Cuando un torero pisa el albero, sólo hay un toro, un capote, el miedo y la responsabilidad. Y eso no entiende de sexos, edades o nombres. Habitualmente, ese momento lo protagonizan hombres y son pocas las valientes que deciden adentrarse en los abismos inescrutables … de un ruedo, con todo lo que ello conlleva. Esa imagen cambió por completo el pasado fin de semana en la en la plaza de toros de Salamanca. Léa Vicens, Raquel Martín y Olga Casado trenzaban el paseíllo en una inusual imagen.
Cada una llevaba a sus espaldas sus carreras, sus esfuerzos, sus sueños, y su lucha en un mundo tan difícil, tan complicado, donde hay tan pocas plazas. Luchan con las mismas armas, con su verdad, capacidad y entreno, porque viven por y para el toro, ese que pone a cada uno en su sitio, sin entender de nada que no sea la total entrega. «El toreo es talento, valor, capacidad…», así lo entiende Léa Vicens. «Por eso, yo no he sufrido nunca de machismo, y de eso ya no hay en el mundo del toro», porque cuando sacrificas toda tu vida y trabajas mucho, te respetan, independientemente del sexo. «Mis compañeros ven la cantidad de horas que paso entrenándome, los caballos que los estoy domando yo, y eso lo respetan y te valoran». ¿Y por qué hay tan pocas mujeres? Léa tiene la respuesta, entre risas: «Será porque a lo mejor a ellas no les apetece meterse en esto, porque es muy sacrificado. No es porque el hombre le diga que no. Nosotras no tenemos trabas, es porque hay que ser muy raro para meterse en esto, y siendo mujer, más rara todavía».
Léa Vicens
GUILLERMO NAVARRO
Olga Casado no lo ve así, y no entiende por qué no hay más chicas. Como decía Vicens, ningún hombre lo impide, y «no sé por qué no se quieren dedicar a querer ser torero, porque yo soy mujer y yo sí que me quiero dedicar a ello. Es mi sueño, mi pasión. Es un mundo muy duro, muy difícil, muy ingrato, casi imposible… Pero yo como mujer sí lo estoy intentando, y voy hasta el final», explica Casado, que señala que «yo estoy toreando con hombres siempre, quitando en Salamanca. No creo que sea una profesión de hombres y mujeres, sino de toreros». Lo mismo piensa Léa: «Los toreros se deben de valorar por su talento, no por su género».
«En las estadísticas somos poquitas, quizás porque se ha visto poco la imagen de una mujer en el ruedo, y a lo mejor se atreven menos chicas a querer dar el paso de intentarlo», dice al respecto Raquel Martín, que tampoco ha visto discriminación alguna. Desde que empezó en la escuela taurina de Salamanca, tras ver una corrida en Santander en 2017, siempre ha sido una alumna más. «Al final todos estamos en la misma lucha, por el mismo sueño, y no creo que tengamos que tener trato de favor ni muchísimo menos, como tampoco lo tenemos en contra», explica. Recuerda a las mujeres toreras que han abierto el camino a las que ahora están intentando caminar en él, y, gracias a eso, «hoy día se valora lo que se hace en el ruedo. Creo que somos respetadas como cualquier otro novillero y yo estoy muy orgullosa de ello».
Aunque este año las cosas estén funcionando bien, siempre se pide un poco más. Pero ahí el problema viene porque «las novilladas están limitadas y es difícil para todos, no sólo para nosotras. Al final, yo siempre he considerado que soy una más del escalafón, no tengo menos oportunidades que ningún otro compañero». Muchos empezaron como ella: sus padres son aficionados y desde pequeña ha ido a los toros. «Pero le voy a contar una anécdota: tengo un hermano tres años menor que yo, y cuando éramos pequeños, el que quería ser torero y el que se disfrazaba era él. A mí me gustaban un montón, y lo disfrutaba muchísimo, pero no lo veía tan intensamente desde tan pequeña». Sólo que, en aquella tarde en el coso de Cuatro Caminos, algo cambió para Raquel, que se empezó hacer una pregunta: «¿Por qué una persona se pone delante de un toro, aún sabiendo el riesgo que tiene? Para mí el valor que tenía un torero cobraba otro sentido, y yo quería descubrir ese sentido, ese sentimiento que alberga alguien delante de un toro. Entonces fue cuando les pedí a mis padres que me dejaran apuntarme a la escuela taurina de Salamanca».
