Stefanos Tsitsipas siempre fue un tenista diferente. A sus 27 años, el griego ha alcanzado una madurez que debía de haberle acompañado en las pistas, pero los problemas físicos le han impedido estar donde se presuponía que debía de llegar. Era uno de esos jugadores que, por calidad, por juego y por edad, era candidato a ocupar el espacio que dejaría el Big Three cuando llegara su bajón de rendimiento lógico. Pero el heleno no ha logrado estar donde esperaba.

En los últimos años, Tsitsipas ha entrado en una especie de bloqueo que le impide no solo estar en el nivel de juego que se le presupone, sino incluso competir ante los mejores. Los problemas físicos derivados en inconsistencia en la pista y, la falta de resultados, unidos a las recaídas de sus problemas de espalda, han dado lugar a que no se sienta cómodo en las pistas y, por tanto, que sufra ciertos temores que se hacen patentes a la hora de jugar un partido.

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Rafa La Casa

Fue en la previa de los partidos de Grecia en la Copa Davis cuando Tsitsipas, en un ejercicio de transparencia, realidad y cercanía, confirmó ante los medios de comunicación cómo se siente. Explicó cómo le siguen mermando los problemas físicos y, como esos dolores y molestias, le provocan inseguridades que hacen que se desvanezca el castillo de naipes sobre el que están construidas sus esperanzas. No tiene continuidad y, eso, le quema por dentro.

«Sigo peleando contra mi lesión, tratando de encontrar la manera de recuperarme del todo, a través de especialistas e intentando entender bien lo que le sucede a mi cuerpo. Antes del US Open, en los entrenamientos, me sentía cómodo y recuperado… pero fue saltar a las pistas y los problemas regresaron. Siento mucho estrés y ansiedad, creo que eso me influye bastante, y tengo mucha desconfianza en mi tenis porque he ganado pocos partidos este año», explicaba el griego.

Hace no demasiado tiempo, Tsitsipas apuntaba como uno de los más claros relevos generacionales a tenistas como Rafa Nadal, Roger Federer o Novak Djokovic. Su espectacular juego desde el fondo de la pista, su brillante volea, su capacidad para sellar puntos sobre la red y el revés brillante con el que cuenta, sumados a su enorme envergadura, eran armas suficientes para confiar en que había nacido una estrella. Y así lo demostraron sus primeros años.

No tardó en levantar sus primeros títulos, con las ATP Finals como gran éxito, amén de meterse en varias finales de Grand Slam como Roland Garros o el Open de Australia. Eso le permitió colocarse entre las diez mejores raquetas de la ATP e, incluso, ser el número 3 del mundo, pero algo cambió. Empezaron a aparecer las lesiones, las recaídas, rompió con su padre, Apostolos, que era su entrenador y, entonces, se fue diluyendo de las primeras posiciones.

«Saltar a la pista para jugar un partido y sentir molestias inmediatamente es algo que me destroza anímicamente. Llevo mucho tiempo dedicando esfuerzo y trabajando incontables horas para recuperarme. Pero mentalmente, ver que no estás en condiciones de competir después de todos los sacrificios que realizas, me desestabiliza profundamente. He pasado por un gran trauma últimamente y no puedo prometer demasiado en los próximos partidos», afirmaba.

La falta de continuidad sobre la pista le ha hecho caer al puesto 27 de la ATP, su peor ránking desde 2017 y, aunque fue capaz de ganar en Dubai, este año está muy lejos de su mejor versión. Su objetivo es trabajar para sanarse por completo y, así, volver a recuperar sensaciones que le hagan ser feliz. Y, por qué no, volver a ser ese tenista que soñaba con ser número uno y pelear por los grandes títulos. Tsitsipas quiere abandonar ese drama que le ha impedido ser feliz jugando al tenis.

Stefanos Tsitsipas siempre fue un tenista diferente. A sus 27 años, el griego ha alcanzado una madurez que debía de haberle acompañado en las pistas, pero los problemas físicos le han impedido estar donde se presuponía que debía de llegar. Era uno de esos jugadores que, por calidad, por juego y por edad, era candidato a ocupar el espacio que dejaría el Big Three cuando llegara su bajón de rendimiento lógico. Pero el heleno no ha logrado estar donde esperaba.