Luis Miranda

17/09/2025


Actualizado a las 21:22h.

Esta historia comienza un domingo por la noche, cuando se apura el descanso y sólo los estudiantes menos diligentes permanecen activos ultimando las tareas que dejaron para más tarde durante todo el fin de semana. Fue hace un año y medio y Fuensanta García de la Torre, antigua directora del Museo de Bellas Artes de Córdoba, recibió en su teléfono la notificación de una subasta de arte.

Tal vez la hora y el día invitaban más a esperar al lunes, pero lo que vio la hizo saltar para ponerse en marcha: en la puja de la sala Alcalá había una obra interesante del pintor barroco cordobés Antonio del Castillo (1616-1668).

Se llamaba ‘Huida a Egipto y caída de los ídolos’ y por su precio de salida, 60.000 euros más IVA, lo hacía asequible. No quiso esperar: esa misma noche de domingo escribió al Museo de Bellas Artes de Córdoba y a la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía para que intentaran hacerse con él: «No se nos puede escapar».

Fuensanta García de la Torre no conocía esta obra precisa, aunque ya se había publicado, pero pensaba que debía formar parte de la colección del Museo de Bellas Artes de Córdoba y ya iban a contrarreloj: faltaba una semana para la subasta.

Como explicó este miércoles, en la presentación, la consejera de Cultura, Patricia del Pozo, el cuadro estaba protegido y eso obraba a favor de la Junta de Andalucía, que ejerció el derecho de tanteo para quedarse con la obra.

Amplia colección

Un año y medio después, la obra que Antonio del Castillo pintó hacia 1650 se exhibe en el Museo de Bellas Artes, en la sala del arte barroco, donde está otra de sus cimas, ‘El Calvario de la Inquisición’. Con este lienzo, de 108,5 por 164 centímetros, el centro cultural de la plaza del Potro ya posee 63 obras del autor cordobés: 31 pinturas y 32 dibujos, una disciplina en que fue uno de los grandes maestros españoles.

Patricia del Pozo se felicitó por la adquisición de la obra, que pertenecía a una colección particular, y que, dijo, merecía estar en el Museo de Bellas Artes de Córdoba por su valor. Hacia más de quince años que no se adquiría una obra para el este espacio.

En ella aparece un tema de los Evangelios Apócrifos no especialmente presente en el arte. Así, recoge una historia que se cuenta en el llamado ‘Pseudoevangelio de Mateo’, que explica que cuando la Virgen María y San José huían a Egipto con el Niño Jesús para evitar que el rey Herodes lo matara, al pasar junto a un templo pagano caían al suelo las estatuas de los dioses. Era un símbolo de que con el nacimiento de Cristo se había llegado a una nueva y definitiva era y por lo tanto quedaba abolida la religión politeísta.

Detalle del cuadro de Antonio del Castillo

Detalle del cuadro de Antonio del Castillo

Manuel Ariza

Por eso en el cuadro, en el lado izquierdo, aparece una estatua que ha caído del suelo y se ha partido en varios trozos, de forma que la cabeza, el brazo y los pies están separados, mientras en el pedestal ha quedado una pierna. En la composición el Niño Jesús va en brazos de la Virgen María, que se desplaza a los lomos de un asno, mirando ambos de frente al espectador. San José va caminando junto a ambos.

En la composición llaman la atención tres ángeles: dos de ellos intentan controlar el andar del pollino, mientras que el tercero, junto a una nube, ofrece al Niño Jesús una pera.

La obra muestra un pasaje de un evangelio apócrifo en que las estatuas de los dioses paganos caen como símbolo de la llegada del cristianismo

Como es uno de sus rasgos de identidad, Antonio del Castillo tiene un tratamiento muy exuberante del paisaje en que camina la Sagrada Familia, con muchos árboles y profundidad. Al fondo se llega a adivinar una ciudad, en un espacio con muchos contrastes entre la vegetación y la luz que llega desde un cielo con nubes y con mucho dinamismo.

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