¿Qué recuerdos guarda de su infancia en Teror?

Nací en el mismo casco histórico del pueblo y en pleno invierno. Fui atendido, al igual que el resto de niños, por la partera del municipio y, por ello, pertenezco a la generación que trajo Ciprianita al pueblo. Así se llamaba ella. En la calle Real de la Plaza viví toda la primera etapa de mi vida hasta que me casé y me mudé a la ciudad. Por eso, mi juventud la asocio al colegio Salesianos, a la calle principal y a La Alameda. Siento que el pueblo me ha entrado desde bien pequeño por la vena.

¿Qué le llevó a estudiar arquitectura y a dedicarse a la restauración de edificios?

Se me daba muy bien el dibujo, la ciencia, la física y siempre me gustó restaurar cuadros. Era, además, una carrera que estaba en la Isla, por lo que era muy cómodo porque no me tenía que ir fuera a estudiar. Cuando terminé, empecé a dar clases como mucha gente hacía, hasta que conseguí trabajar de arquitecto y luego, la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria me propuso ser maestro de matemáticas aplicadas, una asignatura que impartí 11 años. Un día, un catedrático de la universidad, Francisco Ortega, me preguntó si quería trabajar en el departamento de construcción, dedicado a la restauración. Mientras tanto, hice el doctorado que, desde el primer momento, enfoqué en la Basílica de Nuestra Señora del Pino y la sucesión de templos que han existido en la historia del pueblo.

Restauró la Basílica de Nuestra Señora del Pino el pasado año 2021. ¿Cuál fue el mayor reto personal y técnico?

Cuando se restauró la Basílica el pasado siglo, concretamente en el año 1968, se hizo un cambio radical en la estructura del edificio pero, en aquella época, la poca formación constructiva de los trabajadores fue un problema. La estabilidad del templo se garantizó en esa restauración y era un terreno incómodo para trabajar. Mi mayor reto fue, por ese motivo, ver cómo se había comportado el edificio en estos 53 años, hasta que en 2021 comencé el proyecto. Sin embargo, era más el susto del principio que lo que fue la realidad porque, sinceramente, el edificio se ha comportado muy bien. Lo único que hicimos fue restaurar todo lo que en estos años se había deteriorado.

¿Cómo fue el proceso de restauración del templo de Teror?

Como todo proceso que depende de subvenciones privadas y públicas, llevó un tiempo de preparación de presupuestos. Estuvimos, además, casi un año esperando por el permiso de Bienes de Interés Cultural y, por desgracia, nos lo concedieron en el mes de septiembre de 2021, justo cuando empezaban las lluvias. Lo primero que teníamos que reparar era la cubierta de la iglesia y, a pesar de las condiciones meteorológicas, había que hacerlo porque era indispensable cumplir con los plazos. Luego, pasamos a las naves principales del edificio y nos encontramos de todo. Formas de construir antiguas que ya estaban obsoletas, cantidad de daños por culpa de las palomas e, incluso, problemas en las tejas. También hubo que restaurar la cantería de piedra de Teror y las vidrieras, que estaban en un estado avanzado de deterioro.

¿Qué significó para usted recibir el Premio de arquitectura Miguel Martín-Fernández por este trabajo?

Eso fue lo máximo. Me dedico a la rehabilitación de edificios desde el año 87, aproximadamente. He trabajado en diversos municipios de la Isla y el primer edificio que comencé a restaurar fue el Monasterio del Císter. Llevo 30 años trabajando ahí, manteniendo la estructura del edificio y, cuando necesitaba estar tranquilo, me desplazaba hasta el lugar de la obra. El haber estado trabajando tantos años y terminar ahora con la iglesia de Teror se ha convertido, para mí, en lo más envidiable para un final de carrera. Mis compañeros y yo realizamos esta restauración con todo el cariño del mundo. Cuando el Colegio de Arquitectos sacó el concurso de arquitectura, quisimos presentar nuestro proyecto de la Basílica. El tribunal, el primer edificio que quiso visitar fue el nuestro. El día de la entrega del premio, tuve que mirar dos veces la pantalla para asegurarme de que era nuestro edificio porque no me lo podía creer. Le di las gracias al cielo porque nos reconocieron un trabajo que realizamos durante años.

¿Cómo recibió la noticia de que sería nombrado Hijo Predilecto de Teror?

Me siento muy orgulloso de pertenecer a Teror y ser hijo de este pueblo. Además, que reconozcan mi trabajo de tantos años en estas fiestas es, para mí, la máxima felicidad. Yo sé que en el pueblo ha habido mucha gente que se ha alegrado con este reconocimiento. En estos días solo he recibido muestras de cariño.

¿Qué significa para usted que una gran parte de su trabajo profesional esté ligado a su pueblo natal?

Conocer el territorio ayuda mucho. Tengo conocimientos de la gran mayoría de las edificaciones y, además, tengo la capacidad de recordarlas sin problema. Soy capaz de dibujar las plantas de los edificios de memoria porque las he vivido como niño, como joven, como colaborador y como profesional. Todo lo que he experimentado en mi juventud me ha ayudado en mi época profesional porque al pueblo lo llevo en la sangre.

¿Que sintió al ver que los devotos podían disfrutar de la Basílica recién restaurada?

Eso aún lo estoy viviendo. Veo cómo las personas entran al templo, lo observan y lo disfrutan me llena de satisfacción. Es una de las mejores iglesias de Gran Canaria y con la restauración nos hemos permitido que ahora, para las Fiestas del Pino, todavía reluzca más. Transmite muchísimo. También hay que agradecerle al párroco que ha conseguido financiación para restaurar los retablos y el trono, que estaba en un estado pésimo. Antes, si se tenía que poner una tacha al trono, se le ponía. Eso, ahora, es un pecado capital.

¿Es la arquitectura una de las formas de contar la historia de un pueblo?

Por supuesto. Desde mi punto de vista, los historiadores hablan de muchas cosas pero la realidad es que yo, desde siempre, veo la historia grabada en una piedra. Entiendo el mundo y el paso de los años reflejados en la arquitectura. Me fijo mucho en las edificaciones, en la forma de tratar antiguamente los materiales y eso, desde luego, también es historia.

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