DuPont siempre ha vendido sus negocios maduros para ir detrás de la novedad y actualmente se está alejando de la Química, el sector que la hizo nacer hace 202 años y que la trajo a Asturias en 1990. La venta de Nomex y Kevlar a Arclin, anunciada la pasada semana, está en la normalidad cultural de la empresa.
La inquietud en Tamón, donde se instaló DuPont, viene porque Arclin tiene detrás un fondo de inversión y a estos productos financieros los mueve por el mundo la búsqueda del mayor beneficio posible. Hay otro factor distorsionante: Donald Trump y su política de obligar a las empresas a invertir en Estados Unidos, donde también hay una factoría de Nomex. El futuro del centro global de servicios de DuPont en Tamón, que emplea a casi 300 personas, es otro enigma.
DuPont abandona por completo la fabricación industrial en Asturias con la venta de sus negocios de fibras aramidas (marcas Nomex y Kevlar) a la norteamericana Arclin, cuyo accionista mayoritario es el fondo de capital riesgo estadounidense The Jordan Company (TJC).
Jana Wright, vicepresidenta de Marketing de Arclin, respondió a preguntas de LA NUEVA ESPAÑA que «estamos enfocados en oportunidades que respalden nuestro crecimiento a largo plazo y nos quedamos impresionados en nuestra reciente visita a las instalaciones de Asturias, donde hay una larga historia de excelencia y empleados altamente capacitados»
Enrique Macián, el anterior presidente de DuPont para España y Portugal. | mara villamuza
Pero que DuPont deje de producir significa para Asturias perder lo que representó el inicio de la recuperación industrial del Principado tras la dura reconversión, con un modelo que atrajo nuevos productos y profesionales de muy diversos países.
Para quienes conocen la idiosincrasia de la multinacional estadounidense, la operación no es ninguna novedad. La compañía abandona los negocios «maduros» para elegir otros nuevos e innovadores. El sector químico ha dejado de interesar hace tiempo a la compañía, que está virando hacia la salud, la electrónica y la tecnología avanzada.
La falta de información sobre las condiciones de venta y la presencia de un fondo de inversión han despertado una enorme inquietud en la plantilla y en la sociedad asturiana.
«Asturias, España y Europa deben trabajar para que DuPont invierta en la región con nuevos productos», asevera Enrique Macián, expresidente de la compañía para España y Portugal, uno de los artífices de la implantación de la multinacional química norteamericana en el valle de Tamón y responsable de convertir el emplazamiento asturiano en un referente mundial en su sector y de atraer nuevas inversiones al Principado.
Macián conversa por teléfono con LA NUEVA ESPAÑA desde Valencia, aclarando desde un primero momento que habla en nombre propio y no como representante de DuPont, donde trabajó durante casi cuatro décadas con distintas responsabilidades hasta su prejubilación hace nueve años. Basa su análisis en el conocimiento de la compañía y de la realidad económica.
«Las empresas son seres vivos y tienen que evolucionar según los mercados y la geografía. DuPont siempre apostó por la fabricación de productos novedosos, innovadores. Es una pena, pero los productos que se fabrican en Asturias han ido perdiendo competitividad, y la gran competencia está en Asia. China es el principal competidor del mundo».
Esto no significa que los productos que fabricaba ya no sirvan, sino que a DuPont le interesan otros. «En 1900 fabricaba la pintura para coches, y vendió ese negocio. Eso no significa que ya no se pinten coches, sino que, pasado un tiempo, se decide apostar por otros productos más innovadores y con menos competidores», explica Enrique Macián.
Las instalaciones de DuPont en Tamón, durante siglos un valle rural. / Ricardo Solís
La venta de negocios y desinversiones han sido una constante en los 202 años de existencia de DuPont. «Empezó con la pólvora y siguieron muchos otros productos como el neopreno, el nylon, la licra… En Asturias teníamos la planta de THF [Tetrahidrofurano], que producía para la licra, y cuando ya no tuvo sentido para la compañía, se abandonó ese negocio», abunda el expresidente de la multinacional para la península ibérica.
A DuPont le interesan ahora otros sectores más que la química, de la que poco a poco se ha ido alejando ya en los últimos años. En ese contexto se enmarca la venta de las fibras aramidas.
Macián lanza este mensaje de tranquilidad. «Todas las compañías que DuPont ha ido vendiendo, sin excepción, crecieron, y las que conseguimos atraer a Asturias, también». Así pasará con la venta de los negocios de las aramidas a Arclin, asegura.
«Quien adquiere quiere crecer, y Asturias siempre ha tenido unos magníficos profesionales en todas y cada una de sus instalaciones. Nosotros les formamos para que, si se vendía un negocio o se cerraba, estuvieran capacitados para incorporarse en la compañía en cualquier otro, y eso permitió llegar al millar de empleados y que esta región fuera escogida para el gran centro de servicios que existe en Tamón», remarcó.
Ese «enorme potencial» de Asturias debería ser aprovechado para conseguir que DuPont realice nuevas inversiones productivas en la región.
