La última novela de Leila Slimani (Rabat, 1981), Me llevaré el fuego, es la tercera y más poderosa entrega de El país de los otros, una trilogía de corte autobiográfico cuya columna vertebral reside en el nexo entre la historia colectiva y la existencia de unos personajes bien perfilados.
Portada de ‘Me llevare el fuego’
Me llevaré el fuego
Lleila Slimani
Traducción de Malika Embarek López.
Cabaret Voltaire, 2025.
536 páginas. 25,95 €
El núcleo argumental, que transcurre en el Marruecos de los últimos ochenta años, se centra en la evolución, las ambiciones, triunfos y caídas de la saga Belhach. La ganadora del Premio Goncourt 2016 por Canción dulce confirma aquí una admirable madurez creadora.
En el primer volumen, El país de los otros (Guerra, guerra , guerra), el patriarca, Amín Belhach, militar del ejército francés durante la II Guerra Mundial y su esposa, la francesa alsaciana Mathilde, luchan para cultivar unas tierras áridas en tiempos de los levantamientos anticoloniales marroquíes que culminaron en la independencia del protectorado francés.
Con esfuerzo logran fortuna y reconocimiento y sus hijos, Aicha y Selim, en los años 60 y 70, representarán la metamorfosis de un Marruecos cambiante y cosmopolita cuyas miserias y durezas eran ignoradas por las clases acomodadas.
En Miradnos bailar, los dos jóvenes Belhach, una futura ginecóloga y un eterno bohemio internacional, son el rostro moderno de la nueva sociedad marroquí. Aicha Belhach se casará con Mehdi Daoud, economista de izquierdas que acabará triunfando entre los burócratas de Hasán II. Slimani presenta las contradicciones entre los avances sociales de Marruecos y la represión política de los “años de plomo”, tras el intento de asesinato del rey en 1971.
Mia e Inés, las hijas de Aicha y Mehdi, nacieron en los años 80. Educadas en colegios franceses, apenas entienden el árabe clásico. Son los personajes centrales de Me llevaré el fuego, aunque los demás protagonistas de la trilogía siguen presentes, como la hermana del patriarca, la extravagante tía Selma, conformando la polifonía de voces que la escritora francomarroquí crea con matices y verdad.
Las dos hermanas buscan su identidad en la nueva era de la globalización, viajando a París y a Londres, como su descentrado tío Selim hizo al instalarse en Nueva York. Desarraigadas de sus orígenes, Mia, con una brillante carrera en las finanzas, reivindica fuera de Marruecos su homosexualidad e Inés estudia medicina pero trata de aclarar su vida sexual.
Sienten el vértigo de estar entre dos mundos. Les marca a ambas la huida de un Marruecos que no avanza lo suficiente con la amenaza fundamentalista, y la necesidad de pertenencia. Slimani dibuja sin paños calientes el panorama sociopolítico del Marruecos de las últimas décadas, los silencios y sobrentendidos en las familias, el camuflaje de la verdad.
Será Mia quien encuentre su lugar en el mundo mediante la escritura. Es ella quien nos cuenta la historia y retrata con piedad a su padre, caído en desgracia y encarcelado por falsas acusaciones. Finalmente, la muerte del abuelo en su hacienda, con todas las mujeres de la casa –la abuela Mathilde, Aicha, Selma, Inés y Mia– siguiendo el tradicional luto marroquí, entrelazará el hilo entre todas ellas, mujeres fuertes que van a llevar el peso del futuro, cada una con sus luchas y desconciertos.
La autora posee precisión y verosimilitud, y acierta a dar vida a estas mujeres que se han ido construyendo a sí mismas, conociendo el dolor de los otros. Con este magistral final de su trilogía, Leila Slimani, más fluida y arriesgada en la forma, ratifica la vivacidad de su potencia narrativa y la sutileza y verdad de sus construcciones psicológicas.