Es ya historia. La octogésima Vuelta, marcada por las protestas propalestinas, dejaba esta mediodía atrás la provincia tras atravesar Alaejos, la última de las localidades … vallisoletanas por las que discurría el recorrido, para proseguir su camino en dirección Guijuelo por los pueblos de Zamora. No han faltado en la despedida de los ciclistas, a su paso por Rueda -cabecera de la carrera- o Alaejos, aficionados a esta práctica deportiva, pero tampoco banderas gazatis, kufiyas y abucheos en unas manifestaciones mucho más mermadas en número de asistentes, pero igual de dispuestos para alzar la voz que los que ayer se concentraron en la plaza de la Universidad capitalina.
A diferencia de la crono individual del jueves, que, de entrada vio recortado su recorrido a la mitad para garantizar la seguridad de los corredores y donde dos activistas consiguieron evadir brevemente los controles de seguridad para alcanzar la calzada del recorrido, la prueba llana ha transcurrido sin incidentes reseñables, aunque con algunas tensiones en el punto de salida.
Pocos minutos antes de que comenzaran a rodar los corredores, una treintena de manifestantes clamando «a cuántos niños más tienen que matar», casi todos ellos de mediana edad y llegados de distintos pueblos de la provincia, acaparaban el protagonismo de medios y asistentes. También de la Guardia Civil, que poco antes de blindar la protesta con una decena de la agentes de la UPR que se interpusieron entre la valla y los manifestantes, les solicitaba identificarse, ante la negativa y la indignación del grupo, que recriminaba que no hicieran lo mismo con quienes ondeban banderas de Israel unos metros más adelante, junto al arco de salida.
Entre los agraviados está Celsa Olivar, de 68 años, militante de Izquierda Unida y llegada de Fuencastín. Se han negado a dar el DNI porque, explica, se trata de una protesta pacífica, mientras que asegura haber visto algunas «banderas anticonstitucionales». «No venimos a interrumpir nada ni a poner en peligro la integridad de nadie» aclara sobre su presencia y la de sus acompañantes, decenas de personas llegadas de distintos pueblos de la provincia para mostrar su indignación por la participación del Israel-Premier Tech, mientras que en Gaza «están los niños ardiendo vivos». «Es un atentado contra la honorabilidad de nuestro país blanquear el genocidio de Israel», afea.
Cerca del grupo pero lo suficientemente lejos para marcar ciertas distancias, están Dorindo García y Justino Rodríguez, de 64 y 69 años. Cerveza en mano, han venido a verlo todo, tanto las proclamas, como la carrera. No portan insignias de ningún tipo, pero están «a favor» de que la concentración se desarrollen lo más pacíficamente posible para visibilizar lo que también califican como «genocidio». Se saludan con otro vecino, que porta un cartón, magullado, donde se puede leer «Gaza Libre», pero la conversación pronto se ve interrumpida por un tercero, que aparece de la nada y le recrimina «mezclar deporte y política», instándolo a llevarle el cartel «al presidente Sánchez».
La protesta propalestina en la salida de Rueda ha estado blindado por un fuerte control policial. Carlos Espeso
El pelotón, a la entrada de Alaejos. Carlos Espeso
Protesta durante la salida en Rueda. Carlos Espeso
La carrera a su paso por Medina. Jaci Navas
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No es el primer encontronazo del día. «Al llegar, venía andando por la acera, me han visto con esto y un grupo de personas, más o menos como yo -mediana edad- me lo han intentado quitar. Un compañero se ha tenido que meter por medio y se han ido», explica, con cierta resignación, porque lo que más le preocupa es que «con lo que se está viendo la gente defienda estas cosas».
Ya el día antes, en Valladolid, no los dejaron acercarse a la línea de meta, aunque hoy el panorama pinta aún peor. «Aquí ni si quiera podemos ponernos en la valla y eso que estamos ya para dar saltos», ironiza, arrancando la risa de otra compañera de sensibilidades, Carmen Boscos, de 69. «Ninguno de los que estamos aquí viene en ese plan», incide. Llegada también desde Tordesillas, afirma no tener afinidades políticas y se define como «militante en contra del genocidio». «Me he enterado de las protestas por el periódico, llevamos esperando tiempo a que se organizara algo así y hemos venido -junto a su marido- porque nos parece fatal que dejen participar a un país criminal», apunta esta aficionada a la práctica del ciclismo.
Neutralizada la ‘amenaza’, arranca la carrera pasadas las 13.50 horas, con más aplausos que abucheos, que no han impedido que dejará de escucharse «no es una guerra es un genocidio». Los cánticos no han impedido disfrutar de la velada a quienes han ido a disfrutar de lo meramente deportivo, aunque han levantado algunas ampollas. «Me parece muy mal, no es el sitio adecuada ni el momento, aunque llevan razón», les concede Ángel, vallisoletano de 43 años, aficionado al ciclismo, a favor de la causa pero en contra en ensombrecer la velada. Más duro se muestra Juan, 38 años, vecino de Rueda, que aunque asegura que «no han molestado mucho», muestra su rechazo a unas reividicaciones que le resultan ajenas: «Bastante tenemos aquí en España».
Más pacífica ha sido la convivencia entre manifestantes y asistentes a la carrera en Alaejos, donde decenas de personas despedían a los ciclistas a su paso en la rotonda de la entrada del pueblo. Allí se han congregrado vecinos y lugareños de localidades cercanas, algunos por afición; otras por la protesta. Desplazadas desde Castronuño, cinco mujeres «madres y abuelas» ondean el estandarte palestino para mostrar su «rabia» por el asesinato de civiles y niños, a la espera de que lleguen los «refuerzos» de Rueda. En un tercer grupo de afectados por el corte de las carreteras, está Soraya González, vecina de El Carpio, a donde se dirige desde Valladolid con motivo de las fiestas patronales. En contra de su voluntad, aprovecha el parón para hacerse una foto familiar al paso del pelotón, que pone fin a una etapa también histórica.