El Magdeburg, campeón de Europa, tomó el Palau y se llevó la victoria por un tanto porque con el reloj a cero Barrufet falló un penalti que se le fue al poste: 21-22 (12-15). Eso fue la anécdota de un encuentro viril, duro, intenso, interesante, en que el resultado fue lo de menos, aunque sea la segunda derrota del Barça en los tres últimos encuentros europeos disputados en casa.

Sin Dika Mem el Barça es menos Barça. La solución de Janc no es suficiente porque el esloveno no puede aportar la magia del lanzamiento del francés, y obliga a que Gómez juegue la hora del partido, aunque lo que realmente le falló al cuadro de Ortega fue el central: ni Makuc ni Petar Cikusa están al nivel que se les exige.

En la primera mitad el cuadro alemán pudo romper el partido porque, además, el Barça patinó en su ataque de siete contra seis. El Magdeburg llegó a los cuatro goles de diferencia aprovechando la movilidad de su primera línea.

En la segunda parte se multiplicó la intensidad, se igualaron las pérdidas y el choque entró en una dinámica de igualdad marcada por los dos porteros. Los ataques eran obligatoriamente largos, con choques, con dureza, con incertidumbre, con un Barça apelando al orgullo.

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Parecía que los campeones podían ganar en un último ataque que paró Nielsen para dar margen de segundos a sus compañeros de lograr el empate. Frade forzó la jugada del penalti, porque su pase a Fabregas que acabó en gol se anuló en un final tan caótico que Barrufet falló los siete metros. Lo más positivo para el Barça fue comprobar que su futuro portero, Hernández, está a un gran nivel: MVP del partido.

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