Javier Conde Becerra (Málaga, 1975) ha tenido el privilegio de compartir el paseíllo con las grandes figuras del toreo. Desde Antoñete o Rafael de Paula hasta Marco Pérez, que todavía no ha rebasado la mayoría de edad y con el que compartirá cartel mañana junto a David de Miranda –sustituto del lesionado Morante de la Puebla– en la reapertura de la plaza de toros de Muro ocho años después. El diestro malagueño aparcará por una horas su faceta como empresario y gestor, junto a Francisco D’Agostino, de la empresa Balears Cambio de Tercio, que ha hecho posible este regreso de los toros a La Monumental. Casado desde hace más de 20 años con la cantaora flamenca Estrella Morente y con alguna aparición en el cine en su hoja de servicios, Conde desprende ilusión y ganas en esta entrevista con Ultima Hora en las vísperas de una tarde especial al conmemorar el 30 aniversario de su alternativa con El Niño de la Capea de padrino y Jesulín de Ubrique como testigo.
Nervios, ilusión, ansiedad… ¿Qué siente en las vísperas de una fecha tan especial para Muro y para usted?
—La mayor ilusión es poder unir un momento en el camino con 30 años muy bonitos con un acontecimiento que para mí es de una felicidad plena, que vuelvan a celebrarse toros en una plaza de toros dormida de la belleza de Muro.
Se ha trabajado mucho para recuperar esta plaza después de tantos años de abandono
—Mallorca tuvo un esplendor increíble hace años y el motivo de mi socio y el mío, junto al de un grupo de amigos y defensores, es que la tauromaquía en la Isla resurja. Nos animaron y nos alentaron para embarcarnos en este proyecto. La acogida, la entrega y el cariño de los aficionados de Inca fue enriquecedora y esperemos que en Muro siga el mismo camino. Y que puedan ser dos plazas de toros que se lleven bien entre sí, que tengan programaciones diferentes y que estén vivas durante toda la temporada.
En Inca estuvo detrás de la barrera supervisando todo, pero mañana estará en el centro de la plaza.
—Así es. Ganas de torear tengo siempre porque nací y moriré torero y continuamente estoy toreando en festivales, en el campo o en algún festejo especial. Mi socio me dijo que no debería pasar este año tan trascendental en mi vida sin vestirme de torero y, unido al proyecto de Muro, pues aquí estoy. Quiero intentar que la plaza de toros tenga una programación especial y diferente cada año. Francisco (su socio) ha sido el que me ha motivado, me ha ilusionado y ha hecho que me enamorara en esta fecha de Muro con un gran cartel.
Manzanares comentó recientemente que la magia y el miedo de este mundo del toreo es que cada tarde es diferente, con dos animales que no sabes cómo reaccionarán.
—Yo añadiría a un tercero. Te enfrentas a tres bichos; a dos de cuatro patas y a uno de dos, que eres tú mismo. Porque te enfrentas a ti mismo, a tus barreras, a tus fronteras, a tu miedo, a tu creación… y es una lucha casi animal entre el toro y el torero. Es una profesión con una pasión absolutamente increíble, en la que puedes estar permanentemente soñando con un animal que con un simple roce te puede destrozar. Es algo inaudito.
¿Qué le dice la fecha del 16 de abril de 1995 (su alternativa) con el Niño de la Capea de padrino y Jesulín de Ubrique de testigo?
—Fue una tarde memorable. Capea para mí es mi familia, el otro día estuve en la despedida de su hijo y estar al lado de él siempre es un placer por su honestidad, su inteligencia y su grandeza como torero. Es un genio de la tauromaquia. Y aquella tarde la recuerdo como si hubiera sido esta mañana. El tiempo pasa volando y en esta profesión, que te absorbe tanto y te hace estar metido en ella, hay momento que cuando sales dices ‘Dios mío cómo pasó el tiempo de rápido que solo me dio tiempo a torear y expresar toreando’.
¿Ha cambiado mucho el toreo en esos 30 años que usted lleva de carrera?
—Mucho y sobre todo el toro. Sale más grande, está mejor alimentado… Recuerdo que cuando comencé, en San Isidro salían entre 60 o 70 sobreros y ahora salen 3 o 4. Hablamos de un toro elitista y preparado para embestir. En cuanto a toreros, he tenido la suerte de compartir tardes con las grandes figuras de la historia. Me vestí de luces en la última tarde de Manuel Benítez El Cordobés, he toreado con Palomo Linares, Antoñete, Curro Vázquez, Rafael de Paula, Espartaco, Capea, Manzanares, Dámaso… Es una suerte haber tenido una carrera longeva y ahora coincidir con Marco Pérez en Muro, me parece un regalo que me ha dado la vida.
¿Qué espera del festejo de mañana en Muro?
—Con la pausa del tiempo y en la madurez de la vida, lo único que le pido a Dios es poder torear como lo siento. Solo pido eso.