Una casa no solo es un lugar donde vivir, también es el espejo más íntimo de quien la habita. En el caso de Noé Prades, interiorista al frente de su propio estudio, su hogar se convierte en una extensión natural de su manera de entender el diseño: un espacio que mezcla calidez, raíces familiares y una constante búsqueda creativa. No se trata de un escenario perfecto, sino de un laboratorio vivo en el que experimentar y, al mismo tiempo, un refugio cargado de memorias personales.

En cada rincón de su casa conviven la sensibilidad heredada de su infancia y el deseo de probar sin miedo. Hay piezas que cuentan historias, como un espejo de su abuela, y rincones donde la luz se convierte en emoción. «Recuerdo escuchar que una casa no está para ser admirada, sino para vivirse», confiesa. Esa idea, transmitida por su familia, define no solo su forma de habitar, sino también su filosofía profesional: diseñar hogares donde prime la vida cotidiana y no la apariencia.

Charlamos con él para descubrir cómo es ese universo íntimo donde la memoria personal, los consejos familiares y la sensibilidad estética se entrelazan para dar forma a un hogar que habla de autenticidad.

Salón clásico con chimenea

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Una conversación con el interiorista Noé Prades sobre el estilo de su casa Proyecto Noé Prades

Foto: Noé Prades Studio

¿Cómo es tu casa? ¿Refleja tu estilo de forma literal o has querido probar cosas diferentes a lo que haces en tus proyectos?

Mi casa es un laboratorio y un refugio a la vez. Tiene la esencia de mi estilo, calidez, materiales naturales, atmósfera serena, pero también me permito experimentar más que en los proyectos para clientes. Es un lugar donde ensayo ideas y convivo con ellas, sin presión de que sean perfectas

¿Hay algún consejo que te dieran tus padres, abuelos o familiares sobre el hogar que se te haya quedado grabado?

Sí, recuerdo escuchar que una casa no está para ser admirada, sino para vivirse. Esa frase me marcó, porque resume mi visión del interiorismo: los espacios son bellos cuando acompañan la vida cotidiana, no cuando se imponen sobre ella.

Proyecto Noé Prades

Foto: @eltonrochafotografia | Noé Prades

 

¿Tienes algún objeto heredado, mueble o detalle emocional que sea importante para ti en casa?

Sí, conservo algunas piezas familiares que quizá no son las más sofisticadas, pero tienen un valor afectivo incalculable. Un espejo antiguo de mi abuela, por ejemplo, que está cargado de memorias. Me gusta cómo esos objetos ponen raíces en la casa y cuentan historias más allá de lo estético.

¿Cómo influye tu historia personal en la forma en que entiendes el interiorismo?

Influye en todo. Mi sensibilidad hacia lo natural, lo emocional y lo humano viene de mi infancia y de cómo vivía los espacios familiares. Diseñar, para mí, es prolongar esa memoria: buscar que otros también sientan arraigo, calma y pertenencia en sus hogares.

¿Qué parte de tu casa es tu refugio personal, ese rincón que no cambiarías por nada?

Mi rincón favorito es un espacio junto a la ventana, en el comedor. Hay una luz tostada que entra de forma muy especial a ciertas horas del día. Es un lugar sencillo, pero tiene esa magia que convierte con cualquier gesto cotidiano.

Salón en tonos neutros

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