Sóller (Mallorca) nos pareció un tesoro cuando lo descubrimos: un paraíso creativo con la sierra de Tramuntana como telón de fondo”, dice Anna Lauerbach-Kalff sobre el encantador pueblo mallorquín donde ha edificado su oasis vacacional familiar. Es un lugar de ensueño y de ritmo tranquilo que acoge a una comunidad de artistas y que también luce una refrescante sencillez. Fue ese equilibrio perfecto entre calidez mediterránea y una energía creativa cosmopolita lo que atrajo a Anna y a su esposo. La pareja llevaba dos años viviendo en la isla y, aunque no buscaban activamente una casa de
vacaciones propia, cuando entraron en esta se quedaron prendados al instante. “Recuerdo haber cruzado la puerta e intercambiar una mirada con mi marido, sabiendo que este sería nuestro lugar”, cuenta Anna.

La casa había sido renovada con un estilo auténtico y sostenible: se conservaron aspectos de la arquitectura original, se incorporaron suelos de hormigón y se combinaron acabados y accesorios más contemporáneos con elementos de estilo vintage. Esto convirtió la estructura en “la base perfecta para añadir más detalles y toques personales”, asegura su propietaria y responsable del interiorismo. “Tenía un claro objetivo: una estética mediterránea moderna basada en la simplicidad. Los tonos tierra cálidos se equilibraron con el blanco, mientras que dos de mis colores favoritos, el azul cielo suave y un positivo y terroso naranja, se convirtieron en el acento cromático”, cuenta Lauerbach-Kalff.

Se mantuvieron los espacios de forma orgánica y conectados con la naturaleza. Y bautizaron su hogar como Casa Nana: “Simboliza el cariño, es mucho más que un hogar es una carta de amor a nuestra familia”, concluye.

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Fachada Casa Mallorca y piscina

Bancos, de obra y hechos a medida.

Foto: Greg Cox. Realización: Sven Alberding. Proyecto: Anna Lauerbach-Kalff
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De ritmo relajado

Anna Lauerbach-Kalff, propietaria de esta finca y encargada de su diseño interior, cuenta que la vida en la isla no se mueve al mismo ritmo que en una gran ciudad y “enseña a tener paciencia, algo que adoptamos con entusiasmo”, añade, explicando con ironía que la espera de cinco meses para la mesa del comedor o los siete para los armarios artesanales “se convirtió en parte de nuestra historia de amor isleña, un viaje de aprendizaje, crecimiento y dedicación”.

A ello le sumamos la belleza de sus exteriores, inspirados en el trabajo del holandés Piet Oudolf, que buscan transmitir una sensación de naturaleza salvaje y de ensueño, con altos parterres repletos de hortalizas y una gran cantidad de hierbas para su uso culinario; o los materiales naturales, como la madera y el hormigón, que ayudan a mantener la organicidad del espacio y su recorrido natural; y los interiores en los que abundan los complementos artesanales locales y la cerámica vintage, que aportan una dimensión de atemporalidad. Un mix que invita a relajarse y detener el tiempo. A disfrutar de la conexión con uno mismo y con el paisaje.