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Es la noticia cultural del año en Cataluña: el famoso cuadro de La Madona de Portlligat, de Salvador Dalí, ha vuelto donde su autor siempre quiso que estuviera, al museo que lleva su nombre en Figueres (Girona).

No ha sido fácil. El cuadro está en manos privadas y, a pesar de que estuvo a punto de formar parte de la colección permanente del Teatro-Museo Dalí de la ciudad gerundense, nunca pudo ser.

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Fue un problema político, económico y social, en el que el expresidente de la Generalitat Jordi Pujol está implicado. Por tanto, la historia se remonta a hace décadas. 

Todo empieza en septiembre de 1982. El acuerdo parecía hecho. La prensa catalana anunció que la Generalitat estaba a punto de adquirir La Madona de Portlligat.

Qué pasó con el caudro 

Las informaciones afirmaban que el Consell Executiu ya había dado el visto bueno. Incluso se hablaba de su posible exhibición en una retrospectiva en Madrid, Barcelona y Figueres. 

El precio de la transacción rondaba los 100 millones de pesetas de entonces, es decir, más de 600.000 euros. Para lograrlo fue crucial la intermediación del galerista Fernando Guereta y del entonces presidente Jordi Pujol, quien se implicó personalmente en las negociaciones. 

La riada que arrasó con todo

El director general de Patrimonio, Jordi Bonet, viajó a Estados Unidos para cerrar el acuerdo. La operación estaba prácticamente cerrada: La Caixa se comprometía a adelantar 90 millones y el resto lo cubriría el Departament de Cultura.

Pero todo se torció en octubre. En octubre de ese año una riada arrasó el municipio pirenaico de El Pont de Bar. Hubo diez víctimas mortales y pérdidas materiales estimadas en 6.000 millones de pesetas. 

La carretera del Pont de Bar tras las lluvias

La carretera del Pont de Bar tras las lluvias

WIKIPEDIA

Afrontar la reconstrucción de la zona y asumir la recuperación del cuadro de Dalí parecía inasumible. Ante la catástrofe, Pujol decidió destinar los fondos disponibles a la reconstrucción del Alt Urgell

La compra de la obra quedó en suspenso y, finalmente, se perdió la oportunidad de incorporarla al patrimonio público catalán. Nunca más se trató el tema.

Rumbo a Japón

Tras la renuncia de la Generalitat, el cuadro fue adquirido por un magnate japonés. Más tarde, tras la ruina económica de su propietario, pasó a manos del grupo financiero Credit Saison, y desde 2009 forma parte de la colección del Museo de Arte de Fukuoka.

En estas más de siete décadas, La Madona de Portlligat solo ha regresado a Europa en tres ocasiones: Charleroi (1985), Venecia (2004) y Colonia (2006). Siempre en el marco de grandes exposiciones internacionales y nunca en Cataluña. Hasta hoy.

El regreso a Cataluña

La actual cesión a Figueres supone la primera vez que la obra vuelve a Cataluña desde su partida a mediados del siglo XX. Aunque se exhibirá sólo durante cinco meses en calidad de préstamo desde el Museo de Arte de Fukuoka.

El cuadro se considera una de las piezas centrales de la etapa mística de Salvador Dalí, iniciada tras la Segunda Guerra Mundial. A través de ella, el artista exploró el simbolismo religioso, la ciencia y la tradición renacentista.

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La etapa mística de Dalí

Para Dalí, el cuadro representaba una síntesis entre el arte universal y el arraigo local, un vínculo entre la espiritualidad y el paisaje mediterráneo de Portlligat. Aquí se ve a una virgen y aun niño Jesús con gente cercana al pintor y con su pueblo de fondo. 

De ahí que el catalán lo quisiera en su tierra. En una carta a su secretario y familiar Gonzalo Serraclara, Dalí expresó su deseo de que el cuadro permaneciera en Barcelona. No fue posible. Tras finalizarlo, en 1950, fue adquirido por el coleccionista canadiense James Hamet Dunn, lo que marcó el inicio de un largo periplo internacional. 

Cómo es el cuadro

El lienzo, de grandes dimensiones —2,75 por 2,10 metros—, es uno de los cuadros más reconocibles del genio catalán. Se inspira en la obra del renacentista Piero della Francesca y presenta a una virgen con los rasgos de Gala, esposa y musa del pintor. 

En el centro del cuadro, una ventana abierta en el pecho de la Virgen deja ver al Niño Jesús, cuyo rostro reproduce los rasgos de Joan Figueras, hijo de un pintor amigo de Cadaqués. El fondo muestra la bahía de Portlligat, lugar donde Dalí residió gran parte de su vida. 

'La Madona de Portlligat' en el Museo-Teatro Dalí de Figueres

‘La Madona de Portlligat’ en el Museo-Teatro Dalí de Figueres

EFE

La obra fue concebida en plena etapa de exploración religiosa de Dalí. Poco antes de finalizarla, el artista llevó un boceto a Roma. Se lo llegó a mostrar personalmente al papa Pío XII durante una audiencia en el Vaticano. 

Antes de su venta, La Madona de Portlligat se exhibió en Nueva York, París y Londres, despertando el interés del público y la crítica. En 1952 formó parte de la I Bienal Hispanoamericana de Arte, celebrada en Madrid y Barcelona, junto a otras obras como Cristo de San Juan de la Cruz (hoy en el Museo de Glasgow) y La espiga (óleo propiedad de la casa Chanel de París).

Una obra viajera

Pese al éxito de expertos y público, que hacían largas colas para verlo, el contexto de posguerra en Cataluña hizo que ni coleccionistas ni instituciones pudieran adquirir la pintura. Así, la obra fue dando tumbos.

La Madona de Portlligat es uno de los cuadros más únicos de Dalí, también de los más espectaculares. El coleccionismo se lo ha hecho suyo y ni Pujol pudo hacerse con él. Ahora, la virgen Gala y el Jesús Figueras vuelven a su tierra, como quería Dalí. Aunque solo sea por cinco meses.