Raquel Martín antes de torear en «su plaza», La Glorieta
GUILLERMO NAVARRO
Algo más tarde le entró el veneno taurino a Léa. Estaba ya estudiando la carrera, con las ideas muy claras: «Yo no estaba dispuesta a otra cosa que a estudiar y tenía una meta muy nítida: trabajar en parques naturales y veterinaria de animales grandes, en parques de África». Pero el toro descompuso esos planes: «Asistí a una corrida en Nimes –su ciudad– y me entró magia en el cuerpo». Ahora los chavales empiezan con doce años en las escuelas taurinas, dejan los estudios, «pero yo lo hice al revés. Primero estudié y me formé, y luego empecé con este reto. Yo creo que es fundamental tener estudios. En la vida y en el toreo». Y entonces decidió ser rejoneadora, por su amor a los caballos: «Casi antes de caminar ya estaba en un caballo. Son mi pasión, mi refugio, mi todo».
Por amor a los animales también comenzó Olga Casado. En su caso, fue por la admiración que comenzó a sentir por el toro de lidia: «Mi pasión nace por el amor al propio animal y ya ahí intenté investigar». Además, su familia nada tenía que ver con la tauromaquia: «Mi madre veía a veces algunas novilladas en mi pueblo, y a mi padre no le gustaban los toros». El día de su dieciséis cumpleaños, se apuntó a la escuela taurina El Yiyo, «y hasta ahora». Gracias a eso, sus padres se han acercado a la Fiesta con otra visión: «Ahora mi madre es mucho más aficionada. Ve novilladas, corridas… ¡Se conoce a todo el mundo, vaya! Y a mi padre ya sí le gustan los toros».
Para la amazona francesa la principal diferencia entre el rejoneo y el toreo a pie es que «quizá hay más trabajo en el rejoneo. Yo entreno todos los días del año con todos los caballos (más o menos, catorce al día). No sacas el capote, la muleta y entrenas de salón; esto mío lleva todo el día entero, sin parar». Pero luego tiene su recompensa cuando las cosas salen en la plaza, como ocurrió con el primer toro de Sánchez y Sánchez en Salamanca, al que cortó una oreja: «Disfruto cuando ya me abandono, el caballo se expresa, y paso a verlo muy fácil todo. Ahí hay como una unión entre público, caballo, toro, y yo misma como jefe de orquesta. Esos momentos son muy difíciles de explicar, porque son sentimientos. Y después te sientes como alguien diferente porque son cosas indescriptibles». La segunda fue una faena más de aficionados por las condiciones del parado astado, «y en esas faenas hay que resolver las complicaciones con técnica. Pero, cuando todo fluye, ahí torea tu alma».
Léa Vicens en el callejón de Salamanca
GUILLERMO NAVARRO
También influye en eso el público: «Me gusta mucho el cartel, porque mis compañeras tienen un nivel muy alto, pero no hay competencia». Además, los asistentes entienden menos del arte a caballo y «reacciona con el tremendismo, más que a los que les gusta el espectáculo puro, valorando las cosas bien hechas. Mi toreo no es pasar, clavar y gritar. Mi toreo es más profundo, y mucha gente reacciona, pero no llega a todo el mundo. Es más fácil pasar, clavar y gritar. Pero hay mucha gente que valora también las cosas bien hechas, y esos son los que a mí me llegan al alma».
También disfrutó del ambiente Raquel Martín, en una plaza que gozó de una buena entrada: «Yo creo que fue muy interesante, sobre todo la acogida que tuvo en el público. A las novilladas cuesta que la gente entre más, que vaya gente a la plaza, y yo creo que hubo muy buen ambiente, y que nos recibieron con muchísimo cariño». «Sentí que hubo bastante gente en la plaza que se interesó por vernos torear», piensa también Casado, que, además, abrió la puerta grande, convirtiéndose en la primera mujer en hacerlo. «Cuando me dijeron el cartel, yo estaba feliz de hacer el paseíllo por primera vez en la Glorieta, una plaza con tanta historia, que ha visto torear tantísimas veces a El Viti, a Capea, a Robles… Una plaza muy seria y muy importante». La gente esperaba en la puerta de cuadrillas para pedirles fotos. Y las tres posaban sonrientes con quienes se les acercaban. Después, llegaba el momento de liarse el capote. Miguel Abellán ayudaba a Casado con esa labor, mientras las tres se concentraban en sus pensamientos.
