Faber Bedoya Cadena

Con el anuncio de “últimas funciones”, los circos que iban a mi pueblo se demoraban más, que en las presentaciones normales. Nunca nos perdimos el debut, con los payasos, los animales domados, nosotros vimos tigres, leones, caballos, elefantes, cebras, dromedarios, perros que subían escaleras, micos. Malabaristas, lindas y acuerpados trapecistas, el globo de la muerte con dos motociclistas dando vueltas en una esfera. Indudablemente lo mejor eran los payasos. Las graderías eran tablas, luneta si tenía sillas metálicas, y la galería era tablas altas y lejos de la pista. También tenía magos, ilusionistas, vino un circo, con un hombre bala, que salía disparado de un cañón.

Todo lo creíamos nosotros y hasta soñábamos fugándonos con los del circo. Y el circo se iba, “después no diga que no se lo advertimos”, venía la ciudad de hierro y esa era otra oportunidad para vivir una nueva realidad juvenil. Montar en la rueda de Chicago, en los caballitos, en el tren fantasma, en los pocillos voladores, apostar a caer en la rueda de los cigarrillos lucky strike, o en una ruleta gigantesca. Era un mundo muy diferente, que alegría tan desbordante. Después fueron muy modernas estas atracciones, con los carros chocones, la montaña rusa, y hasta ahí llegamos nosotros, ya era mucho voltaje para los viejitos.

Y la ciudad de hierro se iba y todo volvía a la normalidad, quedábamos como vacíos, a estudiar, ver jugar futbol en la cancha de los hermanos, e ir a cine los domingos. Pero había una atracción super extraordinaria para nosotros, las corridas de toros, en el circo teatro el bosque. Para los niños estaba prohibido la entrada, pero un compañero que vivía en el Recreo, se inventó un palco en un árbol, y allá nos subíamos a ver toros. Otras veces ayudábamos a los peones a entrar y a cuidar los toros, entonces nos dejaban ver desde los corrales, con mucho cuidado, porque esos animales “eran muy bravos”. Fueron muchas las corridas que nos vimos gratis de niños, ya de grandes seguíamos siendo aficionados a la fiesta brava entonces podíamos comprar las boletas y llegamos a tener abonos para la “feria milagro”, que se celebraba en enero, con figuras destacadas de la tauromaquia mundial.

En el circo teatro el bosque también se presentaban artistas de fama nacional y mundial. Allí vimos a Miguel Aceves Mejía, a Sarita Montiel, Rafael de España, en 1976, lo recuerdo con fecha exacta porque ese año se casó un hermano mío, fui el padrino, y de regalo le dimos la boleta para el espectáculo en el teatro Yanuba. Los tres tenores de Colombia que eran Alberto Osorio, Lucho Ramírez y Víctor Hugo Ayala, Olimpo Cárdenas, Julio Jaramillo, Lucho Bowen, el “caballero gaucho”, Luis Ramírez de la Virginia, los enanitos toreros, las toreras, Conchita Cintron y Morenita del Quindío. Y espectáculos de lucha libre,con el “tigre colombiano” y el “enmascarado de plata”.No, me falta vida y espacio para narrar todas las presentaciones que vivimos en el circo teatro el bosque, hasta escuela de novilleros tuvimos, con Abel Diaz, en la dirección.

Y los domingos cada quince días, no podíamos faltar a futbol en el estadio San José. Por la entrada de sombra, había una puerta pequeña por donde ingresaban los niños más pequeños, que no sobrepasaban una determinada medida, y se llamaban “gorriones” Y fueron muchos los que entramos por allí, cuando crecimos nos hicimos del equipo “los pibes de Urruti” y teníamos entrada gratis al estadio. De verdad que de niño y de joven, no nos perdiamos partido del Quindío, en el estadio San José.

Era un menú muy surtido, además en la mayoría de los barrios teníamos canchas improvisadas de futbol y algunas de basquetbol. Y nada de rumba, eso era para los mayores de edad, y nosotros éramos unos culicagados, con el pañal pegado del trasero todavía, para darnos esas libertades. 

Y los circos se acabaron, las ciudades de hierro se modernizaron, las corridas de toros se extinguieron. Da grima ver nuestra plaza de toros, o el circo teatro el bosque, convertida en un muladar. Se construyó el estadio Centenario, el futbol se comercializó, hay categoría A y B, y nosotros nos hospedamos de tiempo completo en la B. El teatro Yanuba se incendió, se construyó el Centro de Convenciones, presentando espectáculos extraordinarios, pero Armenia no es una ciudad de grandes conciertos, con la presentación de artistas de fama internacional. 

En la actualidad, y estamos próximos a vivirlo, tenemos como patrimonio inmaterial de la humanidad, inscrito en los eventos mundiales dignos de apreciar, al “Desfile del Yipao”. El primero se celebró en 1988, y todos conocemos, hemos vivido su evolución hasta alcanzar un Record Guinness, en el 2006 al reunir una caravana de 370 vehículos Jeep Willys. No nos cansaremos de apreciarlo, más ahora que sus conductores se bajan de los vehículos, hacen cabriolas, maromas, son indescriptibles, los malabares que hacen estos señores. “solo quien lo vive es quien lo goza”, con perdón del carnaval de los vecinos costeños.

Primero, todos los armenios estamos invitados a hacer grande nuestro “Desfile del Yipao”, aquí nació y aquí se queda, y después invitar a todo Colombia, a nuestros familiares de otras regiones, que vengan a presenciar esta expresión de quindianidad, que este año está mejor, que la versión pasada.