Es el 31 de marzo de 1967. Jimi Hendrix se disponía a abrir en el Finsbury Park Astoria de Londres su esperada gira que había generado toda clase de expectativas entre un público hambriento de nuevas experiencias.
La Jimi Hendrix Experience era ya una banda de referencia del rock psicodélico, y Jimi Hendrix estaba considerado en ese momento como el guitarrista más grande de toda la historia del rock, con permiso de los Jimmy Page y Eric Clapton que también empezaron a dar que hablar a finales de los 60, ambos, curiosamente, surgidos de aquella cantera de grandes guitarristas que fueron los Yardbirds.
Jimi Hendrix llevaba tocando en garitos o como guitarra de apoyo desde 1960. Su gran oportunidad se la ofreció un año antes, en 1966, Chas Chandler, bajista de The Animals, quien lo vio tocar en el Caf, Wha? de Londres generándole una enorme impresión.
Chandler apadrinó al guitarrista y, moviendo los contactos apropiados, dio forma a la banda The Jimi Hendrix Experience.
El debut no podría haber sido más espectacular: Hey Joe y Purple Haze. Dos sencillos que irrumpieron como un carro de combate.
De aquella gira que daba sus primeros acordes en el Finsbury Park Astoria surgiría un álbum debut para la historia de la música: Are You Experienced?
Sin embargo, el público congregado aquel 31 de marzo de 1967 no estaba preparado para lo que iba a suceder.
Tras sus habituales contorneos de serpiente, sus virguerías con la guitarra tocando con la guitarra en la espalda, desde el suelo o con los dientes, Jimi Hendrix lanza la guitarra Fender al suelo a mitad de Wild Thing, la rocía con un líquido inflamable, se pone de rodillas ante ella, saca una caja de cerillas, la enciende, la lanza sobre el instrumento musical…, y no sucede nada.
La idea era buena. Había sido del mismo Chas Chandler a la búsqueda de algo impactante que lanzara a la banda y al álbum cuyo lanzamiento se estaba ultimando.
Jimi Hendrix, con movimientos chamánicos de sus manos y sin dejar de sonreír encendió otra cerilla, y otra, y otra. Pronto las cerillas empezaron a acumularse en el suelo, pero la preciosa Fender se negaba a la inmolación.
Finalmente, aquello prendió. Una tímida llama jugueteaba sobre la superficie de la guitarra. No era la pedazo llama que esperaban Chandler y Hendrix, pero era suficiente. Y, sin embargo, ese error de combustión pudo haber sido fatal y destruir la carrera de Hendrix cuando estaba arrancando.
El combustible de repente se inflamó y una enorme llamarada quemó las manos del guitarrista. Aguantando el dolor, continuó el show, agarró la guitarra, la agitó agarrándola como un hacha y la destrozó contra el suelo. Luego abandonó el escenario y se fue derechito al hospital para que le trataran las quemaduras de las manos.
Hendrix repetiría el número meses más tarde en el Festival de Monterrey y, desde entonces, lo incluiría en muchos de sus conciertos.
Mancillar el himno nacional
Este jueves se cumplen 55 años de la muerte de Jimi Hendrix el 18 de septiembre de 1970 a los 27 años. Desde el instante de su muerte, Hendrix se convirtió en el más emblemático de los Club de los 27, ese macabro grupo de artistas malditos que, fruto de sus abusos del alcohol o las drogas, o resultado de un asesinato, suicidio o fatídico accidente, encontrarían la muerte a los 27 años.
Formarían también parte otros míticos músicos como Jim Morrison, Janis Joplin, Kurt Cobain o Brian Jones engrosando uno de los mayores mitos de la historia de la música moderna.
El episodio narrado antes da buena prueba de la personalidad de Jimi Hendrix, un músico que, se podría decir, abrió las puertas de la percepción de par en par.
Tras él, otros muchos imitarían el gesto de Hendrix y destrozarían sus guitarras o la batería sobre el escenario, un gesto que terminó convertido en todo un icono antisistema del movimiento punk.
Pero no fue el único gesto sedicioso protagonizado por Jimi Hendrix. De hecho, lo que horrorizó a la conservadora sociedad estadounidense de los 60 vendría más tarde, durante el primer festival de Woodstock, el 18 de agosto de 1969.
Lo cierto es que el clima era propicio para lo que iba a suceder. La guerra de Vietnam bullía en la otra punta del mundo y el público estadounidense se horrorizaba al ver llegar los ataúdes de los soldados estadounidenses muertos en una guerra en un país demasiado lejano como para comprenderla.
Además, la mayor parte de los caídos pertenecían a las clases más humildes de la sociedad estadounidense, mientras que los hijos de las familias poderosas se escaqueaban del deber para con la patria. Había un a fuerte percepción de injusticia.
Los años 60 eran también los años del miedo, la guerra fría, la amenaza nuclear, el miedo a la Unión Soviética, la crisis de los misiles de Cuba, la muerte de Kennedy, la presidencia de Nixon…
Las drogas se convirtieron en un elemento cultural más de una juventud que no conoció los sacrificios de la Segunda Guerra Mundial y que se sentía desarraigada. Irrumpieron con fuerza las drogas de diseño y, con ellas, la psicodelia.
Los jóvenes leían compulsivamente a los escritores de la Generación Beat, a rebeldes sin causa como Jack Kerouac y su En la carretera, Allen Ginsberg y el desgarrador Aullido, o William Burroughs y su impactante El almuerzo desnudo.
Kerouac, Ginsberg y Burroughs continuaron el camino abierto por JD Salinger con El guardián entre el centeno. El personaje Holden Caulfield fue, en muchos sentidos, el primer beat, el primer integrante de una generación contracultural que eclosionaría en el movimiento hippie y el antibelicismo.
En el ámbito del cine, la cosa estaba igual de caliente: Rebelde sin causa, Salvaje…, cintas que recogieron en gran parte el sentir de una juventud desencantada.
Pero será en la música donde el movimiento contracultural encuentre su elemento aglutinador, con músicos surgidos de la fusión de elementos diversos procedentes de la música, la literatura y las filosofías orientales: son los años de Bob Dylan, los Beatles, los Rolling Stones, The Doors, Led Zeppelin, Janis Joplin… Y, por supuesto Jimi Hendrix.
Cuando Jimi Hendrix y su banda se suben al escenario de Woodstock aquel 18 de agosto del 69, el panorama era desolador. De los 400.000 asistentes que acudieron al macroevento apenas quedaban unos 30.000. Los demás habían huido despavoridos por las malas condiciones climáticas y problemas organizativos que hizo que los asistentes se quedaran sin comida y que el lugar del festival se convirtiera en un lodazal de condiciones higiénicas pavorosas.
Hendrix tenía que levantar los ánimos, y sabía cómo hacerlo. Entre las críticas vertidas sobre el festival, una de las más repetidas era su supuesto antipatriotismo. No se había interpretado en ningún momento el himno nacional.
Hendrix tomó la guitarra y comenzó entonces a tocar los acordes del Star Spangled Banner. No era la primera vez que lo hacía. De hecho, era habitual en sus conciertos que empezara con el himno de Estados Unidos.
Sin embargo, en Woodstock, en el contexto descrito y con los 30.000 asistentes convertidos en una olla a presión de sentimientos, el efecto fue catártico.
Y, finalmente, como los amargados nunca están contentos, los mismos que criticaron Woodstock por su antipatriotismo volvieron a criticar la interpretación que Jimi Hendrix hizo del himno. ¡Horror!: lo había convertido en un himno hippie.