Este sábado 20 de septiembre a las 16:00, en la Feria Internacional del libro de Guayaquil, el público podrá escuchar la lectura de fragmentos de tres nuevas novelas ecuatorianas. Estas forman el proyecto Onirias, del sello Flâneuse, de la editorial independiente Cadáver Exquisito.

Las voces son de las artistas escénicas Ángela Arboleda, Lorena Toro y María Ortega, con el acompañamiento del escritor Santiago Toral Reyes, leyendo La noche artificial, de Solange Rodríguez Pappe; Me llamo Claudia Cardinale, de María Paulina Briones; y Objetos del cielo profundo, de Andrea Crespo Granda.

La noche artificial, de Solange Rodríguez Pappe

Rodríguez nos sumerge en el mundo de los sueños, aquellos que su protagonista busca pero rara vez llegan; “gordos, saludables”, al mismo tiempo extraños y cargados de significado. Agotada de una vida de productividad, tiende a pasar sus noches en negro, con la sensación de haber dejado algo pendiente; pero cuando los sueños emergen, su vida se robustece, alimentada por esa otra dimensión.

El lector se ve tentado a soñar también, siguiendo esa reconocible pauta de conversaciones imposibles, escenarios cambiantes y la naturalidad del soñador para aceptar todo lo que ocurre, por más extremo que sea.

Me llamo Claudia Cardinale, de María Paulina Briones

Tendremos que seguir leyendo para saber cuál es el papel de la diva del cine italiano, porque primero volamos rumbo a La Habana, un viaje atravesado por la noticia de dos personas que, escondidas en el tren de aterrizaje del avión, caen a la pista. A pesar de la tragedia, la pasajera de esta historia debe seguir, tiene que ir a la isla, siguiendo una predicción de hace 20 años.

Ella no puede evitar hacer una comparación entre su ciudad y la caribeña, pero también entre la historia de esta y la suya, de luchas, de derrotas, de sueños interrumpidos y de cementerios. “¿No es la vida una historia sobre el fracaso?”.

Objetos del cielo profundo, Andrea Crespo Granda

Vamos cayendo en otra dirección, en el horror de una inexplicable invasión de moscas y gusanos en un pequeño departamento, hasta que la dueña empieza a preguntarse si no están allí por ella, tratando de devorarla en vida.

Ocurre justo cuando su relación está muriendo, según cree, por la infidelidad y por la diferencia de edad. Mientras su pareja, a quien ella no comprende, vive una emoción distinta: ha empezado a ver por fin la convivencia como algo imperfecto y, por tanto, vivo y real.

“Conectadas no solo por el sueño, sino también por Guayaquil”

Estas tres novelas se unieron en una convocatoria literaria. “Íbamos a concursar por separado, pero nos dimos cuenta de que estaban conectadas no solo por el sueño, sino también por Guayaquil como una presencia onírica, donde ocurren huelgas, la pérdida de un padre, la pérdida de la memoria, la desaparición de los edificios. Lo asumimos como un trabajo coral con el nombre de Proyecto Onirias”, explica Crespo.

Cadáver Exquisito, conformada en 2013, ha publicado en su mayoría a escritores ecuatorianos, pero también hay en su catálogo plumas latinoamericanas, hace notar Crespo. “Vemos la importancia de las editoriales independientes como los espacios en los que la curaduría, la búsqueda de otras escrituras fortalece la bibliodiversidad de las letras ecuatorianas, que ya no se encuentran anquilosadas, separadas de las audiencias y las comunidades lectoras”.

Rodríguez, por su parte, cree que las pequeñas editoriales ecuatorianas, aunque nunca han vivido tiempos favorables, han sido “valientes”, y que con el impulso de las potencias femeninas que integran la colección, “estas naves de sueños van a llegar al puerto de nuevos lectores”. Remarca algo importante de esta FIL: “Está apostando por publicaciones jóvenes e independientes, más que por autores internacionales; ya han pasado (tres) días de feria y los auditorios están llenos, la gente está interesada en escuchar de literatura; oí de boca de una de las autoras que es un momento para cambiar las narrativas relacionadas con el horror y la violencia y reemplazarlas con narrativas que tengan que ver con otros espacios y, por qué no, con los sueños, donde todo es posible”.

El trabajo con los sueños, aporta Briones, es parte de una indagación personal de años. “La escucha de la narración de sueños, y las lecturas sobre literatura de estos temas han sido fundamentales”. El sueño, explica, es un universo de gran potencialidad y originalidad, donde todo se articula y desarticula sin leyes. En su caso, en la niñez escuchó que ella había heredado la capacidad del sueño clarividente de una tía, y sin entrar a discutir la veracidad de esta afirmación, destaca que esa narrativa se plantó en su cabeza, y floreció con el tiempo hacia la literatura.

Crespo agrega que en sus historias están los paisajes que en una ciudad como Guayaquil han sido subyugados: el estero, el río, los bosques. “Son los ecosistemas con mayor riesgo de daño por depredación (humana). Han sido tomadas sin compasión. Nuestros personajes están introduciéndose en la naturaleza, reconectando con esta tierra a la que hemos dado la espalda”. Y ya que se escribe de Guayaquil, ¿se trata de ponerla en relevancia? “Para nosotras es fundamental que Guayaquil deba estar en el mapa mental de los guayaquileños, a través de no permitir que sigan ocurriendo ecocidios”. (F)