El reconocido arquitecto Joaquín Torres, responsable del diseño del ático de Tamara Falcó, explicaba a diversos medios (hace un par de años) que el plan inicial contemplaba jardines en todas las viviendas. Sin embargo, el proyecto fue modificado por las promotoras. Torres lamenta que en España falte una verdadera cultura de arquitectura paisajística.

Torres ha expresado que estas modificaciones no se deben a razones técnicas, sino a decisiones económicas de las promotoras que reducen los espacios verdes previstos. Además, critica que en nuestro país no se valora la integración del paisaje en el desarrollo urbano.

También hubo cierta controversia entre el arquitecto y Tamara Falcó: al presentarse críticas sobre el diseño, Torres se mostró molesto y defendió su obra. Aseguró que la vivienda fue entregada conforme al plano acordado, y que los ajustes provinieron de la promotora.

Tamara Falcó en su ático.

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Desde el inicio, Joaquín Torres concibió un diseño de alta calidad que incluyera jardines en cada vivienda del edificio, ofreciendo espacios verdes privados como parte esencial del proyecto. La intención era humanizar el entorno urbano y aportar vida y vegetación donde escasean.

Sin embargo, según afirma Torres, las promotoras decidieron recortar estos espacios por razones económicas, una reducción que sacrifica la ambición paisajística en favor de una mayor rentabilidad.

También resalta que España carece de tradición en arquitectura paisajística, lo que dificulta la aceptación y valoración de propuestas que integran naturaleza en la vivienda colectiva.

El anuncio público de Tamara Falcó sobre su ático generó una reacción inesperada. En un programa televisivo, la aristócrata expresó cierta insatisfacción, calificando la vivienda como «muy bonita sobre plano», pero quizás no ideal para ella, lo que desencadenó una polémica.

Tamara Falcó en su ático.

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Torres respondió con firmeza, calificando afirmaciones como «bastante pueriles e infantiles» y defendió que ella no interpretó correctamente el proyecto. Insistió en que el diseño entregado coincidía con lo acordado y que las críticas surgieron tras el fin de su relación contractual con la promotora.

Este caso pone en evidencia un problema común en España: la tendencia de las promotoras a priorizar la comercialización sobre la calidad arquitectónica. Cuando se proyectan viviendas, los habitantes podrían beneficiarse de jardines exteriores privados, terrazas ajardinadas o áreas comunes verdes.

Sin embargo, el sistema actual tiende a recortar estos elementos, ya sea por ahorro en costes, reducción de impactos vegetales o aceleración de cronogramas de construcción. La falta de paisajística o normativa que promueva estas soluciones hace que muchos proyectos terminen siendo estratégicos pero carentes de naturaleza integrada en su diseño.

Para cambiar este paradigma, sería fundamental fomentar políticas que incentiven la inclusión de espacios verdes en desarrollos residenciales. Podrían implementarse normativas que exigen terrazas ajardinadas, cubiertas vegetales o zonas comunes con vegetación, como parte del diseño urbano.

Tamara Falcó en su ático.

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Esto no solo mejoraría la calidad de vida de los residentes, sino que ayudaría a mitigar efectos climáticos, promover biodiversidad y reforzar el bienestar psicológico.

De igual modo, es necesario que los arquitectos defiendan su propuesta técnica y estética, incluso frente a presiones comerciales. En este sentido, el testimonio de Joaquín Torres es ejemplar: reivindica el jardín como un elemento esencial, no un lujo prescindible, y señala que el verdadero problema no es la viabilidad, sino la voluntad de las promotoras para mantenerlo.

Tamara Falcó en su ático.

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En definitiva, el proyecto del ático de Tamara Falcó, diseñado por Joaquín Torres, representa algo más que una casa de lujo: es una oportunidad frustrada de llevar el jardín al corazón del diseño residencial en España.

Las declaraciones del arquitecto reflejan una realidad común: las economías de promotoras muchas veces ahogan la creatividad y la funcionalidad ecológica. Para revertir esta tendencia, es vital impulsar cambios normativos, valorar la arquitectura integradora y exigir espacios vivos en nuestras viviendas. Solo así lograremos que la ciudad respire también en altura.