Un equipo internacional de investigadores ha encontrado evidencias de las prácticas de momificación más antiguas de la humanidad en diferentes enterramientos de hace más de 10.000 años en China y el sudeste asiático. Un ejemplo es la momia de un individuo enterrado en Hang … Cho, en el norte de Vietnam, hace unos 11.000 años. Estos restos, que fueron secados al humo para su conservación, superan con creces en antigüedad a las momias Chinchorro en el desierto de Atacama, Chile, de hace 7.000 años, consideradas hasta hoy en día las más antiguas, y a las famosas momias egipcias de hace unos 4.500 años.
Los investigadores analizaron muestras óseas de 54 individuos preneolíticos enterrados en once yacimientos arqueológicos de hace entre 11.000 y 4.000 años en China, Vietnam, Malasia e Indonesia mediante difracción de rayos X (DRX) y espectroscopia infrarroja por transformada de Fourier (FTIR). De esta forma, confirmaron que alrededor de cincuenta habían sido sometidos a un prolongado secado al humo sobre una hoguera antes del entierro, una forma de momificación empleada en lugares de clima tropical y lluvioso y similar a las prácticas funerarias contemporáneas registradas en algunas sociedades indígenas australianas y de las Tierras Altas de Nueva Guinea.
Entre las muestras analizadas, las más antiguas, como la de Hang Cho, tienen unos 11.000 años, pero los investigadores sospechan que pueden existir momias aún más antiguas: en Hang Muoi, también en el norte de Vietnam hace unos 14.000 años, y en la cueva de Niah, en Sarawak, Malasia, hace unos 12.000, podría haberse practicado un proceso de momificación similar. Sin embargo, estas muestras no fueron analizadas, al evidenciarse signos de quema parcial en los esqueletos.
Tres meses de secado
«La momificación mediante secado al humo era un proceso de varias etapas», explica a este periódico Hsiao-chun Hung, de la Universidad Nacional de Australia y coautora del estudio que este viernes publica la revista ‘Proceedings of the National Academy of Sciences of the United States of America’ (PNAS). «En primer lugar —continúa—, la mayoría de los individuos eran atados en una posición hiperflexionada (en cuclillas). Luego, se les colocaba sobre un fuego a baja temperatura. Los registros etnográficos de Australia y Nueva Guinea sugieren que este proceso duraba unos tres meses».
La momificación incluye a hombres y mujeres, adultos y niños. «Sospechamos que la posición en cuclillas facilitaba a los cazadores-recolectores el transporte de los cuerpos de un lugar a otro», señala Hung.
Hirofumi Matsumura, de la Universidad Médica de Sapporo y coautor del estudio, explica a ABC que estas posturas son muy similares a las de las momias dani de Papúa, que solían estar «fuertemente comprimidas, con las cuatro extremidades atadas al tronco, una acción que se presume se realizaba inmediatamente después de la muerte y antes del inicio del rigor mortis, aunque los grados reales de flexión variaban. Entre los dani, los descendientes guardaban la momia en una habitación concreta dentro de la casa y la sacaban en ocasiones especiales».
Deseo de eternidad
«No podemos saber con exactitud por qué las comunidades preneolíticas la practicaban», reconoce Hung acerca del propósito de la momificación, pero «las mejores pistas provienen de tribus y sociedades más recientes que han continuado tradiciones similares. Esta práctica sobrevivió en Australia hasta bien entrado el siglo XIX y principios del XX, y en las Tierras Altas de Nueva Guinea algunas comunidades incluso las han mantenido hasta tiempos recientes».
«Entre los anga de las Tierra Altas de Nueva Guinea, por ejemplo, se cree que el espíritu del difunto vaga libremente durante el día y regresa al cuerpo momificado por la noche. Entre los ngarrindjeri de Australia Meridional, la momificación se vincula con la esperanza de inmortalidad», recuerda.
«En un sentido más amplio —reflexiona Hung—, creo que esto refleja un aspecto universal de la naturaleza humana que ha perdurado durante más de 10.000 años: el deseo de eternidad. En su esencia, reside en el deseo de permanecer para siempre con nuestros seres queridos. Aunque no en su forma física original, al menos en una presencia visible que permita a los vivos sentir que los muertos siguen a su lado, que nunca se han ido del todo».
Para la investigadora, «nuestro estudio demuestra que las personas de esta región no solo desarrollaron esta práctica, sino que también dedicaron una gran cantidad de tiempo y energía a preservar los cuerpos de sus antepasados de forma visible. Crear una sola momia ahumada requería tres meses de cuidados continuos por parte de la familia o los miembros de la comunidad, un compromiso que solo se podía sostener mediante un profundo amor y devoción espiritual. Creemos que la tradición refleja un impulso humano atemporal: la esperanza perdurable, desde la antigüedad hasta la actualidad, de que las familias y los seres queridos puedan permanecer unidos para siempre, sea cual sea la forma en que esta unión se manifieste».
Momias Chinchorro
Estos entierros no solo son más antiguos que los de Chinchorro, sino que también son diferentes. «Las momias Chinchorro fueron desecadas de forma natural en condiciones desérticas, no ahumadas. También se les extirparon algunos órganos internos, que fueron sostenidos por estructuras internas de palos y, en ocasiones, pintadas», describe en un correo electrónico Peter Bellwood, coautor y profesor emérito de Arqueología en la Facultad de Arqueología y Antropología de la Universidad Nacional Australiana en Canberra.
Por el contrario, «las momias del sudeste asiático solo existen como huesos sin carne una vez calentadas, debido a las condiciones climáticas húmedas, por lo que no podemos estar seguros de si les extrajeron los órganos internos antes de ahumarlos. Tampoco podemos saber si alguna vez fueron ‘decoradas’, aunque no fueron enterradas con ofrendas funerarias».
Matsumura explica además que la evidencia craneofacial muestra que las poblaciones preneolíticas del sudeste asiático estaban estrechamente relacionadas con los actuales indígenas papúes y australianos, descendientes de los primeros Homo sapiens que migraron desde África a través de Asia tropical.
Su investigación respalda el «modelo de dos capas» de la prehistoria del sudeste asiático, según el cual una población temprana formó la ascendencia de los indígenas australianos y papúes. «Estos hallazgos ponen de relieve una profunda continuidad biológica y cultural que vincula a los antiguos cazadores-recolectores del sudeste asiático con las comunidades indígenas modernas de Nueva Guinea y Australia. La práctica de la momificación ahumada proporciona pruebas contundentes de esta conexión cultural a largo plazo», dice.