Hijo de las barras, prisionero de las estrellas
Un encuentro romántico entre Killian y Jessie revela el músculo narrativo que sostendrá el resto del metraje. La incomodidad inicial se hace evidente en el diálogo, donde todavía no se ha roto el hielo de la primera cita, pero la puesta en escena opta por mostrar lo que realmente sucede en pantalla. Un plano-contraplano clásico -él desde el hombro, ella desde el pelo- marca los primeros pasos del encuentro, hasta que una pregunta de Killian (que él mismo responde) irrumpe: “¿Sientes que los clientes pasan por nuestro lado como si no estuviésemos ahí?”.
Es el principio del fin. Killian se adhiere a su propia presencia e ideas. Ella le dice: “¿Qué tipo de música te gusta?”. La pregunta queda sin respuesta para dar paso a un monólogo de él sobre cómo será recordado cuando su esfuerzo se materialice en el sueño americano. Un suave movimiento de cámara efectúa un acercamiento que deja fuera del encuadre el pelo de ella, aislando a Killian y, cuando la estructura se rompe, el artificio se revela: Killian es un utensilio de un sistema que la puesta en escena de Elijah Bynum expone con precisión.
Como en Taxi Driver (Martin Scorsese, 1976), con quien comparte el enfoque del aislamiento social -esa yema de huevo que se deshace frente a la pastilla efervescente de Travis Bickle-, la película evita un juicio prematuro sobre sus personajes. En su lugar, formaliza el mundo que los conduce a comportamientos prefabricados por un sistema que estructura la pobreza y la masculinidad bajo el patriarcado y la homofobia -donde la única relación homosexual es una violación, un ejercicio de poder- presentes en las imágenes.
Jonathan Majors se convierte, estrógenos mediante, en los esteroides de una película cuyo músculo pertenece a la cámara. El mundo le ofrece un catálogo: anabolizantes, armas, músculo, portadas de revista y un nombre en el firmamento de la humanidad. Killian Maddox, con su soledad inherente, compra a crédito un discurso que ni él ni nadie en esta sociedad está preparado para soportar.
Los ojos de Majors descifran la ficción que construye en su cuerpo: Un hombre sin padres, pobre, con un culto desmesurado de la forma física, extremadamente violento e incapaz de expresar sus sentimientos. La estructura socioeconómica en la que existe es la genética del sistema capitalista. Sus hombros nunca son lo bastante grandes. “No te esfuerzas lo suficiente”. Sus piernas no crecen. “No te esfuerzas lo suficiente”. El individuo se convierte en carnaza de un sistema previamente corrupto que señala al pobre y su condición: “No te esfuerzas lo suficiente”.
Mientras el entorno visual sigue una lógica rígida, Majors aporta una mirada íntima al personaje, centrando el relato en su dimensión humana a través de su actuación. Aunque se revelan los pilares del mundo donde vive Maddox, también se construye un relato sobre cómo ese entorno arrastra al hombre hacia la completa aniquilación de la persona, convertido en producto de la soledad. De ahí que, en un plano tremendamente significativo, el personaje quede aislado dentro de un espejo cuando comparte habitación con una prostituta: ni siquiera la cámara es capaz de mirar a los ojos el resultado de su creación.
Llega un punto, sin embargo, en que la cinta se queda atrapada en su propio ejercicio y el músculo fílmico empieza a fatigarse. Entonces reaparece el martirio ya mostrado: más esteroides, más violencia, más desgarro emocional, más aplastamiento social. La forma se convierte en un subyugado del fondo, víctima de una repetición estructural que debilita el conjunto del filme.
Aun así, y recordando que el actor Jonathan Majors tiene una condena por asalto imprudente y acoso a su ex pareja, estamos ante un filme que disecciona con gran inteligencia lo estructural (mediante la cámara) y lo individual (a través de la interpretación de Majors). Consigue un equilibrio cuya tristeza respira a través del sudor de un cuerpo maltrecho por el apaleamiento social en una sociedad ultracapitalista, estallando en la materialización de la violencia. Un caso extrapolable al resto de EE. UU., donde las armas actúan como gatillo de una pistola estructural: un caldo de cultivo perfecto para los Killian Maddox.
Magazine Dreams (Estados Unidos, 2023)
Dirección: Elijah Bynum / Guion: Elijah Bynum / Producción: Los Angeles Media Fund (LAMF), Tall Street Productions / Fotografía: Adam Arkapaw / Montaje: Jon Otazua / Música: Jason Hill / Diseño de producción: Freyja Bardell / Reparto: Jonathan Majors, Haley Bennett, Taylour Paige, Michael O’Hearn, Andrea Figliomeni, Harrison Paige.