Estas ideas positivas de potenciación de las plantas de Nomex y Kevlar coinciden con las trasladadas el pasado martes por la actual presidenta para España y Portugal, la asturiana Ángela Santianes, en su encuentro con la plantilla para explicar la operación de venta. También con las expresadas por exdirectivos de la compañía que han preferido el anonimato.
«Este tipo de operaciones no son nuevas, aunque ahora se hacen públicas, se comunican. Se trata de adaptarse a un entorno cambiante y de aprovechar las grandes oportunidades que se presentan y los asturianos tienen una enorme capacidad para poner en valor las ventajas de su región», aseguró una de estas fuentes.
La presidenta de la Federación Asturiana de Empresarios (FADE), María Calvo, defendió también un mensaje de tranquilidad. «Es una operación de absoluta normalidad en la política empresarial de DuPont y desde la patronal la afrontamos con confianza. Llega a Asturias un nuevo inversor con un fondo de inversión solvente que viene a reforzar la fábrica en Tamón. Ya hubo otras escisiones anteriores y han funcionado bien».
La falta de información sobre una operación que fue inesperada para la región ha provocado que economistas y expertos en el sector químico y en operaciones corporativas opten por la prudencia a la hora de dar una opinión, que no análisis, solicitando anonimato. Coinciden en la gran inquietud «por falta de información».
La presencia de un fondo de inversión como accionista mayoritario de la empresa que adquiere las plantas asturianas «inquieta» porque «su fin es generar valor para rentabilizar la inversión y luego vender. El apego es solo a los números», resumía una de las fuentes consultadas.
Otra ponía este ejemplo para explicar lo mismo. «Las empresas como Reny Picot, Satec, Asturfeito… tiene apego a la tierra, a su gente, quieren generar empleo y riqueza para que haya bienestar social. Pero son contadas. La mayoría de las empresas, si quieren crecer cuando alcanzan cierta entidad, tienen que buscar recursos económicos y los encuentran en fondos de inversión. Son los que mueven el mundo económico ahora y se sientan en los consejos de administración».
«Las corporaciones industriales tenían corazón y están ligadas y comprometidas con el territorio, sienten incluso una obligación moral. Cuando la mayoría en esas corporaciones están en manos de fondos de inversión, eso se acabó. Solo cuentan los números y, en cuanto pierden medio punto de beneficio en un territorio y lo ganan en otro, se van», explica otra de las fuentes.
En estos discursos de inquietud por el desconocimiento de las posibles obligaciones que se hayan negociado entre DuPont y Arclin para la venta de las plantas asturianas, se «cuela» un elemento distorsionador para el mundo entero: Donald Trump.
Una de las plantas productivas de Nomex que vende DuPont está en Estados Unidos, pero según los expertos, la más moderna y competitiva es la de Asturias, no la norteamericana. El temor lo puso ya sobre la mesa el SOMA-FITG-UGT y también algunos de los economistas consultados por este periódico y se resume en una pregunta. «¿Qué pasa si el presidente de Estados Unidos obliga a invertir allí y no fuera de su país?».
Otros también responden que lo mismo ocurriría si las plantas de Asturias siguieran bajo el paraguas de DuPont.
Queda una inquietud para el conjunto de Tamón que cae fuera de las fibras aramidas: El centro global de servicios de DuPont en Tamón que emplea a casi 300 personas.
«¿Cuál será el futuro del centro de servicios una vez que no tiene respaldo de plantas productivas en su entorno?». La digitalización permite desarrollar el mismo trabajo desde cualquier parte del mundo. «También desde Tamón, como hasta ahora», responden los más positivistas. Es más, lo habitual es que no exista esa ligazón.
Algunas preguntas tendrán respuesta dentro de unos meses, cuando se formalice la operación en el primer semestre de 2026. Para otras habrá que esperar a ver la evolución de los mercados y de la geopolítica.
El Nomex es una fibra que se ha concebido para proteger. En la Wikipedia se indica que es «como un Nylon, una variante del Kevlar y aramida donde partículas adherentes de caucho vulcanizado son inyectadas al material base, resultante en un material flexible similar al nylon». Aramida vale también como «fibra sintética» y kevlar es otra fibra no natural, pero que es inexpugnable.
El puzle de DuPont en Asturias
El crecimiento de la multinacional norteamericana a finales del siglo XX cambió de sentido con compras, ventas, absorciones y segregaciones en el XXI
Saúl Fernández
El Nomex es lo que DuPont empezó a fabricar en el valle de Tamón en mayo de 1993 y también lo que se va a quedar el fondo norteamericano que controla Arclin.
Arclin es la penúltima pieza de un puzle de compras, ventas, absorciones, segregaciones que la multinacional norteamericana ha ensayado en Asturias desde que las autoridades del Gobierno de España y del Principado presentaron las virtudes del centro de la región como motor industrial y de beneficios.
La entrada en escena de Arclin es la última de una fábula superindustriosa que llevó a Tamón, en sus años buenos, a un millar de trabajadores y que, en sus años peores, lo dejará con poco más de trescientos.
El 29 de agosto «The Wall Street Journal» publicó este titular: «DuPont venderá su negocio de Kevlar y Nomex a Arclin por 1.800 millones de dólares». Y también: «El acuerdo es el último en una década de transformación de DuPont, en la que las escisiones y las ventas la han dejado en una fracción de su tamaño anterior».
