Tras sus incursiones en las vidas de Antonio Machado o María Lejárraga, la documentalista Laura Hojman (Sevilla, 1981) ha conseguido una notable repercusión con ‘Un … hombre libre’, un trabajo sobre la vida y la obra de Agustín Gómez Arcos, el escritor almeriense silenciado por el franquismo, despreciado en la Transición y recuperado sólo hace unos años. Encarnación de lo que en cada momento histórico se ha considerado en España una figura incómoda, Gómez Arcos hizo de su vida una reivindicación de lo que, en palabras de la directora, es «el derecho al resentimiento». La película, en la que participan Pedro Almodóvar, Marisa Paredes, Paco Bezerra, Adoración Elvira, o Eric Vuillard, se proyectará en la sección Made in Spain del Zinemaldia.
– ¿Qué posibilidades había de que un crío nacido en la Almería de 1933 y crecido en el franquismo se convirtiera en una figura literaria de la talla de Gómez Arcos? Se antoja poco probable.
– Absolutamente. Tuvo la suerte de que la familia se empeñara en que el niño estudiara porque eso significaba no dejarse vencer. Y también la de encontrarse con una profesora, Celia Viñas, un resto de la Institución Libre de Enseñanza de la República, que es la que le cambia la vida. Es una figura muy bonita porque es el nexo con ese eco de todos esos proyectos frustrados de la República.
– ¿Tuvo dudas en torno a cómo contar la vida de Gómez Arcos?
– Sí, fue muy difícil, el que más de todos mis proyectos porque es un personaje complicado de contar. Al igual que su obra, no es nada complaciente ni cómodo. Hay algo muy potente, rompedor y radical en su obra y su figura. Y el odio. A veces corría el riesgo de que te cayera mal. No es una historia cómoda, pero eso la hacía más interesante. En ningún momento pretendí hacer un biopic o una oda al personaje, sino mostrarlo con toda su complejidad. Y sobre todo, me atraían los temas que había detrás de su propia historia.
– Ese odio a la España que era –y por lo tanto, ese amor a la que no pudo ser–, es motor y combustible de toda su obra.
– Totalmente. Quería hablar del derecho al resentimiento y de esa relación de dolor, nacida de un gran amor, por ese país que no pudo ser y del que fue expulsado. Quise empezar con ese fragmento de entrevista en la televisión francesa, cuando hablan de ‘El cordero carnívoro’ y de esa relación de amor-odio entre un hijo y su madre, en la que yo creo que está hablando de su relación con España. Cuando le preguntan por ese odio del hijo hacia la madre, responde que es un gran amor disfrazado de odio. Me parecía muy interesante eso que tiene Gómez Arcos de mostrar la herida y de no ser dócil. Me sorprende que en ningún momento dulcifique su herida, sino que la muestre como parte de su identidad. «Esto es lo que me ha pasado y lo que nos ha pasado como país, y desde este fuego –que es lo que me parece que hay en su obra–, hablo».
– Es un escritor que apela a nuestros orígenes, tantas veces vinculados al subdesarrollo y a la pobreza, por más que hagamos que todo aquello no existió, ni tiene que ver con nosotros.
– Bueno, ése es un tema que también quería tratar en el documental, cómo en la Transición del proceso democrático, Agustín vuelve a España pensando que por fin iba a publicar y hablar sobre todo aquello que no había podido y se encuentra con un país que no quería saber absolutamente nada sobre su pasado y que no iba a reconstruirse sobre la memoria, sino que estaba haciendo un borrón y cuenta nueva. Eso nos ha provocado una herida supurante, a la que se le ha puesto un parche, pero que sigue enferma porque este país no ha hecho el ejercicio de mirar sus heridas, no para reabrirlas, sino para sanarlas. Esto provocó un absoluto dolor en Gómez Arcos, que se volvió a Francia muy decepcionado. Es hora de recuperar a gente como Gómez Arcos, que es un patrimonio cultural que se nos ha robado.
– Por otro lado, ¿en qué España hubiera encajado alguien tan indomable como Gómez Arcos?
– En ninguna. También entiendes que una figura como la suya es en la Transición absolutamente incómoda, no podía encajar en ningún lugar.
– Frente a la idea de reconciliación y olvido, él trae consigo todo su resentimiento…
– Claro. Y lo lees hoy y te sigue pareciendo radical, que es la clave de que se le esté redescubriendo y la gente muy joven sean sus mayores lectores. Lo cierto es que no hubiera podido encajar en ningún lugar. Hay quien dice que se adelantó a su tiempo. Pues no lo sé, quizás su tiempo sea ahora.
El personaje
«Quise hablar del derecho al resentimiento y de esa relación de dolor, nacida de un gran amor, por ese país que no pudo ser y del que fue expulsado»
– Desde que la editorial Cabaret Voltaire comenzó hace unos años a traducir del francés su obra, su recuperación ha funcionado a través del boca/oreja. Ahora, su documental está sirviendo para darle aún más difusión…
– Desde que empecé a escribir el guion, quería que ese descubrimiento que impulsó Cabaret Voltaire estuviera ahí porque me parecía una puerta abierta a la esperanza. No sé por qué, pero en los documentales me pongo optimista, pero es algo que también hace Agustín Gómez Arcos en sus obras: a pesar de todo lo duro y lo terrible que cuenta, siempre hay una puerta abierta a la esperanza y quise hacerlo igual porque, además, creo que tener esperanza es una actitud casi política en estos tiempos. No podemos permitirnos el derrotismo y aunque ésta es una historia de pérdida, me gusta pensar que ahora se le está leyendo y reconociendo. Que sus libros se agoten en las librerías es una pequeña victoria. Decía Agustín que sus personajes siempre estaban entre los vencidos, nunca entre los vencedores. Y me di cuenta de que yo hacía lo mismo y seguramente por las mismas razones.
– ¿Cree que ha logrado desentrañar a un personaje en el fondo tan opaco como Gómez Arcos?
– Bueno, no sé si he querido desentrañarlo del todo. No he querido hacer un biopic, sino contar lo que a mí me interesaba, que era reflexionar sobre nuestra identidad, nuestra historia y nuestra memoria a través de su historia. Me interesa mucho indagar en quién se apropia de la memoria y de la identidad de un país, y a la vez, también me interesan todas estas voces que han sido expulsadas y silenciadas. He intentado exponer desde un punto de vista subjetivo toda esta historia de silencio que nos ha configurado como sociedad.
Actitud optimista
«Como hacía Gómez Arcos en sus obras, dejé una puerta abierta a la esperanza porque tenerla es una actitud casi política en estos tiempos»
– Sobre el cómo han pasado a la Historia, se podría decir que Gómez Arcos, como un amargado aguafiestas y el mismo Fraga Iribarne que censuró sus obras, como un ‘padre’ de la Transición.
– Tremendo. De ahí la idea de hacer el documental y remover ese relato. Cuando la dictadura decide silenciar y expulsar todo aquello que no encajaba con lo que consideraba ser un ‘buen español’, a mí me emociona profundamente lo que hace Gómez Arcos, que es refugiarse en la lengua francesa para decir que eso no iba a desaparecer y que por eso lo iba a escribir. Ese poder de la cultura a la hora de generar otros relatos que contrarrestan a los hegemónicos me parece interesante. Por eso, la cultura siempre es peligrosa.