Foto: Mike Elliott

Una de los aspectos que más curiosidad me provoca en la evolución del metal es la asimilación por parte del público de los sonidos extremos. Por muy radical e inaudible que nos pueda parecer algo, con el paso del tiempo, inevitablemente, surgirán nuevas propuestas que irán un poco más allá y provocarán que las anteriores nos parezcan totalmente normales o hasta clásicas.

Solo falta comparar la percepción que se tenía de la música de Black Sabbath, Metallica o Pantera en el momento en el que empezaron y como son vistas ahora. Es este fenómeno el que posibilita que Lorna Shore, a pesar de contar con un vocalista tan salvaje como Will Ramos y que sus canciones suenen como mini óperas de Wagner a ritmo de blast beat, hayan conseguido convertirse en una de las bandas de metal con más proyección de esta década. Y aunque me sorprendería que llegaran al mainstream, si ocurriera, tampoco me echaría las manos a la cabeza.

Desde luego, I Feel The Everblack Festering Within Me no está diseñado con ese objetivo. Donde tantas otras bandas deathcore acaban sucumbiendo a los estribillos melódicos, ellos siguen en sus trece con una cacofonía de guturales y pig squeals que, de entrada, ahuyentarán a cualquiera que nunca haya entrado en contacto con este tipo de registros. Es como ponerle una película gore a alguien que lo más terrorífico que ha visto es El Exorcista. También hay algo aquí de espíritu Grand-Guignol. Todo suena tan amplificado y exagerado que tiene un punto casi cómico; en lugar de chorros de sangre, tenemos breakdowns que parecen hechos con un martillo pilón. Acojona y provoca risa (histérica) al mismo tiempo.

Si bien es cierto que su larga duración -escucharlo entero te llevará más de una hora- pueda provocar algo de fatiga auditiva, hay algo admirable en cómo el quinteto de New Jersey es capaz de plasmar la grandiosidad a la que aspiran. Todo suena gigantesco y apabullante, con pomposos elementos sinfónicos, como las voces corales y los arreglos orquestales, poniendo belleza en medio del apocalipsis. Es en la tensión entre las interpretaciones del vocalista y la atronadora batería con las líneas melódicas de las guitarras y los teclados -que alcanza su máxima expresión en el épico final con ‘Forevermore’- donde Lorna Shore tienen su mayor baza.

Aunque sea prácticamente imposible discernir ni una sola palabra que sale de la boca de Ramos (a ratos parece que esté a punto de vomitar), en piezas como ‘In Darkness’ , ‘Unbreakable’, ‘War Machine’, ‘Glenwood’ transmite la voluntad de sobrevivir en su luchacontra elementos internos y externos. Como mínimo, la batalla por hacer otro gran disco, la ha ganado.

DAVID GARCELL