Día del Libro y tiene periodicidad semanal.

Adrián

Uno de los socios del ‘Esperanza’ es Adrián Chazarra Pérez, de Arroyo de la Miel. Le dio por leer cuando ingresó en prisión; su delito, estafa, le costará 9 años y 2 meses de su vida. Tiene 35 y reconoce que nunca había sido paciente para el estudio, para las letras en general. «Desde que estoy aquí, me he leído más de 500 libros», aclara. «Me he sacado la ESO y estoy con el Bachillerato», añade orgulloso. «Aquí no vuelvo. Cuando salga, empezaré a trabajar y me gustaría hacer grado superior de aire acondicionado, de frío y calor», resume.

En este cambio vital, ha sido crucial la llegada de la funcionaria de prisiones Sonia que es, no lo duda, «la mejor del mundo».

«A la gente le aconsejaría que no entren aquí, pero, si entran, que se apunten al club de lectura», razona Adrián, para insistir: «Lo recomiendo para los que les guste leer y, para los que no; te quita un poco la mente de aquí»

El colegio

El lugar de estas sesiones, de una hora de duración, es un amplio salón climatizado, con vistas, del módulo sociocultural. A este edificio, con espacios destinados a la formación reglada o artística, también lo conocen como «el colegio» y, ciertamente, tiene ese aspecto.

«Es muy necesario para la reinserción», comenta el director de Málaga II, que recuerda que, entre la población reclusa, el nivel educativo es bajo. En la cárcel de Archidona, los que entran tienen tiempo, ya que son, mayoritariamente reos en cumplimiento de condena de varios años, al contrario de Alhaurín de la Torre, donde hay más «preventivos».

Adrián, Sonia y Carlos, antes de entrar al club de lectura.

Adrián, Sonia y Carlos, antes de entrar al club de lectura.

Dani Maldonado

Si tienen ganas, ya que es una decisión voluntaria, los reclusos pueden estudiar, adquirir habilidades para el empleo o sumarse al grupo de teatro o al de música que se han puesto en marcha intramuros, también por iniciativa de personal de la prisión. Pueden hasta ser presentadores en una televisión por circuito interno, que también la hay. «Salen de la rutina, compartimos..», apunta Sonia, muy contenta de que la ventana abierta con Alhaurín de la Torre y Archidona les permita conectarse al resto de la red: «Si no tienen un libro, no hay problema, lo buscan y me lo traen hasta sus bibliotecas, así dispongo de una mayor amplitud de títulos».

Ella los traslada hasta la penitenciaria y los devuelve; la logística no es baladí, tiene que atenerse a las restricciones propias de un lugar pensado para que nadie salga y para que nada entre.

Carlos

Carlos García, de Ecuador, 57 años, uno de los escasos preventivos y que prefiere no aclarar las razones de su internamiento, entró en esta cárcel ya leído y con suministro de obras garantizado, gracias a sus familiares.

Conversación sobre 'El viajero del siglo'.

Conversación sobre ‘El viajero del siglo’.

Dani Maldonado

Como sudamericano, venera a los dioses García Márquez o Vargas Llosa, pero reconoce una pasión particular por la saga ‘Caballo de Troya’, de J. J. Benítez. «Cualquier tiempo de la lectura es algo que no se puede medir. Pueden ser 5 minutos, pero si te concentras, es relativo; si quedas prendado de la obra, el autor te lleva donde quiera», reflexiona sobre el sano vicio.

«Normalmente uno lee y lo enfoca a su manera, pero escuchando a los otros, hay otra perspectiva que a veces a uno no se le ocurre», aclara Carlos sobre sus motivos para ingresar en el club «hace dos libros».

Llega la pregunta obvia: «¿Es una evasión, nunca mejor dicho?» Carlos responde: «En el caso de una novela o, dependiendo de la novela que sea, es estar ahí, en ese sitio, no aquí».