Una mujer, un hombre, un pueblo del sur de España en dos momentos de la historia, 1936 y 1958 (una guerra y su posguerra), tres, en realidad, si tenemos en cuenta el tiempo de un narrador que, en los primeros años del siglo XXI, desde el mismo lugar, decide ir detrás de lo que le cuenta un anciano boticario del lugar.

Bárbara Gunz

Rafael Maldonado

Confluencias, 2025. 544 páginas. 23,90 €

Parece una historia de amor y de guerra protagonizada por un joven médico de un hospital en Madrid y una alemana, esposa de un mercenario vienés.

Así nos lo presenta el narrador, Guillermo Garcés, alter ego (ya conocido) del propio autor, Rafael Maldonado (Málaga, 1981), haciendo uso del artificio de su propia fórmula expresiva.

Y haciendo gala de un discurso riguroso, pulcro y divagador. Ya sabemos del talante pertinaz de este escritor, lo confirman títulos como Tras la guarida, Cuaderno de incertidumbre, El desaliento, entre otros, y ahora esta ambiciosa propuesta narrativa, Barbara Gunz, una novela inmensa en todos los sentidos, en su extensión y en la fórmula compositiva, propia de un orfebre con un talento especial para reparar en cada minucia de su universo novelesco.

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Fiel a los cánones del realismo decimonónico, en lo que se refiere a la capacidad para reproducir los detalles de lugares, ambientes y personajes.

Fiel también a sus filias literarias, reveladas en las citas iniciales (Faulkner, Onetti, Henry James, Proust), avisadoras del secreto que persigue la narración, de la profundidad psicológica que hallaremos en gestos y silencios, en la invitación a explorar la angustia contenida en situaciones sobrecogedoras, concienzudamente tejidas en el proceso narrativo.

Y heredero, en cierto modo, del recurso cervantino más celebrado: leemos una historia que alguien cuenta dentro de otra, y esta, a su vez, se alimenta con las voces y conversaciones de las versiones tejidas por unos y otros.

Así, la primera persona se transforma en tercera y acompaña con su presencia a los lectores, a quienes corresponde el esfuerzo de adaptarse al tono personal y al ritmo cadencioso de una novela de las que tiran de la memoria, o de la invención, o de las dos cosas.

Es esta una novela inmensa en su extensión y en su fórmula compositiva, propia de un orfebre con talento

Todo se desata en 1958, en Majer, territorio inventado que da nombre a una pequeña comunidad malagueña donde desde la guerra –dicen– nunca pasa nada, aunque aclaran que allí no hubo una guerra civil, sino tres: una en el monte, otra en las calles, que partió el pueblo por la mitad, y la otra, más despiadada, la de las víctimas que se instalan en la memoria.

Pero de pronto, un malentendido y una extraña coincidencia hacen que en un mismo día partan hacia Madrid, de manera imprevista, el doctor Suz, tras el recuerdo de una mujer cuyo nombre (Bárbara Gunz) le persigue de manera obsesiva desde que acabó la guerra, y la última paciente que acudió a su consulta, Aurora Montenegro, en busca de otra forma de vida.

El paralelismo de estas dos ausencias aporta al relato dos tramas paralelas que van y vienen en el tiempo y el espacio, poco más de una semana en la que Majer se llena de rumores, y se ve asolada por el drama añadido de dos muertes terribles.

Secretos e intrigas mantienen alerta sobre el devenir de la historia entretejida desde la enigmática Bárbara Gunz, pero es Majer el gran personaje de la novela.

El atraso cultural del pueblo, su ambiente opresivo, los imperativos morales, culpas innombrables… están ahí. Es esta una historia valiente y veraz sobre lo que se perdió cuando se ganó la guerra.