Javier Conde, matador de toros. Málaga, 01 de febrero de 1975. Tomó la alternativa en su ciudad natal el 16 de abril de 1995, de manos de Niño de la Capea y Jesulín de Ubrique, cortando tres orejas. Tras un largo período con escasas intervenciones en corridas de toros, pero sí con bastante presencia en festivales, se enfundará de nuevo el vestido de luces este domingo en Muro, donde actuó por última vez en 1998, para conmemorar sus treinta años de alternativa.

¿Qué es lo que le ha motivado a conmemorar sus tres décadas en el escalafón superior en la plaza de toros de Muro y no, por ejemplo, en su tierra, en Málaga?

Por encima de todas las cosas la ilusión, la protección y el cariño de un hermano, que es mi socio, Francisco D’Agostino, que me convenció para que no dejara pasar este año sin conmemorar una efeméride tan especial. No estaba previsto que fuera en Muro, sino que surgió a raíz de la circunstancia del proyecto de la resurrección taurina de la isla y la suerte de poder contar con La Monumental. Me enamoró el poder volver a torear en esta plaza de una belleza y un encanto especial.

¿A qué se debe que no esté en el circuito de ciertas ferias?

En ocasiones la vida te lleva por caminos familiares con cierta dureza extrema y hechos que te aíslan de estar plenamente en la profesión y atravesé por circunstancias en las que tuve la necesidad de espaciarme porque no me manifestaba en el ruedo de la manera que yo deseaba. Hay momentos en que la ilusión se me va despertando, me apetece y vuelvo a vestirme de luces como el caso de este domingo en Muro.

¿Sintió en algún momento el rechazo o que su presencia en los carteles ya no tenía cabida?

No. Son etapas que pasan. No cabe duda de que yo soy un torero de unas formas y una manera de sentir y expresar mi tauromaquia un tanto especial y hay tiempos que son más álgidos y alcanzas muchos triunfos y con ellos llegan más contratos y otros que nos son tan buenos. Cierto es que ha habido ciclos en los que no he tenido tanto interés para el público y otros en que uno mismo está carente de ganas, de ilusión y que mi alma más artística no estaba tan comprometida para torear de la manera que yo quería.

Teniendo en cuenta sus contadas apariciones en festejos mayores en estos últimos años, ¿ha pensado en algún momento en la retirada?

El concepto de retirada o de dejar de ser torero no me pertenece. Todavía no tengo la capacidad de entender ese diálogo.

Una plaza, ¿dónde se ha sentido usted más a gusto?

Nimes, en Francia, ha sido una plaza protectora absoluta y en la cual se creaban unas mañanas y unas tardes especiales para envolverme y hacerme expresar en todo momento.

Una faena, esa que usted recuerde de manera especial.

Me quedo con momentos, con fogonazos de muchas cosas, pero eso de etiquetar la tarde del summum, la verdad es que no me gusta. Nunca me ha gustado posicionar faenas en el pódium.

¿Usted comparte eso de que «se torea como se es»?

Sí, es muy difícil fingir. Y sobre todo no se puede fingir en una vida entera. El que torea por un diálogo interno con su alma y amor a la profesión, torea absolutamente como es.

Y, ¿cómo es Javier Conde?

Una persona que no sabe mentir ni hacer nada que no sea honesto delante de los toros. Soy incapaz de hacer algo que no sienta. En ocasiones es bueno y otras no tanto. Me expreso haciendo siempre lo que siento.

Para cierta parte de la afición, es considerado un torero de arte, con pellizco y de inspiración.

He sentido un absoluto cariño por parte de todos los públicos, una entrega desmesurada y pasional. Una legión de partidarios que he ido conociendo a lo largo del camino. Esa es la suerte que he tenido, además de contar con el respeto de toreros muy importantes, unos ya retirados y otros aún en activo. Eso es un tesoro.

Sin embargo, actitudes y comportamientos han sido muy criticados por los más exigentes que le han llegado a tildar de medroso, de espantadizo.

Ojalá hubiera tenido el conocimiento y el recorrido que tengo ahora mismo para, en los momentos en que yo he creído que llevaba la razón o que he sido demasiado fiel a mi sentir, si no iba a expresar lo que yo sentía, haberlo hecho. Me he dado cuenta de que he errado muchas veces y por juventud, por estar metido en un mundo hiperprotegido en el cual me dejaban volar en mi ecosistema sin dejarme salir de él. Pues, sí, estoy seguro de que me he equivocado. Con el paso del tiempo te das cuenta de que el tanto por ciento más elevado del público, en general, tiene razón. Dios alabe que exista ese pánico a un toro y ese miedo en determinadas ocasiones porque esa es una de las grandezas que mantiene viva la fiesta de los toros.

Torero y ahora empresario; ¿qué es lo que más destacaría de ambas facetas?

Sobre todo, lo que soy es un apasionado cultural y de lo que es el esqueleto de la orgánica del ámbito taurino. Tengo la suerte de que mi socio es un enamorado de la tauromaquia y ambos cuidamos mucho los detalles que deben protegerse.

¿Cuáles han sido las causas que les han motivado a decantarse por la explotación de La Monumental de Muro tras ocho años de inactividad taurina?

Buceamos en la integridad y en la grandeza de la isla en el pasado y nos parecía un sacrilegio que hubiera un número importante de personas que aman el toro discriminado, abandonado y olvidado por el sector. Es una plaza poética, literaria, que enamora, con la belleza de estar hundida bajo tierra. Hemos realizado una inversión importante llevando a cabo varias remodelaciones para recuperar el esplendor de este coso.

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