Seis goles (más los dos de Newcastle) y mucho ruido después, el Barça, no había otro remedio, regresó al Johan Cruyff, un estadio pequeño cuya grandeza recae, precisamente, en quien es su inquilino. Así que ni caja de mistos ni nada parecido. Respeto absoluto a quien da su nombre y a quienes visten la camiseta de un club legendario sobre su césped.

El once de Flick para medirse al Getafe

El once de Flick para medirse al Getafe / DANI BARBEITO

La lluvia, intensa, feroz y amenazadora, dio la bienvenida a la afición y al equipo. Caía mucha agua. Paró algo durante el calentamiento, pero fue una tregua parcial porque, antes de arrancar el partido, el agua siguió cayendo, pero no aquella dureza. El césped, por cierto, impoluto, que esto no es Vallecas ni el Bernabéu.

Lo primero que hizo el Barça fue ensayar una falta cuya intención era de las malas, pero la ejecución de Raphinha salió desviada. Está todo pensado. Incluso las pérdidas de tiempo del Getafe, que desde la grada fueron contabilizadas contando los segundos. De Burgos atendía sin inmutarse. Tampoco ante la dureza intrínseca al ‘cruyffista’ Bordalás, cuyo parecido a Johan es el de una mariposa a un avestruz.

Al cuarto de hora se impuso la cordura. Raphinha para Olmo, Olmo de tacón atrás para Ferran Torres, que, desde el corazón del área, remató de primeras a la red. Eso sí es ‘cruyffismo’; perder el tiempo es ‘mourinhismo’. A las cosas, por su nombre. Lo demostró pidiendo tarjeta para una falta sin maldad de Raphinha.

Ferran Torres celebra el primer gol ante el Getafe

Ferran Torres celebra el primer gol ante el Getafe / Dani Barbeito

El ‘cruyffismo’, no nombrar a Dios en vano, es lo que hizo el Barça entre el minuto 25 y 27, moviendo el balón y ganando cada espacio gracias al espacio-tiempo, una coreografía perfecta que Lewandowski no pudo acabar en gol por milímetros. Da igual porque, poco después, Èric, el más pillo de la clase, con el Getafe instalado en campo rival, vio solo a Raphinha, el brasileño a Ferran y el de Foios ‘mojó’. Por segunda vez.

El Getafe, enrabietado, se dedicó a partir de entonces a buscar brega, a dar estopa, a pegar hasta en el carnet de identidad, a meter palos… Lo puede definir como quieran, pero una cosa está clara: eso no es ‘cruyffismo’. Ante tanta mala leche, fútbol. Que es lo que puso siempre el Barça. Ferran Torres vio cómo su ‘hat-trick’ se estrellaba en el palo. Bordalás, impotente, protestó hasta ver la amarilla. Iba calentito. Seguramente porque sus jugadores no pegaban lo suficiente.

Koundé, el preferido de los matones de José, recibió tanto que acabó explotando. Ahí se metió Raphinha, que tuvo un pique en el que merodeó la segunda amarilla. Así lo pidió el banquillo ‘cruyffista’ al unísono.

Flick, que castigó a Rashford por impuntual, repitió la escena de Newcastle con Raphinha y le indultó tras el descanso. El Getafe adelantó líneas y Javi Muñoz buscó recortar con un disparo que salió fuera por poco. Luego Joan Garcia detuvo un remate de córner flojo.

A los palos, ‘puñalás’

Como la cosa no avanzaba, volvieron los palos. Lewandowski se llevó un muestrario para casa, seguramente con algún regalo en forma de moratón incluido. ‘D’on no n’hi ha, no en raja’. Pese a ello, Flick cambió a Ferran, que dejó su lugar a Fermín. También se fue De Jong por Casadó.

La ‘senyera’ del escudo, es decir, Marc Casadó Torras, nada más entrar, se la puso larga a Rashford, que corrió para enviarla atrás. Ahí llegaban poseídos varios blaugranas, pero fue Dani Olmo el que la cazó para el tercero. Fermín no quiso ser menos y si marca lo que su cabeza había imaginado estaríamos hablando del gol de la temporada. Robert no lo entendió, pero ¿qué narices? el mundo es de los valientes.

El Barça jugó un partidazo, serio como en Newcastle, hambriento como ante el Valencia, impertérrito ante la marrullería e inteligente como Flick. A este Barça le da igual el escenario o las condiciones porque juega a fútbol. Y el fútbol es universal.