Una nueva investigación liderada por el Centro Alemán de Enfermedades Neurodegenerativas (DZNE), la Universidad de Magdeburgo y el Instituto Hertie de Investigación Clínica del Cerebro ha revelado que la corteza cerebral envejece de manera mucho menos uniforme de lo que se creía. El estudio, publicado en la prestigiosa revista Nature Neuroscience, demuestra que la corteza se reduce con la edad, pero lo hace por capas, siendo las más resistentes aquellas que se utilizan con mayor intensidad.

Hasta ahora, se asumía que el volumen cerebral se reducía con la edad debido a la pérdida de neuronas y que esto implicaba una funcionalidad menor. «Sin embargo, se sabe poco sobre cómo envejece realmente la corteza», explica la profesora Esther Kühn, neurocientífica del DZNE. Por ello, los investigadores utilizaron escáneres cerebrales de alta resolución para mapear el área de la corteza cerebral responsable del sentido del tacto en 60 hombres y mujeres de entre 21 y 80 años.

La resistencia de las capas más estimuladas

El estudio descubrió que, a pesar de que la corteza cerebral se vuelve más delgada en general, algunas de sus capas se mantienen estables o incluso se vuelven más gruesas con la edad. Esta notable resistencia al envejecimiento se atribuye a un mayor uso, ya que estas capas están más expuestas a estímulos externos. «Presumiblemente, porque están especialmente solicitadas y, por lo tanto, conservan su funcionalidad», detalla Kühn. Este hallazgo es una clara evidencia de la neuroplasticidad o la capacidad de adaptación del cerebro, incluso en personas mayores.

En contraste, las capas más profundas de la corteza mostraron una degeneración más notable y eran más delgadas en los participantes mayores que en los más jóvenes. Los autores del estudio consideran que esto se debe a que los circuitos neuronales en estas áreas se estimulan en menor medida, especialmente en la edad adulta.

La investigadora concluye que estos hallazgos refuerzan la idea de que podemos beneficiar a nuestro cerebro con una estimulación adecuada. «Creo que es una idea optimista que podamos influir en nuestro proceso de envejecimiento hasta cierto punto», afirma Kühn.

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