El director de El factor Pilgrim (2000), El traje (2002), 7 vírgenes (2005), After (2009), Grupo 7 (2012), La isla mínima (2014), El hombre de las mil caras (2016) y Modelo 77 (2022) se sumerge en la historia de dos hermanos buzos para una historia con aciertos parciales.
Violeta Kovacsics, desde San Sebastián
Publicada el 20/09/2025
Los Tigres (España, Francia/2025). Dirección: Alberto Rodríguez. Elenco: Antonio de la Torre y Bárbara Lennie. Guion: Rafael Cobos y Alberto Rodríguez. Fotografía: Pau Esteve. Edición: Jose Moyano. Música: Julio de la Rosa. Sonido: Dani de Zayas. Duración 109 minutos. Estreno mundial en Competencia Oficial.
Sin el cine de Alberto Rodríguez probablemente no se explicaría el auge, en las dos primeras décadas de este siglo, del thriller de autor español. Aquella tendencia se cimentó sobre películas como Grupo 7 (Alberto Rodríguez, 2012), La isla mínima (Alberto Rodríguez, 2014), Tarde para la ira (Raúl Arévalo, 2016) y Que dios nos perdone (Rodrigo Sorogoyen, 2016). Pese a sus diferencias, todas ellas constataban la existencia de un thriller “de prestigio”, un reconocimiento que se cimentaba a partir de tres rasgos fundamentales: actores contrastados (casi siempre hombres, casi siempre premiados y casi siempre Antonio de la Torre), una puesta en escena tersa en las escenas de acción y un trasfondo social y político que le arrojaba trascendencia a las películas.
Han pasado los años y, aunque el thriller español no ha desaparecido, sí lo ha hecho su momentum. Algo de esto se evidencia en Los Tigres, la última película de Rodríguez, en la que Bárbara Lennie y, sí, Antonio de la Torre interpretan a Estrella y Antonio, dos hermanos buzos que, por necesidades económicas, se ven arrastrados al negocio de la droga.
Rodríguez, que en La isla mínima había mostrado su capacidad de manejarse en las escenas de acción (una persecución de coches a plena noche por el paisaje polvoriento de las marismas del Guadalquivir), ha hecho ahora una película en la que las dos escenas que constituyen la trama criminal (los traficantes intimidando a los hermanos en un auto) realzan un fuera de campo según el cual apenas se ve a los delincuentes. Ahora bien, estas escenas, de sofisticados movimientos de cámara, siguen siendo obra de un cineasta que se maneja muy bien en la acción. Es más, Rodríguez parece haber sustituido las persecuciones en el paisaje árido de Andalucía por las labores en el fondo marino de la costa de Huelva.
Al poco de comenzar Los Tigres, el personaje interpretado por Antonio de la Torre tiene que sumergirse para arreglar un conducto para que una petrolera pueda operar. La escena, con los cuerpos de dos buzos agarrándose para evitar ser arrastrados por la corriente, define la propuesta de Rodríguez: filmar el cuerpo en acción en el fondo del mar, entre los peces, entre las algas, entre los vestigios que han quedado para siempre bajo el agua. El principal interés de la película es precisamente este: ver si el cineasta se mueve como pez en el agua en el escenario acuático.
Sin embargo, las escenas marinas no sostienen el grueso de una película que insiste demasiado en el drama social y familiar de los dos hermanos: ella, una mujer con problemas auditivos que lo ha sacrificado todo primero por su padre y ahora por su hermano; él, un genio del mar que no ha sabido hacerse cargo de su familia, ni de él mismo. Hay algo en el thriller, en la acción, que permite por momentos sumergirse en la plasticidad de los cuerpos en movimiento. Los Tigres abandona esta posibilidad.