La lucha contra el alzhéimer está entrando en una nueva era. Lejos de la resignación, la comunidad científica avanza hacia un futuro donde la detección precoz, los análisis de sangre y las terapias combinadas podrían cambiar radicalmente el curso de la enfermedad.

Los datos de la Sociedad Española de Neurología (SEN) son contundentes, hay unos 800.000 casos en España, y se prevée que para el 2050 la cifra se duplicará, o incluso triplicará. El futuro del diagnóstico del alzhéimer no requerirá una punción lumbar ni costosas pruebas de imagen. La gran revolución, según Pascual Sánchez, secretario del grupo de Conducta y Demencias de la SEN está a punto de llegar a las consultas. “Lo que tenemos ahora disponible, desde luego, en investigación clínica y pronto ya en la clínica son las pruebas en sangre”. Este avance permitirá “diagnosticar la enfermedad de Alzheimer con un análisis de sangre” con una fiabilidad “equivalente a lo que hablábamos antes del líquido cefalorraquídeo del PET”. Este cambio, asegura, “va a revolucionar un poco el diagnóstico” y hará que errores pasados, donde hasta un 30% de los diagnósticos clínicos eran incorrectos, sean “algo que que pasará”.

Pero la ambición de los investigadores va más allá de un simple “positivo o negativo”. La siguiente frontera es desarrollar un test que no solo diagnostique, sino que permita “estadiar la enfermedad, es decir, que el test en sangre no solo te sirva para el diagnóstico, sino para decir en qué fase estás de la enfermedad”. El objetivo final es la “medicina que se llama personalizada”. Sánchez es claro en este punto: “lo que no existe realmente es el Alzheimer puro”. Lo que se encuentra en el cerebro de los pacientes es una “mezcla de patologías”. Por ello, los nuevos biomarcadores buscarán “capturar lo que está pasando en el cerebro del paciente, que entendamos mejor esa biología”.

Adelantarse a los síntomas: la prevención como meta

El diagnóstico precoz es la piedra angular de la estrategia futura. La meta es clara: “diagnosticar al paciente, incluso aunque tenga muy poquitos síntomas o ninguno“. Esto abre la puerta a un escenario que hasta hace poco parecía ciencia ficción: “detectar en gente asintomática quién está en riesgo importante de desarrollar la enfermedad para hacer terapias preventivas”.

Para que esto sea una realidad a nivel de salud pública, como los cribados de cáncer de colon, es necesario “tener garantías de que vas a tener una intervención que que realmente es efectiva”. La expectativa realista no es una cura total, sino cronificar la enfermedad. “Estas enfermedades no se curan, pero lo que buscamos es que no se manifiesten”. La estrategia sería “detectar a la gente que tiene la patología ya, pero que no le da ningún problema y mantenerla así el mayor tiempo posible”. El impacto sería monumental. Según el Sánchez, “hay estudios que dicen que si retrasamos el curso de la enfermedad 5 años, solo 5 años, la prevalencia disminuiría a la mitad“, porque al ser gente mayor “se moriría de otra cosa sin desarrollar una demencia”.

Terapias del futuro: combinación de fármacos y neuroestimulación

Los nuevos fármacos antiamiloides que “van a llegar a la clínica” son “ilusionantes” y suponen “un paso muy importante”. Sin embargo, no serán una bala de plata. El futuro terapéutico pasa por un abordaje más complejo. “Probablemente no solo con un fármaco, pero sí con una combinación de fármacos que vayan contra estas proteínas y contra otros fenómenos patológicos como la inflamación”. La estrategia será una “terapia múltiple como pasa con el cáncer o con el sida“. El optimismo es palpable: “así como hace unos años pues los resultados eran todo muy negativo, pues ahora parecen que con las nuevas herramientas empiezan a ver resultados que son prometedores”.

Más allá de la farmacología, emerge con fuerza otro campo de investigación: la neuroestimulación. “Cada vez hay datos más interesantes de que con estimulación bien magnética o eléctrica podemos mejorar síntomas, incluso aumentar la plasticidad cerebral“. Esta vía es un “campo muy muy interesante” porque, además de sus potenciales beneficios, “no tiene apenas efectos secundarios”.

Finalmente, el futuro del tratamiento será integral. Estas nuevas terapias irán “de la mano de lo que ya sabemos que funciona: estimulación cognitiva, que el paciente haga ejercicio, que coma bien, que se cuide la tensión”. Las estrategias clave son dos: “terapia múltiple y o terapia muy precoz, lo que sería prevención secundaria”. La tendencia es clara: un futuro donde el alzhéimer se detecte antes, se trate de forma personalizada y se aborde desde todos los frentes posibles.

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