Cuando pensamos en la vivienda de mediados del siglo XX, lo hacemos en un contexto de necesidad y cambio social. En un país en plena transformación económica y urbana, los pisos construidos en los años 50 se convirtieron en símbolo de una época marcada por el desarrollismo y el éxodo masivo del campo a las ciudades. Como explica el arquitecto Edu Saz, «tu casa tiene una historia y es que, aunque no lo sepas, tu vivienda está marcada por la década en la que se construyó y eso lo cambia todo, desde su distribución, sus materiales, el barrio en el que está».

Los pisos de los 50 no buscaban lujo ni ostentación: eran hogares pensados para dar respuesta a un problema urgente, el de miles de familias que necesitaban un techo digno en los nuevos barrios de las grandes ciudades. «Son humildes, pero funcionales, normalmente en torno a unos 55 metros cuadrados, con tres dormitorios, un salón, una cocina independiente y un único baño», resume Saz en uno de sus vídeos de YouTube.

El esquema de tres dormitorios respondía a un modelo de familia numerosa, donde el salón era el espacio central de convivencia y la cocina, siempre independiente, garantizaba orden y practicidad en el día a día.

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Urbanismo y barrios de absorción

El contexto urbanístico fue clave para entender el nacimiento de estas viviendas. Tras el Plan de Estabilización de 1959, España impulsó su industrialización, lo que provocó un crecimiento acelerado de ciudades como Madrid, Barcelona o Valencia. La respuesta urbanística fue la creación de «poblados de absorción», barrios periféricos diseñados para acoger a la población llegada del mundo rural o que vivía en chabolas.

Aunque el planteamiento buscaba un entorno saludable, la ejecución fue austera: materiales baratos, ausencia de normativa técnica y construcciones levantadas con rapidez. Sin embargo, como recuerda el arquitecto, «a veces se piensa que no hay buena arquitectura detrás de estos edificios simples, pero no es así. Es muy complicado crear entornos dignos, con tan pocos recursos y de forma tan rápida como se hizo».

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El interior de los pisos: mínimos, pero dignos

Si nos detenemos en los interiores, la sencillez era la norma. Los acabados se limitaban a lo esencial: suelos de terrazo, carpinterías metálicas y fontanería básica con una única bajante para baños y cocinas. En muchas ocasiones, los pisos se entregaban incluso sin algunos acabados, esperando que fueran los propios inquilinos quienes completaran la obra.

No había ascensores, garajes ni calefacción central. En palabras de Saz, «eran viviendas mínimas, pero dignas para los estándares de la época y enfocadas a la funcionalidad. Básicamente, buscaban conseguir un techo propio para miles de familias trabajadoras que venían del campo».  Su valor hoy en día no radica tanto en sus acabados, sino en su capacidad de adaptación. A pesar de los años, su estructura sencilla y lógica permite redistribuciones, reformas integrales y mejoras energéticas que los convierten en una opción atractiva en el mercado de segunda mano.

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El reto actual: rehabilitación y eficiencia energética

Setenta años después, los pisos de los 50 requieren profundas intervenciones para adaptarse a los estándares de vida contemporáneos. Carecen de aislamiento térmico y acústico, lo que implica inversiones en rehabilitación energética, y su distribución responde a un modelo familiar que ya no es mayoritario.

Saz lo resume así: “Estas viviendas ahora precisan sobre todo de reformas a nivel energético porque no contaban con ningún tipo de aislamiento térmico ni tampoco acústico, además, por supuesto, de redistribuciones interiores totales, ya que el modelo de familia ha cambiado”. La demanda actual se orienta a espacios más abiertos, cocinas integradas y estancias luminosas, algo que requiere replantear la organización de estos pisos.

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«Cada plano que hemos visto no es solo una distribución, es un retrato de una época. Cada rasgo cuenta algo de cómo vivíamos, de lo que valorábamos, de lo que nos podíamos permitir. Las casas no son únicamente espacios, también son ideologías, necesidades y aspiraciones«, concluye Edu Saz.

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