Uno, dos y tres/tres banderilleros en el redondel…, escribió García Lorca, allá por los años treintaytantos, haciendo poesía para enaltecer el buen hacer de los subalternos que entonces se enfrentaban a toro , recién salido de toriles, con el capote tomado con una sola mano, y lo toreaban por ambos pitones, para que el matador, el maestro, se percatara de las características de una embestida recién encetada: Punta de percal/mano burladora/sal, torero, sal… ahora

Y el torero, el matador, salía ya confiado por la «chuleta» que le había regalado uno de los miembros de su cuadrilla, tras el examen previo, y toreaba a la verónica como Dios y su arte le dieran a entender. (En la feria de Sevilla de este año, Morante de la Puebla rememoró el toreo a capa a una mano, pero fue un rapto, uno más, de su proverbial improvisación).

En realidad lo de los tres banderilleros en el redondel de Lorca no hace mención a las banderillas, sino a estos lances liminares con los que comienza la lidia; pero la belleza del poema merece traerlo ahora a colación, tras la corrida que cerraba la feria taurina de la Virgen de San Lorenzo en Valladolid, en la cual, los tres toreros son, también, excelentes banderilleros.

Porque lo de la «corrida de los toreros-banderilleros» puede mover a confusión me parece conveniente traer a colación el auge que alcanzaron estos festejos a finales de los años 70 y, sobre todo, durante los 80 del pasado siglo, cuando las ternas en que fueron encuadrados Paquirri, Víctor Mendes, Esplá, El Soro, Morenito de Maracay y alguno más que se me pierde en la memoria, llenaban las Plazas y hacían las delicias de millares de aficionados con sus pares de rehiletes de poder a poder, al sesgo, al quiebro o al cuarteo, platos exquisitos que adornaban con la guarnición de una exhibición física del banderillero, ante los embates del bruto astado.

No crean que es sencillo burlar al toro a cuerpo limpio, asomarse al balcón de dos cuernos amenazantes, clavar dos apones en lo alto del morrillo y salir airoso de tan apurado trance. Quienes en su afán por alardear de «pureza» minusvaloran a los toreros que banderillean, no son sino papanatas del «purismo» más estúpido. Dicho lo cual, vamos con lo ocurrido en la corrida de esta tarde en Valladolid.

Para empezar, el tiempo ayudó, con un día soleado y cálido y los graderíos se colmaron de un público alegre y festivo, proclive a la benevolencia. ¿Algo que objetar? En este caso es un público mayoritariamente joven, incluso jovencísimo, que junto a los adultos de rigor llenó las tres cuartas partes del aforo de coso de Zorrilla.

La corrida de Bañuelos, impecablemente presentada, con romana y pitones para regalar, decepcionó. Falta de raza, con algunos toros mansurrones y complicados, la «taparon» tres toreros que vinieron a Valladolid a darle fiesta a los bureles, fueran como fueran. Para empezar, los tres banderilleros se movieron con soltura en ele redondel, flirtearon con los toros remolones y avisados y lograron que la gente batiera palmas rotundamente agradecida por lo que para algunos era un novedoso espectáculo: el que protagonizan los tercios de banderillas teniendo por intérpretes a los tres toreos del cartel. El primer toro, le pegó un golpazo a Ismael Martín en la frente y salió del trance con un bollo morrocotudo, que obligó al muchacho a permanecer en el callejón con un apósito de hielo durante varios minutos. Aún así, aquello no cedió ni un centímetro, como tampoco cedió el torero cuando se vio obligado a salir al ruedo para intervenir en los tercios correspondientes. Tanto el Fandi, como Escribano y Martín se fajaron con una deslucida corrida de toros, pero no volvieron jamás la cara ante la adversidad. Al contrario, superaron los numerosos inconvenientes que ofreció el ganado de Bañuelos.

Los tres toreros se echaron de rodillas en largas cambiadas con el capote y comienzos con la faena de muleta. Mataron de estocadas mortales de necesidad y solo Ismael Martín pinchó al último toro. De esta forma, fueron cayendo una a una las orejas, como caen maduras las frutas del árbol en la feraces huertas de los campos de Castilla. A dos por barba, Fandi y Escribano, una para Ismael Martín. Total, cinco. El público encantado. Todos contentos. Fandi y Escribano se fueron en hombros. La fiesta, en el ruedo, por este año, ha terminado.

P.S.- Reunido el Jurado que otorga los premios anuales a los triunfadores de la Feria de la Virgen de San Lorenzo, se acuerda proclamar triunfador de la feria al torero Tomás Rufo, por su faena al toro «Porteño», de Victorino Martín y, asimismo al mismo toro como el mejor de dicha feria. En el apartado de subalternos, fueron premiados Rafael González como mejor subalterno de a pie y José Antonio Barroso como mejor picador.