Siete años al frente del Instituto Cervantes dan para mucho, y Luis García Montero ya ni disimula que bajo su dirección el organismo funciona con una misión política: que la derecha no regrese al poder para revertir las «conquistas» de la izquierda. El poeta … ha demostrado ser un alumno aplicado de ese encargo que Sánchez trasladó al sector cultural: abandonar la «equidistancia» y ponerse al servicio de la causa. El lunes acudió a la Puerta del Sol a recitarle a Ayuso los nombres de víctimas de Gaza; este miércoles, con su traje de director del Cervantes, inauguró en Alcalá de Henares una exposición dedicada a poemas sobre el matrimonio homosexual, coincidiendo con el vigésimo aniversario de la ley de Zapatero. Fue un acto que el expresidente presenció en primera fila: se le rindió pleitesía, se criticó a la derecha, se denunció el «genocidio» de Israel en Gaza y hasta se reprocharon las políticas de Trump. Todo en nombre de la cultura.

La exposición, titulada ‘Amores raros. Poemas para celebrar el matrimonio igualitario 2005-2025’, podrá visitarse en la sede del Cervantes en Alcalá de Henares hasta el 15 de noviembre. En el texto introductorio, el comisario Pablo Peinado recuerda que, cuando se aprobó la ley del matrimonio igualitario, se auguró una fractura social. Nada de eso ocurrió: «No hubo estallido, ni barricadas. La familia tradicional siguió existiendo. […] La libertad se amplió. La decencia también. […] Y, lejos de debilitarse, España se ha hecho más fuerte. Más libre. Más digna». La exposición reúne una veintena de poemas de autores como Luis Antonio de Villena o Mario Obrero, junto a obras de artistas como Ouka Leele o Nazario.

Pero el único que habló de poesía fue Luis García Montero, y a su manera. Mencionó en su discurso a Gil de Biedma, Gloria Fuertes y Lorca para subrayar que «la cultura ayuda a mirar la realidad tomando conciencia de los valores». La aprobación del matrimonio homosexual, opinó, «es una de las mejores conquistas de la democracia española, y debemos reafirmarnos en que no nos van a quitar esta ni otras conquistas». El director del Cervantes fue el único de los tres intervinientes que no mencionó el «genocidio» en Gaza, que es lo que se llevó los aplausos del centenar de asistentes presentes en el acto.

Peinado, el comisario, sí lo hizo: «Raro es que estemos asistiendo en directo a un genocidio en Gaza sin que la Unión Europea haga nada o casi nada –dijo entre aplausos–. Raro es que Rusia haya invadido Ucrania, o lo que Trump está haciendo Estados Unidos, desvirtuando la democracia y, con ella, los derechos de los inmigrantes y mujeres». Más aplausos. Agradeció la «valentía» de Zapatero y recordó a Pedro Zerolo: «Y a todos los que lucharon para llevar este proyecto adelante, al igual que a nuestro actual presidente, Pedro Sánchez, por todo lo que está soportando para que este país no retroceda cincuenta años en derechos sociales». La cultura, insistió, para que nadie dudara, debe ser «el cómplice perfecto de los avances sociales».

El plato fuerte del día era la intervención de Zapatero. Quizá porque se trataba de poesía, habló despacio, como si estuviera declamando un largo poema. Triplicaba adjetivos como Pla y alargaba los silencios para subrayar sus enumeraciones: «Me siento extraordinariamente orgulloso de que sea España, igual que lo hice con el matrimonio igualitario, una voz que retumba, [silencio] que resuena, [silencio] que se oye en el mundo, [silencio], un grito de aliento… España renueva la esperanza combatiendo contra el genocidio en Gaza». Aplausos. «La ley de matrimonio igualitario hizo un país más decente [silencio y cejas arriba], es decir, un país más apropiado, decente».

El expresidente bromeó con que no habría estado mal invitar al acto a Amenábar, que acaba de estrenar una película sobre la posible homosexualidad de Cervantes. La película, eso sí, no la ha visto. Recordó, él también, esas «cosas que se decían hace veinte años» desde el Poder Judicial e incluso la Real Academia, no solo desde la derecha: «A este país le costó muchísimo abrazar la ilustración. La hemos abrazado y la mantenemos viva, firma. Viva. Firme». Los poemas, la prosa, la pintura, el arte, la literatura –léase con sus silencios– deben estar «al servicio de lo que va a ser la memoria». Que la cultura asuma el discurso de la izquierda, se entiende.

Al término de la presentación, algunos asistentes comentaban sorprendidos cómo «en tiempos de tanta crispación, no se oía ni un alma» durante el discurso de Zapatero. Será, como dijo el expresidente, que «el amor es lo único que sobrevive a la muerte».