Nada es convencional en la vida y obra de Keanu Reeves. Sí, es una estrella hollywoodiense, pero pertenece a un constelación diferente. La diferencia del … resto comienza en su fisonomía. Lejos del estándar anglosajón predominante en la meca del cine, cuenta con una exótica belleza derivada del origen multiétnico de sus padres. Nacido en Beirut, la madre era inglesa y el padre, que abandonó a la familia cuando su vástago tenía tres años, poseía raíces hawaianas y chinas. Su último proyecto profesional refleja una singularidad que no se circunscribe sólo a los orígenes, sino también a las apetencias profesionales. A finales de este mes, debutará en el medio teatral con una versión de ‘Esperando a Godot’ de Samuel Beckett en la que asumirá el rol del mendigo Estragón. No, no resulta habitual que un astro del cine se embarque en un proyecto aparentemente tan minoritario y que supone todo un ‘tour de force’ interpretativo.

Aquel joven de aspecto ‘outsider’ es hoy un hombre maduro y enjuto que recuerda las figuras esbeltas del Greco. Han transcurrido treinta y cinco años desde que su nombre adquiriera crédito y proyección internacionales. Ocurrió con ‘Mi Idaho privado’, la famosa película de Gus Van Zandt, en la que coincidió con el malogrado River Phoenix. Ambos encarnaban individuos ajenos al sistema y, de algún modo, también demostraron hallarse fuera de las convenciones del ‘show bussines’ y de las reglas que determinan la ascensión en la gran pantalla.

Este éxito y el posterior en la versión de Drácula de Francis Ford Coppola parecían presagiar una carrera fulgurante similar a la de Leonardo di Caprio, por ejemplo. El joven fogueado en cine adolescente y publicidad alcanzaba la madurez y otros retos creativos, apoyado en su indiscutible magnetismo. El culmen de este proceso fue su rol en ‘Speed’, un ‘blockbuster’ en el que, por primera vez, adquiría protagonismo como héroe de acción. Pero no fue así. El actor rehusó intervenir en la segunda entrega, que bien podía asentar su atractivo para las masas, y prefirió participar en la puesta en escena del Hamlet en una pequeña ciudad canadiense.

Esta actitud, cierta imprevisibilidad, ha caracterizado a Reeves. El muchacho rebelde que nunca llegó a finalizar su enseñanza secundaria había iniciado, apoyado por su padrastro, el director de cine Paul Aaron, una vertiginosa carrera cinematográfica. De alguna forma, ese crédito le permitió una trayectoria ininterrumpida en películas de prestigio, aunque carente de grandes fenómenos de taquilla con relativas excepciones como ‘Pactar con el diablo’ junto a Al Pacino y Charlize Theron.

Un giro inesperado cambió el rumbo. ‘Matrix’ interrumpió lo que parecía una carrera un tanto errática. La saga de los hermanos Wachowsky revolucionó la ciencia ficción y provocó cambios sustanciales en el ámbito de los efectos visuales. El rol de Neo, desarrollada en cuatro episodios, rompió esa línea irregular y lo encumbró definitivamente. En realidad, no era el primer candidato para asumir el papel y sólo la renuncia de Will Smith y Nicholas Cage, que le precedían en el interés de los promotores, permitió que se convirtiera en la figura enigmática vestida de riguroso negro.

La alegría nunca parece completa para este exponente del multiculturalismo. La realización profesional vino acompañada de un drama personal. A finales de 1999, Jennifer Syme, su novia, dio a luz a una niña sin vida y, poco más de un año después, ella misma falleció a causa de un accidente de automóvil. Esta tragedia se ha esgrimido para explicar el carácter introvertido, su talante reacio a hablar de su vida privada e, incluso, la predilección por los roles de individuos solitarios y melancólicos, generalmente enfrentados a su entorno, que ha elegido a lo largo de los últimos años. Esa preferencia explicaría su inclusión en la saga ‘John Wick’, el otro proyecto que ha sabido rentabilizar su imagen de sujeto misántropo y torturado.

Rock y poesía

Pero Keanu Reeves es más que un actor. Desde los años noventa, y paralelamente a su trabajo en el cine, ha participado en la banda Dogstar, un combo de rock alternativo, con el que ha llegado a actual en el festival de Glastonbury. Además, ha incursionado en la literatura y ha publicado el poemario ‘Oda a la felicidad’, un título muy significativo, la novela gráfica ‘BRZRZR’ y ‘El libro de otro lugar’. La edición del primer proyecto le permitió a conocer a la artista visual Alexandra Grant, su actual pareja. También es un aficionado al motociclismo y ha puesto en marcha la empresa Arch Motorcycle, que fabrica vehículos personalizados.

El hombre que todos suponen permanentemente apesadumbrado se convirtió en meme cuando en 2010 fue retratado solo, comiendo un sándwich sentado en un banco neoyorquino. Desde entonces, en cada entrevista, ha intentado, sin demasiada convicción, negar ese aparente carácter taciturno y reservado. Él siempre ha alegado que no es ambicioso porque ya cuenta con recursos suficientes y, a ese respecto le acompaña cierta aureola de generosidad con sus equipos de trabajo que también se extiende a proyectos de ONG como las dedicadas a la lucha contra el cáncer.

La estrella compartirá el escenario del Teatro Hudson con el actor Alex Winter entre el 28 de setiembre y el 4 de enero. El ambiente de Broadway será un breve paréntesis en una carrera que incluye una película con Sandra Bullock, su partenaire en ‘Speed’ y la versión cinematográfica de su propio cómic. Durante unos meses, este drama de pequeño formato que nos interroga sobre el absurdo de la existencia constituirá su propósito diario. Tal vez, nos encontremos con el Keanu Reeves más auténtico, el doliente, el artista que parece amalgamar éxito resplandeciente y oscuridad íntima.