La palabra ‘fenómeno’ hace referencia, en esencia, a cualquier manifestación que se presenta a la conciencia y puede ser percibida por los sentidos o la … inteligencia. De la misma forma, el uso más común del término se adhiere a sucesos que, en un principio, desafían la explicación o desconciertan a quienes lo observan, pudiendo resultar extraordinarios y sorprendentes. Queda apuntada la teoría. Adaptémosla entonces a La Mar de Músicas. Aunque antes convenga echar la vista atrás. Muy atrás.
-
Dal:um, Plaza del CIM
Notable -
W24, Plaza del Ayuntamiento
Notable -
Sunwoojunga, Patio del antiguo CIM
Sobresaliente -
Bewave, Explanada del Puerto
Correcto -
Mala Rodríguez, Explanada del Puerto
Correcto
Durante la década de los noventa, perdón por el vértigo, bandas como los Backstreet Boys o las Spice Girls, por citar las todavía hoy más populares, aterrizaron en el mundo, despachos mediante, dispuestas a poner todo patas arriba. Arrasar. Conquistar. Vender, vender y vender. Y vender un poco más. Las medias tintas relegadas a las hojas marcadas de la duda. Sucedió. Y su legado sigue vigente. Primero, porque de aquellas formaciones quedaron un buen puñado de hits incontestables. Segundo, porque hablamos de un tipo de propuesta que caló profundamente en varias generaciones que mantienen encendida la llama de un modelo artístico que, partiendo del chispazo pop, ha ido modelando sus formas y contenidos a lo largo de los años. En ese sentido, Corea del Sur se ha convertido en un eje central de esta nueva etapa dorada de la fórmula a través del K-Pop (abreviatura de Korean Popular Music), movimiento que sumó sus primeros momentos de gloria a comienzos de los 2000 con grupos como Seo Taiji & Boys y solistas como BoA y que, ubicada actualmente en la cuarta etapa de su historia, se ha asentado con firmeza como, acertaste, un fenómeno imparable.
Ventas millonarias, tendencias y modas adaptadas a sus pasos, conciertos multitudinarios desde prácticamente el primer día, viralidad diaria, campañas de promoción descomunales, colaboraciones de renombre y, por encima de todo, un fanatismo desatado que hace de su público uno de los más pasionales. Cuesta imaginar un desenlace cercano para un género que controla un alto porcentaje de la industria con pulso de hierro, sonrisa de diseño, cuerpo de baile, outfits elaboradísimos, producciones gigantescas y estribillos pensados y ejecutados para disparar los niveles del delirio y el tatareo. Un estilo que también dominó, en su desencadenada voracidad, gran parte de la jornada gratuita de la trigésima edición de La Mar.
Así, tras el minimalista arranque de Dal:um, dúo formado por Ha Suyean y Hwang Hyeyoung, virtuosas de las cítaras tradicionales gayageum y geomungo que lograron generar un agradecido oasis de calma y belleza en la plaza del CIM, W24 prendió la mecha del K-Pop frente al Ayuntamiento apostando por la vertiente de un rock tan almibarado como refrescante, tan reconocible como gozoso. Liderada por el chileno Cheong Ho-won, dato clave para entender la interpretación que realizaron en castellano de algunos temas, incluyendo, atención, una versión de ‘Un siglo sin ti’ de Chayanne (¡!), la banda conquistó a propios y extraños con un repertorio directo y potente. Le deben bastante a otras propuestas de corte (muy) similar como Blink 182, The Rasmus o Sum 41 (en sus mejores momentos) o el primer Justin Bieber, Jonas Brother y los musicales de Disney Channel (en los peores), pero W24 demostraron tener la suficiente energía propia, buenas canciones y capacidad de sorpresa, aburrirse con ellos fue misión imposible, como para convertirse en una de las sorpresas más gratas de lo que llevamos de edición.
Un primer golpe de derribo para los posibles prejuicios existentes hacia un lenguaje artístico que apareció posteriormente sobre el escenario de la explanada del puerto en su formato más descarado con el grupo femenino Bewave. Fuera instrumentos, dentro coreografías. Fuera improvisación, dentro movimientos, estética y dinámicas estudiadas al milímetro. Fuera voces, dentro, ejem, playback, elección que anula cualquier tipo de posible análisis musical de una simpática actuación que al menos contó con algunos temas funcionales y vistosos como ‘Never lose you again’ o ‘Dynamite’. Hubiera estado bien tener la oportunidad de escucharlos con voces en directo, aunque entiendo que esa idea nunca estuvo, nunca está, sobre el tablero. Porque es otro juego y precisamente ahí reside la gracia, en tratar de descifrar pistas que nos ayuden a alcanzar la explicación final de uno de los múltiples rostros del fenómeno. Mientras tanto, sigamos danzando al ritmo de este choque cultural con la curiosidad alerta. Y con orejas de gato y lightsticks, que hay que decirlo todo.
Categoría de descubrimiento
Rápido y al pie: Sunwoojunga firmó el concierto más redondo del día. Y con amplia diferencia. Basta de etiquetas y ataduras. Canciones: compactas, vibrantes, luminosas, emotivas, brillantes. Derrochando carisma, empatía y magnetismo, la artista coreana hizo suyo el patio del antiguo CIM con un espléndido directo donde fue intercalando joyas rociadas de pop, soul y R&B con deliciosos medios tiempos de swing, pop y jazz con toques de vals y music hall. Fusión con sentido, derroche vocal, melodías fascinantes y detalles ganadores como la sedosa interpretación de ese bolero inagotable titulado ‘Sabor a ti’ que terminaron de situar a Sunwoojunga en la categoría de descubrimientos marca de la casa Mar de Músicas. De los inconfundibles. De los que llegan para quedarse.
Lujo (coreano)
Por último, Mala Rodríguez apareció con la mirada desafiante y el colmillo afilado para echar el cierre a la madrugada. Poseedora de una trayectoria repleta de éxitos, polémicas, discos notables y algún que otro traspiés mayúsculo, la jerezana anda festejando los veinticinco años de su cumbre artística, ‘Lujo ibérico’, uno de los debuts más relevantes e influyentes del rap español. Un trabajo que, como quedó demostrado en Cartagena, mantiene intactas las virtudes que lo elevaron a la condición de clásico. Y es que, aunque la novedad rompedora hace tiempo que mutó en ortodoxia completamente normalizada, temas como ‘La cocinera’ o la infalible ‘Tengo un trato’ continúan sonando con el ímpetu de una puerta tumbada de un zarpazo. La Mala sabe lo que tiene entre manos, es plenamente consciente del color dorado de estos temas fundamentales para entender (y defender) su particular reino, y por eso resultó satisfactorio verla compartirlos con tanto respeto y convicción. No siempre sucede, incluso durante la actuación hubo varias piezas recientes que recibieron un tratamiento infinitamente más desganado como ‘Mujer bruja’ o ‘Aguante’, así que conviene subrayar las buenas noticias. Una convincente versión de La Mala con la que concluyó una jornada a la que Corea aportó el fenómeno. Y el lujo.