Sentado en el Banc dels Vagos i dels Sinofós, en la plaza de Cort, uno debe mirar a sus espaldas para encontrar un poco de historia entre las distintas franquicias que pueblan su vista y han transformado el lugar en un espacio lleno de productos, pero carente de alma. Sin embargo, si uno decide entrar al Ayuntamiento de Palma, podrá descubrir algo que le recuerde que aún está en la capital de Mallorca: los gigantes, el Drac de na Coca y todo el recinto ceremonial.
La joya de la corona llega al cruzar una pequeña puerta que es la entrada a un universo de libros e historia, donde el pasado se respira en todos los poros: es la Biblioteca de Cort, que está de celebración tras cumplir 90 años esta semana.
La Biblioteca abrió sus puertas oficialmente el 19 de septiembre de 1935, como la primera municipal de la isla, con un fondo inicial de 7.000 volúmenes. Lo hacía años después de que quien fuera teniente de alcalde y presidente de la Comisión de Cultura, Emili Darder —que más tarde sería alcalde y acabaría fusilado tras el golpe militar de 1936—, impulsara los primeros pasos del proyecto.
«Entre el público hay de todo; algunos nos han robado páginas del Diario de Mallorca»
Para entonces, Darder ya no ocupaba su cargo: había sido apartado, junto al resto del Consistorio, tras los disturbios políticos de 1934.
La biblioteca sigue gozando de buena salud 90 años después. Actualmente cuenta con unos 27.000 libros y recibe cada año a cerca de 27.500 usuarios que acuden a disfrutar de las mágicas historias que encierran sus estanterías.
Falta de espacio
Margalida Plomer es lo más parecido a una directora que tiene hoy esta histórica biblioteca: «Antiguamente, la Biblioteca de Cort tenía una directora, pero desde hace más de 20 años ya no. Yo soy la jefa de la red municipal de bibliotecas de Palma, que engloba a 22 centros».
Para Plomer, el mayor problema de la biblioteca es la falta de espacio:«Nos hemos quedado pequeños, no caben más libros». Explica que se trata de un problema endémico en todas las bibliotecas, ya que «quieren ser más grandes», y reclama un espacio central para almacenar libros, como el edificio de Gesa.
Señala que lo ideal sería mantener un equilibrio: por cada libro que entra, otro debería salir. Y describe cómo se lleva a cabo el proceso de selección: «Eliminamos libros. Hay ejemplares antiguos que, por ejemplo, tratan la homosexualidad como una enfermedad, o atlas obsoletos. Si un libro no ha sido escrito por un palmesano ni habla de Palma, y no ha sido solicitado en tres años, se retira».
Los criterios para incorporar nuevos títulos también son variados: «Buscamos un equilibrio entre libros para niños y adultos, entre lenguas…», dice Plomer. Y defiende una política de adquisiciones equilibrada: «Una buena biblioteca tiene que tener de todo: desde grandes editoriales hasta pequeñas editoriales o autoediciones independientes».
Atracción turística
Una pareja de turistas asiáticos entra y se queda embobada mirando la biblioteca mientras comenta en voz baja. A su lado, otros visitantes extranjeros beben una lata de Monster y hacen comentarios en inglés. Margalida Plomer resopla y ladea la cabeza, visiblemente indignada.
«Nos hemos convertido en una atracción turística. Entran con sus helados o cervezas, y molestan», lamenta.
La responsable explica que esta situación se ha agravado desde que se eliminó el escáner de seguridad de la entrada del Ayuntamiento.
«El nuevo Consistorio quiso abrir el Ayuntamiento al público y eliminar las barreras visuales», señala.
«Ahora está abierto, y como la biblioteca es muy mona, entra gente con el helado y la cerveza a mirar y a hacer fotos indiscriminadamente. Hemos tenido bastantes quejas de los usuarios. Es un espacio abierto a todo el mundo, pero con un sentido no turístico», explica.
Plomer termina con una nota positiva: «Alguien pronosticó que las bibliotecas no existirían por el avance de la tecnología, pero yo diré que siguen gozando de muy buena salud».
Bibliotecarios
La actual sala conserva el estilo señorial mallorquín, con varios bibliotecarios correteando y cuidando de los libros. Uno de esos guardianes es Jaume Taltavull: «Nuestro público es muy variado, hay estudiantes, gente mayor que viene cada mañana a leer el diario y a descubrir novelas, opositores o gente que viene a leer».
El bibliotecario añade que «hay de todo» y que algunos usuarios «incluso han robado páginas del Diario de Mallorca».
Entre las funciones de un bibliotecario están la atención al público, aconsejar lecturas según el perfil, difundir noticias, ordenar libros y un largo etcétera. «Hacemos de todo», sentencia Jaume Taltavull.
Historia de la biblioteca
El golpe de Estado de 1936, que triunfó rápidamente en Mallorca, tuvo un impacto directo en la Biblioteca. Apenas unos meses después de su apertura, comenzaron a aplicarse mecanismos de censura. Se prohibieron obras consideradas “pornográficas” o “disolventes”, incluyendo literatura socialista, libertaria y progresista. En 1937 se iniciaron los procesos de depuración del fondo bibliográfico, con la retirada o destrucción de ejemplares considerados inapropiados.
De alguna manera, la biblioteca siguió activa durante los años 50 y 60, recuperando poco a poco cierta normalidad. Fue en 1993, ya en plena democracia, cuando el servicio se abrió a toda la ciudadanía.
La primera biblioteca municipal de la isla se nutrió en gran parte de las colecciones de Antoni Villalonga Pérez y Jaume Garau Montaner.
Actualmente, dispone de un fondo bibliográfico muy rico. Durante estos años se ha velado por custodiar y difundir el patrimonio bibliográfico balear. La hemeroteca histórica de la biblioteca es una de las más importantes de la isla.
Dentro de la Biblioteca se encuentra todo el pasado y el presente de Palma. Cuídenla, porque puede que dentro de otros 90 años, en su 180 aniversario, sus libros estén hablando de nosotros.
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