Miguel Abellán ayuda a Olga Casado a liarse el capote en Salamanca
GUILLERMO NAVARRO
La temporada de las tres está siendo muy positiva: Léa, además de ser ya fija en Las Ventas, ha sido la primera mujer en torear en Pamplona. Madrid es ahora el objetivo de Olga, que debutará el día de la Hispanidad, en el festival homenaje a Antoñete, rodeada de historia de la tauromaquia, si bien es cierto que ella está acostumbrada a torear ya con figuras del toreo. El festejo de Salamanca ha sido uno de los pocos en los que ha compartido cartel con los de su escalafón, en este caso, con Raquel. «El 12 de octubre es una fecha muy marcada en mi calendario. Estoy muy contenta de que el maestro Morante quisiera contar conmigo para un día tan especial, con figuras del toreo ya retiradas, que yo personalmente en vivo nunca los he visto torear y me siento muy afortunada de estar acartelada con ellos y poderles ver por lo menos una vez en la vida». Pablo Hermoso de Mendoza, Curro Vázquez, César Rincón, Enrique Ponce, Julio Aparicio y el Genio de La Puebla conforman el cartel. «Yo, como ya pasara en Vistalegre, daré lo mejor de mí. No sé qué pasará, pero sueño muchas noches con lo que pueda suceder».
Lo que para Casado ya es una realidad, lo sueña Raquel: el cigarrero sería su padrino anhelado para la alternativa, en la que ya piensa, para la que todavía le falte un tiempo: «Aunque ahora lo tengamos todos en boca y esté echando la mejor temporada de su vida, siempre he sido muy de Morante. Desde el principio ha sido un torero que me ha inspirado mucho, me ha llenado mucho, y ojalá llegara a ser una décima parte de lo que está consiguiendo él en el toreo». Aunque ahora todos seamos de Morante, eso ya indica el concepto que tiene la salmantina, como se vio con su lote de Montalvo. Bonitas medias dibujó, largos pases de pecho, y buena técnica para arrancar una oreja a su parado lote: «Entreno todos los días para que, cuando tenga la oportunidad –soy fiel creyente que las oportunidades llegan–, aprovecharla para torear bien. Es lo que a mí me quita el sueño, torear despacio, torear bien, que al final es lo que me llena interiormente». Raquel comentaba por la mañana entre risas que, pese a ser una joven de su tiempo, no le gustaban mucho las redes sociales. «Siempre me dicen que tengo que publicar más cosas, pero yo no soy influencer, soy novillera», decía con su punto de timidez, sabedora de que ella está luchando por ser algo mucho más serio, desde la igualdad de oportunidades, ganándoselas una a una.
Raquel Martín durante la entrevista, con la Catedral de fondo
GUILLERMO NAVARRO
Tres mujeres que tienen las ideas muy claras, y que defienden un feminismo de verdad, luchando por sus sueños, intentando mejorar y entregando su vida a su pasión. «No me convence el neofeminismo que hoy vemos», subraya Vicens. «Es más un feminismo en contra del hombre que en defensa de las mujeres. Además, yo estoy implicada en peleas feministas, pero a nivel más profundo, de esas mujeres que no tienen derecho a nada en otros países. Pero el fondo del feminismo extremista en Europa está muy politizado, y yo no me uno a esta forma de feminismo».
Para Olga, el feminismo bien entendido debe ser sinónimo de «meritocracia y de valores». Hombre y mujer somos distintos en muchísimas cosas: «En cuanto a lo emocional, a lo físico… Y eso es por naturaleza. No somos iguales. Pero sí en cuanto a derechos y oportunidades. Esa siempre es mi manera de definir el feminismo». En el ruedo no importa el sexo: hay entrega, técnica y valor de un hombre o una mujer, para crear arte ante un toro bravo. El 11 de septiembre, en Salamanca se vio una imagen inusual: tres mujeres trenzando el paseíllo. Sin embargo, debajo de esos capotes liados de paseo, habitaban la misma ilusión, el mismo miedo y la misma hambre de triunfo que si fueran tres de sus compañeros. No necesitan cuotas ni tratos especiales, sólo al de cuatro patas negras que pone, siempre, a cada cual en su sitio.