Si la primera producción de Nomex en Asturias fue en 1993, la de THF, salió dos años después, en 1995. THF es la manera fácil de nombrar al Tetrahidrofurano. En 2015, DuPont puso a la venta esta planta. Pascual Sisto era, en aquellos días, el presidente de la compañía. Dijo que el THF había perdido competitividad. Lo achacó a la venta que la propia multinacional norteamericana había hecho de su división textil -la que explotaba la licra- a Koch Industries. Eso había sucedido en 2004.
Entonces, en 2015, DuPont decidió segregar la división Performance Chemicals para concentrarse en biotecnología, agricultura y materiales avanzados. De esa operación nació Chemours, una compañía independiente con sede en Wilmington (Delaware) que heredó productos como Ti-Pure, Teflon, Krytox y Viton.
Chemours mantiene una oficina, pero en Gijón.
En 2013, la división Perfomance Coatings -hacía pintura- pasó a Axalta Coating Systems (la red comercial está vinculada al Principado, pero ya no a DuPont). Al año siguiente, la multinacional vendió su planta de Sontara a la empresa suiza Jacob Holm. En 2021, Glatfelter se quedó con ella, con Jacob Holm. Lo hizo por 308 millones de dólares (266,7 millones de euros).
Mientras tanto, la dirección mundial de la multinacional trabaja mano a mano con la de Dow Chemicals. Estamos en 2017. Se quieren fusionar. En marzo de ese año consiguen el plácet de la Comisión Europea. Este matrimonio es multimillonario. En aquellos días, el valor conjunto de las sociedades superaba los 120.000 millones.
Dos años después de este movimiento, en abril de 2019, la dirección mundial del gigante que había nacido explicó por boca de Jim Fitterlingse, el consejero delegado de la nueva Dow (la segregada de DowDuPont): «Los cambios que hemos realizado en la cartera, la estructura de costes y la mentalidad de Dow son significativos. La nueva Dow es una empresa más especializada y enfocada, con un plan de acción bien definido para ofrecer, a largo plazo, crecimiento con beneficios y creación de valor para todos los grupos de interés. Los empleados de Dow están alineados para conseguir nuestro objetivo de convertirnos en la compañía más innovadora, centrada en el cliente, inclusiva y sostenible en el área de la ciencia de los materiales».
A comienzos de aquel mismo verano de 2019 nace Corteva Agriscience, que mantiene su producción en Tamón. «Como líder mundial en el mercado combinado de semillas y protección de cultivos, con un valor de 100.000 millones de dólares, Corteva Agriscience cuenta con la línea de productos más sólida del sector, un motor en innovación de primera y vías sólidas de comercialización que nos proporcionan una proximidad al cliente inigualable, lo cual impulsará nuestro crecimiento como empresa independiente y generará gran valor para los accionistas. Contamos con más de 21.000 empleados motivados y comprometidos con cumplir nuestro propósito de mejorar las vidas de aquellos que producen y que consumen, asegurando el progreso para las generaciones venideras». Esto dijo Jim Collins, el consejero delegado de la empresa salida de la segregación de DowDuPont.
El verano de 2019 comenzó en Tamón dividido en dos: Corteva Agriescience, por un lado y Perfomance Speciality Products Asturias (PSP), la heredera de DuPont Asturias efectivamente, por otro. Lo que quedaba de Dow se trasladó a Barcelona. PSP es la que mantuvo la producción de Nomex y también de ICL, que es cloruro de isoftaloilo, la materia prima del Nomex.
Esto parecía que iba a ser la última pieza del puzle de DuPont, pero quedaban unas cuantas más: en 2021 la empresa norteamericana International Flavors & Frangances (IFF) comenzó a operar de manera efectiva en el complejo industrial del valle de Tamón, en el concejo de Carreño (instaló sus oficinas). Hasta esa fecha, habían estado en Benicarló, que está en la provincia de Castellón. La plantilla que llegó a Asturias antes había pertenecido a DuPont, después de PSP y justo antes de pasar al nuevo gigante (DowDuPont), a Du Pont Nutrition & Biosciences, la empresa que habían creado los pioneros de Tamón para centralizar el negocio de sabores y facilitar así la venta posterior a sus compatriotas.
Ahora IFF está en el Vasco, en Oviedo. No caben en el complejo industrial del valle de Tamón.
Y también Qnity Electronics, que planea su escisión de DuPont no tardando mucho (la próxima primavera).
Se da la circunstancia de que por ese mismo edificio de oficinas han pasado Axalta, Chemours e IFF. Ahora las únicas empresas que se alojan en él son de Celanese Corporation, que adquirió la mayor parte del segmento de Movilidad y Materiales (M&M) de DuPont por 11.000 millones de dólares en efectivo, una transacción completada en noviembre de 2022.
El Nomex, que nació para proteger de los peligros, ha encontrado nuevo dueño. Y en Tamón, donde cerca de un millar de personas se dedicaron a la producción, ahora sólo va a quedar un tercio de ese personal.
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