En un cuarto de juegos improvisado, rodeada de muebles que ella misma fabricaba con lo que encontraba, Moreyba Rodríguez empezó a soñar espacios mucho antes de saber que la vida la llevaría a fundar Bargo Studio. «Recuerdo que de pequeña mis padres tenían una especie de trastero y yo siempre estaba ahí, haciendo muebles para decorarlo. Miras atrás y se va ensamblando todo , va cobrando sentido», cuenta. Tras una ingeniería, un máster en Diseño de Espacios Comerciales en Barcelona y trabajar para otras empresas, en 2019 decidió regresar a la Isla y hacer de su apellido familiar —Bargo— una marca.
Vivienda unifamiliar diseñada por Bargo Studio. / Oliver Yanes
Lo que parecía una elección sencilla ha terminado siendo un sello reconocible en el sector. «Cuando llegué, el interiorismo estaba dominado por el blanco y lo nórdico muy neutro. Yo decidí apostar por el color», cuenta Rodríguez. Su negocio se identifica hoy con espacios alegres, atrevidos, que huyen del cliché minimalista y apuestan por una estética vital. «Las cosas bien hechas no cansan. Para mí el color no aburre, lo que agota es un espacio mal equilibrado», defiende.
Diseñar para las personas
Más que un estudio de interiorismo, Bargo Studio es una manera de entender los espacios como un reflejo de quienes los habitan. Rodríguez concibe cada proyecto como una experiencia que trasciende lo estético: «Un hogar es un espacio que te hace sentir seguro, cómodo, tranquilo. Para diseñarlo tengo que entender cómo es la rutina de la persona: cuántos comen a la vez, si disfrutan de hacer cenas en casa, cómo se desarrolla su día a día». Esa escucha inicial se convierte en la base de un proceso que mezcla técnica y sensibilidad: desde el primer boceto hasta el final, cada decisión busca armonizar lo funcional con lo emocional.
Brunch & Cake, Abu Dabi. / VLAD IVANOV
En su trayectoria, la interiorista ha defendido una idea clave: los espacios no son impersonales, sino el resultado de una historia. «Me entristece ver edificios que podrían estar en cualquier lugar del mundo. Para mí lo importante es entender el entorno, la climatología, la historia de cada construcción, porque muchas veces dentro de una vivienda encuentras pequeñas joyas que merecen ser preservadas», explica. Esa relación con lo local convierte a Bargo Studio en un taller de memoria, capaz de rescatar detalles ocultos para transformarlos en protagonistas.
Vivienda unifamiliar diseñada por Bargo Studio en Las Palmas de Gran Canaria. /
El color como lenguaje
La apuesta por el color es otro de sus sellos. Frente al predominio del blanco y la neutralidad minimalista, Moreyba Rodríguez reivindica la fuerza cromática como generadora de emociones. «Las cosas bien hechas no cansan. Un buen mármol no cansa, un azul bien integrado tampoco. Para mí el color no aburre, lo que agota es un espacio mal equilibrado», subraya. En sus manos, los tonos vibrantes no saturan, sino que construyen atmósferas alegres y atrevidas, alejadas de la homogeneidad. Cada encargo en Bargo Studio es distinto: viviendas, restaurantes, hoteles o tiendas. Esa diversidad mantiene vivo el proceso creativo. «El mayor reto para mí es no repetirme, dar a cada proyecto su identidad».
Proyecto coworking realizado por Bargo Studio. / Yes Films
Interiorismo con alma
En última instancia, el trabajo de Bargo Studio es un ejercicio de traducción: convertir las necesidades y emociones de los clientes en lugares que dialoguen con su vida diaria. «Cada proyecto es un reto distinto, una oportunidad de reinventarse. Nunca hay dos problemas que se resuelvan igual», resume Rodríguez. Esa filosofía hace que su estudio no solo proyecte espacios, sino que también construya experiencias y recuerdos, apostando siempre por un interiorismo con alma.
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