No es un error. Cuando Mark Rothko, Alberto Giacometti y Claude Monet desenfocaban sus pinturas, lo hacían a propósito. Hubo quién, entonces, ojo, pensaba que tal efecto era fruto de su avanzada edad. Tal vez, no veían demasiado bien. O, quizá, buscaban poner el foco en otro punto. Pero no: cada uno de los trazos, borrosos y algo desdibujados, desvirtuando casi la imagen, tenían su sentido. Un fenómeno que hoy, tras décadas de indiferencia, olvidado, protagoniza la última exposición de CaixaForum: Desenfocado. Otra visión del arte descifra a los autores que usaron esta técnica para mostrar otros ángulos del mundo.
“Esta investigación es resultado de un profundo análisis que arranca con los Nenúfares de Monet. Fue él quien introdujo el concepto del desenfoque en el arte. Jamás se ha estudiado este recurso hasta ahora vetado, por lo que animamos a cambiar la perspectiva”, ha explicado Isabel Fuentes, directora de CaixaForum Madrid, durante la presentación de una muestra que estará abierta al público hasta el 12 de abril. Fruto de la colaboración con los parisinos Musée d’Orsay y Musée de l’Orangerie, reúne 72 obras de 55 artistas con una amplia variedad de formatos. El objetivo, por tanto, es aceptar esta expresión artística como una elección real y no como una consecuencia.
‘ Le bassin aux nymphéas, harmonie rose’ (1990), de Claude Monet. / CEDIDA
Partiendo de sus raíces en el siglo XIX y siguiendo las convulsiones intelectuales con las que creció el impresionismo, la exposición reflexiona sobre lo borroso: no como la pérdida de nitidez, sino como un medio privilegiado para plasmar una realidad donde reina inestabilidad y donde la visibilidad se enturbia. “Esta dimensión abre una clave estética contemporánea que queremos poner al día. El desenfoque está en consonancia con el mundo actual, lo alimenta”, ha subrayado Claire Bernardi, directora del Musée de l’Orangerie. Eva Nielsen, Thomas Ruff, Christian Boltanski y Hans Haacke son otros de los artistas que conforman el proyecto.
‘Untitled’ (1948), Mark Rothko. / CEDIDA
Algunas de las obras, procedentes 49 galerías, fundaciones y particulares, entre otros, provienen de la Colección de Arte Contemporáneo Fundación laCaixa creadas por Gerhard Richter, Soledad Sevilla, Roni Horn, Eulàlia Valldosera, Hiroshi Sugimoto, Pedro G. Romero y Perejaume. “No se aborda un período artístico, sino una noción que se nos escapa. Son bromas sin definir que hasta pueden considerarse negativas. ¿Qué querían expresar con ellas? Es lo que tratamos de resolver. El desenfoque no aparece por arte de magia, es una manera de reflejar lo lejano con realismo. No tiene un discurso cerrado, abre el imaginario al futuro”, ha dicho Emilia Philippo, comisaria.
Desafiar la percepción
El recorrido empieza con las raíces de este movimiento, en una sala donde se explica sus orígenes: los artistas empleaban la difuminación para revelar lo que la claridad de las visiones oculta a nuestra conciencia. “A finales del siglo XIX, el impresionismo marca un verdadero punto de inflexión, retomando el camino que había abierto William Turner con sus composiciones difusas”, contextualiza un panel. A continuación, se aborda el desenfoque como un efecto para desafiar los modos de percepción: desde los límites de lo visible hasta la alteración de las referencias tradicionales. Todo para colocar, más adelante, al público en un terreno desconocido.
‘Cabinet of’ (2001-2002), de Roni Horn. / CEDIDA
Es después de la Segunda Guerra Mundial cuando la dimensión política de esta estética comenzó a desplegarse. Artistas como Zoran Mušič y Alfredo Jaar asumieron la profunda convulsión del orden mundial y adoptaron esta técnica como estrategia necesaria. Poco a poco, fue convirtiéndose en una búsqueda de la identidad entre la memoria incierta del pasado y el rechazo de la representación estética del presente. En la fotografía amateur, por ejemplo, reflejó la vida en su máxima realidad, dando cuenta de los lugares más íntimos y mostrando lo que escapa a la mirada. El paso del tiempo se presenta como objeto de contemplación a través de Maarten Baas y Mircea Cantor, quienes lo convirtieron en un motor de inquietudes. Y creatividad.