Rememorar un paseo por Ceuta. Estar en sus puntos emblemáticos sin necesidad de salir de una misma sala. Es lo que ha logrado la nueva muestra pictórica en el Museo del Revellín.
El conjunto, que se ha estrenado este jueves, congrega una serie de paisajes conocidos, y otros que no lo son tanto, para ofrecer un viaje turístico diferente por las calles de la ciudad.
El óleo es el gran aliado del grupo de artistas que en esta ocasión han tenido cabida en el centro. Bajo estilos diferentes, pero en una línea que denota armonía, los pintores han plasmado enclaves naturales y urbanos para el deleite de los vecinos.
Centro de referencia
Bajo el título “Espacios vividos e imaginados”, el conjunto visible a visitar por los locales es fruto del trabajo de la Sección de Bellas Artes del Museo. La base que cimenta esta elección es recoger sitios que han sido vistos y palpados e incluso recreados en la mente.
Esta muestra también responde a uno de los objetivos de la entidad cultural, que no es otro que convertir la sede en un “centro de referencia para la documentación y custodia de la obra de los artistas plásticos relacionados con Ceuta y su entorno”, tal y como ha indicado la Ciudad en un comunicado con motivo de la inauguración.
Un porcentaje de la colección pone el pincel, precisamente, sobre la urbe caballa. Algunos ejemplos son las obras de Benigno Murcia, que se decanta por destacar el antiguo Puente de la Almina y el Torreón de la Campana.
El autor era reconocido por ser un acuarelista de finales del siglo XIX y principios del XX. Su producción pictórica se centra, precisamente, en rincones marinos y edificios. Representa a parte del grupo de artistas que crecieron y plasmaron Ceuta en su inspiración.
Más autores
No es el único protagonista de esta amalgama de lienzos. Jesús González Martín también está dentro de los presentes. Él sirve como canal para ver desde otra mirada completamente distinta la urbe ya que, sus creaciones, están caracterizadas por el impresionismo.
“Brinda una pincelada empastada que le confiere una personalidad inequívoca”, ha relatado el escrito remitido desde la Ciudad. Se una Teresa Lascano, que aboga por representar mapas de poblaciones sin apenas perspectiva. Las calles se desvanecen de tal modo que, cada una de sus piezas da la sensación de que puede encajar tanto en un lienzo como en una fotografía.
Este gusto por desdibujar la vista en 3D nace de su influencia por la disciplina del foco de las cámaras. Argentina de nacimiento y caballa de adopción, tiene un gran interés por el arte representativo.
Concede imágenes que surgen en situaciones inesperadas, en las que capta el instante. Su trazo rápido y vibrante, genera una especie de collage donde se erige una visión completamente diferente de los paisajes urbanos.
Diego y Dámaso
La batería de pintores a cargo de estos lienzos se cierra con Diego Canca y Dámaso Ruano, que se contraponen entre sí. El ojo del primero prefiere el hiperrealismo, se funde en los detalles y en sumergir al espectador en la escena.
El segundo, tiende a las abstracciones, deja un mayor libre albedrío para que el visitante de la exposición se deje llevar y saque sus propias conclusiones. Ambos vuelcan emociones evocadas por un camino u otro.
Canca, activo desde los años 80, es originario de la ciudad. A temprana edad ya mostró su pasión por el dibujo. Pronto, comenzó a abrirse hueco en el mundillo gracias a sus cuadros a carboncillo. Él mismo asegura que, vino al mundo con un dedo más en la mano, en concreto, con un lápiz de grafito.
A partir de los doce conoció a otro de sus acompañantes de vida: el óleo. Su profesora de artes plásticas del instituto fue la que lo animó a continuar con su carrera. Fue en 1985 cuando hizo su primera exposición en solitario. Como no podía ser de otro modo, la celebró en su tierra natal.
Al otro lado de la balanza está Ruano con sus imágenes que parecen espejos a cuadros. El artista, renovador en el arte malagueño, falleció en 2014. Tanto en solitario como en el grupo Colectivo Palmo, el autor desenvolvió su creatividad en el lienzo. Formado en Madrid y nacido en Tetuán, población a la que regresó para su primera muestra en 1962, se desarrolló fundamentalmente en el citado municipio andaluz.