Ya había sucedido en el Tour de Francia 2022, pero el hecho de que España repita las cifras de aquel año en la carrera más importante del mundo ha terminado por dejar un rastro de melancolía en la afición. Ninguna victoria de etapa; ningún ciclista … entre los diez primeros; ninguna presencia en la clasificación por equipos o en las individuales. El peor Tour desde 1981. Limitado Ayuso en el UAE, lesionado Mikel Landa, con un Enric Mas bravo pero en transición y un Carlos Rodríguez que no logra mantener su progresión al máximo nivel, la prueba ha redondeado la década (con la única excepción de 2023) en la que nos acostumbramos a vivir en el escalafón medio del ciclismo europeo.
Regresan los lamentos sobre la lejanía de aquella época dorada ibérica, a comienzos de siglo, cuando Contador, Sastre, Pereiro o Valverde poblaban los podios, las escapadas y los debates. (Por no hablar de las décadas de 1980 y 1990). Hoy ni siquiera hay una figura sólida que ilusione para la general, o al menos dé ciertas garantías (con la excepción del veterano Landa, que ha sido dos veces cuarto y siempre ha estado entre los diez primeros en sus últimas cinco participaciones).
«Nuestra generación dorada se acabó y no se renovó del todo bien», explica un técnico ayudante que prefiere no ser citado. «Hay talento, siempre lo hubo, pero se desarrolla insuficientemente o demasiado pronto. Nos falta estructura, paciencia y proyecto. Dinero para competir con los gigantes de ahí fuera». El mejor clasificado de este Tour ha sido Cristian Rodríguez (Arkea), vigésimo, a más de hora y media de Pogacar. No es que España haya dejado de ganar etapas, sino que ha abandonado el liderazgo compartido del pelotón: ni en fugas, ni en montaña ni en contrarreloj. El debutante Iván Romeo llegó a ser reprendido un día por un gregario de UAE -Nils Politt- por tratar de meterse en la fuga sin ‘permiso’.
Movistar es el último gran bastión nacional en el WorldTour y ha mantenido una actitud muy valiente en carrera, con algún ‘top ten’ en etapas sueltas. En plena renovación por el fichaje de Pablo Castrillo y la próxima incorporación de Raúl García Pierna, el rendimiento de Romeo ha constituido el principal consuelo de prensa y afición. Sin figuras estables y con un modelo que no termina de definirse, su paso por el Tour ha sido combativo y correcto, sin más. La estructura que un día lideró el nuevo seleccionador nacional (Alejandro Valverde) no ha podido encontrar aún sustituto, aunque parece ir adaptando su estilo de competir a la realidad.
Ayuso, incógnita nacional
La gran esperanza -al menos en lo mediático- sigue siendo Ayuso después de su estelar comienzo de temporada y un Giro decepcionante (la primera vez que asumía el liderazgo en una gran vuelta). El ciclista alicantino espera a que Pogacar confirme su probable ausencia en la Vuelta para liderar al equipo y enfrentarse a Jonas Vingegaard, mientras diversos rumores alimentan su fichaje por otra escuadra a finales de temporada.
La Federación Española de Ciclismo lanza por su parte algunos programas de tecnificación, aunque las limitaciones del calendario y, sobre todo, la escasez de equipos y patrocinadores fuertes reducen su impacto. Mientras tanto, el Tour cambia de época, dominado por equipos millonarios como Visma y UAE (o Ineos) que gestionan sus recursos como escuderías de Fórmula 1. El calendario se planifica con algoritmos y nutricionistas; los jóvenes (como Ayuso) explotan de vatios, rodeados de ingenieros, con 20 años.
Además de Cristian Rodríguez y Romeo, puede destacarse como promesa la actitud de García Pierna en este Tour, muy activo en diversas etapas. Junto a la Vuelta, el próximo gran reto de los nuestros son los Mundiales (última semana de septiembre, en Ruanda). El nuevo presidente de la Federación Española de Ciclismo, José Vicioso, ha nombrado a Valverde como seleccionador nacional y prometido construir una Ciudad del Ciclismo con infraestructuras modernas ante la constatación del estancamiento general.
Si Romeo no se hubiese caído en la penúltima jornada cuando iba escapado con un pequeño grupo hacia Pontarlier, el regusto de la afición podría haber sido bien diferente. De cualquier manera, la pregunta ya no es cuándo volverá a ganar el ciclismo español una etapa esporádica en el Tour, sino cuándo volverá a ser relevante.