El periodista Chapu Apaolaza cuenta que correr el encierro es un ejercicio de amor a la vida. Esta reflexión supone una paradoja que sólo entienden los que se ponen cada mañana delante de los toros en los sanfermines, en San Sebastián de los Reyes o en Guadalajara, la única capital de provincia junto a Pamplona donde se corren por las calles las reses que se van a lidiar por la tarde. ¿Por qué es un acto de adoración de la propia vida si realmente la estás poniendo en juego? Esa es la gran contradicción, imposible de explicar desde un prisma ajeno a este espectáculo. Para valorar la vida hay que respetar la muerte, y una y otra siempre han estado unidas en el universo taurino, dentro de la plaza y en cualquier festejo que tenga al toro como protagonista.
Desconozco si hay un manual o un tutorial en YouTube para instruir a alguien que quiera correr el encierro por primera vez. Tampoco serviría de nada. Aunque hay unas pautas y unos criterios básicos, para realizar una buena carrera hay que reunir un serial de cualidades y no todas se pueden aprender ni entrenar. Convivir de forma tan cercana con la muerte en un sprint de apenas unos segundos, además de las evidentes condiciones físicas y del conocimiento del animal al que vas a intentar templar con la carrera, exige una fortaleza mental capaz de sobreponerse al miedo y al entorno. Y una cosa es ver los toros pasar -lo que hacemos una gran mayoría- y otra muy diferente correr en la cara de los animales, un espacio reservado para un grupo de elegidos.
César García Navarro lleva jugando en la champions de los encierros casi 30 años y domina la escena como nadie, en el fondo y en la forma, siempre exquisita y elegante. Acumula cientos de festejos, con un coqueteo permanente con el riesgo, que es lo que le llena. Me llama al poco de finalizar el primer encierro de Guadalajara y quedamos. Le veo desbordante, por su carrera -dominadora, como casi siempre- y por el momento histórico que ha vivido la ciudad, con un cambio de recorrido que abría muchas dudas y muchos interrogantes. El resultado, al menos en el primer día, ha sido de un éxito rotundo, sin ambages. La imagen de la manada, dispersa, con huecos suficientes para la carrera, subiendo por la calle mayor es espectacular, luciendo mucho más que en primer tramo del anterior recorrido. Lo afirmo sin rubor, después de mantener abiertas dudas sobre la idoneidad de esta modificación, no tanto por el entorno o por la oportunidad, sino por una cuestión de viabilidad. Me consta que técnicamente ha habido muchos inconvenientes, prácticamente hasta el último minuto. También sé que hay aspectos que se pueden mejorar, como la salida de los toros de los corrales, para que todos los animales salgan en tiempo y forma. Pero el primer examen se ha pasado con nota y eso ha servido para tapar la boca a los escépticos que sólo hemos creído cuando hemos visto, como santo Tomás.
Una vez que tenemos la evidencia tangible de que era posible y lo han conseguido, toca felicitar a los que lo han sacado adelante, desde el Ayuntamiento de Guadalajara -equipo de Gobierno, técnicos y funcionarios a la cabeza- y desde la Federación Taurina de Guadalajara, actores indispensables de este éxito. Es un paso clave para el reconocimiento de los encierros como Fiesta de Interés Nacional y es la prueba también de que vencer el inmovilismo permite abrirse al crecimiento. El siguiente paso puede ser retrasar el horario de comienzo del encierro, de las 8 a las 11 de la mañana, como otro avance para seguir dinamizando la ciudad.