«Ahora voy a necesitar un tiempo para tomarme un descanso y os quiero mucho, pero quería decirlo, porque lo necesito, porque llevo siete años trabajando sin parar y estoy agotada mentalmente». Con estas palabras desde el escenario del Coca Cola Music Experience, Lola Índigo anunció este sábado que se tomaría un tiempo alejada de los escenarios.

«Para estar aquí como Dios manda necesito un break, así que gracias a todos los fans», añadió la granadina. Su mensaje, tras la gira de estadios de La bruja, la niña y el dragón y la gira la Nave del dragón el pasado 2024 es un síntoma más de cómo la industria musical cada vez exige más continuidad a los artistas, con una producción casi continua de canciones, discos y conciertos que no permitan al oyente o espectador «olvidarse» de ellos. 

De hecho, la artista cuyo nombre real es Miriam Doblas ha aclarado los titulares relacionados con esta retirada. «Tomarse un break para cuidar tu salud mental, descansar y disfrutar de tu familia no significa retirarse. Bajar el ritmo no significa abandonar», ha escrito en Instagram.

Ella no ha sido la única que ha anunciado tomarse un descanso, también lo hizo Quevedo, quien anunció a principios de 2024 que se apartaría de la música, las redes sociales y la exposición pública. «Los artistas, si queremos hacer algo que tenga un sentido, hace falta tiempo”, dijo el canario a sus seguidores en un directo en Instagram para anunciar la noticia. Finalmente, ese «retiro» duró apenas 10 meses y acabó con la publicación de su tema Duro en octubre del año pasado y con compromisos de conciertos para este 2025.

El ejemplo de Quevedo, y así lo definió él mismo, lo tomó Saiko. «Lo he pasado tan mal porque quería desaparecer y no hacer nada pero no puedo. Entonces intento hacer cosas, vas para el estudio y ni siquiera te salen», aseguró el granadino en una entrevista en marzo de 2024 y así lo hizo, desapareciendo hasta junio de 2025, cuando anunció en La Revuelta (La 1) el lanzamiento de su disco Miami, publicado el pasado mes de junio.

También anunció a finales de 2022, una retirada por «un largo rato», Rigoberta Bandini quien finalmente estuvo un año componiendo los que son los temas de su nuevo disco, cuyo primer sencillo, Miami Beach, se publicó a finales de 2023. 

Entre estos numerosos ejemplos, uno que ha roto una lanza a favor de estos descansos artísticos que se han producido desde siempre para potenciar la creación artística, la producción de nuevos trabajos o temas, o simplemente, como respiro tras una larga gira, ha sido Dani Martín, que lo hizo en 2022.

El exvocalista de El Canto del Loco salió a desmentir la noticia que publicaron algunos medios y que apuntaba a un posible problema de salud mental. Dos años después, además de publicar su polémico tema Ester Expósito, anunció nada menos que 10 WiZinks para celebrar 25 años de carrera. A pesar de esto, no se olvidó de cómo abordaron los medios su retirada y compartió varias publicaciones simulando estar en un manicomio.

Las redes sociales, la aceleración de la producción musical y algunas estrategias de marketing

Muchos de estos artistas, a los que se pueden sumar largos nombres como los de Pablo Alborán o grupos como Vetusta Morla, no hacen nada diferente a lo que han hecho tradicionalmente los artistas y grupos musicales. 

Aunque en la década de los 60 y 70, los niveles de producción de EPs y LPs era muy alta, durante los 80, 90 y principios de los 2000 fue desacelerándose en pos de otros elementos como las giras, los videoclips y otra cartera de servicios que podían ofrecer desde la música. 

Con la aceleración del streaming, los continuos singles y colaboraciones, especialmente en ámbitos como la música urbana, así como el continuo contacto que tienen los artistas con sus seguidores en redes sociales han hecho que estos ritmos sean aún más salvajes y que una parada, normal, creativa o de descanso que antes estaba asumida, se tome como prácticamente una retirada de la escena. 

Para algunos fans de Taylor Swift, que la artista finalizase en diciembre del pasado año su gira The Eras Tour y que no hubiese dado señales de su próximo trabajo —habiendo publicado el último en abril de 2024— hasta el pasado mes de agosto, era prácticamente desaparecer. Solo en ocho meses.

Los propios artistas viven esta presión en sus propias carnes. Así lo contaba Rozalén en una entrevista con El HuffPost: «Estás acostumbrado a un nivel de dopamina, de serotonina, de droga pura, que cuando te lo arrebatan ya sabía que iba a estar un poco depre. El síndrome de la impostora, ese miedo al olvido a que la gente ya no quiera escucharme. Algo que es totalmente falso porque no ha salido el disco y ya hay un montón de conciertos agotados, como con fe ciega». 

En el otro lugar, hay medios de comunicación que juegan con la retirada en un punto dramático como si fuera algo permanente y no cuestión de unos meses o un año. En el otro lado de ese miedo y esa intriga, otras agencias y artistas ofrecen «giras de despedida», «reencuentros» o conciertos antes o después de un parón de algunos años bajo un llamado de marketing a vender entradas para no perder esta oportunidad. 

En definitiva, en una industria musical donde la aceleración prima para llegar a viralizarse en TikTok, alcanzar los primeros puestos de las listas de éxitos de streaming y donde se publican cada año más unas 100.000 canciones al día, una breve parada de unos meses se traduce para algunos con prácticamente desaparecer del mapa para algunos.