Al final de nuestra conversación, Nathan (seudónimo) repetía, casi para sí mismo: “Quizás deberíamos haber hecho más. Quizás podríamos haber hecho más. Quizás podríamos haber hecho algo con respecto al campamento en sí. Con respecto a los perros. Seguíamos oyendo a los perros. Todas las noches”.
Nathan, cirujano jefe en uno de los hospitales más grandes de Israel, se refería a Sde Teiman, un campamento militar situado en el desierto del Néguev, en el sur de Israel, que, tras el ataque del 7 de octubre de 2023, se convirtió en un centro de detención para presos de Gaza.
Inicialmente, este campamento sirvió para encarcelar a miembros de la fuerza Nukhba, la unidad de Hamás que lideró la masacre en el sur de Israel. Pero desde entonces, y durante todo el posterior asalto de Israel a Gaza, Sde Teiman ha sido un “lugar secreto” en el que se retenía a los palestinos capturados por el ejército israelí dentro de Gaza, incluidos muchos que afirman no haber participado en los combates.
El antiguo campo secreto se ha convertido en tristemente célebre tras las denuncias de violencia, abusos y crueldad sin precedentes que, según se ha informado, tuvieron lugar en él. Un soldado que prestó servicio allí se refirió a él como un “campo de tortura sádico”.
Nathan nunca pisó el campo. Pero fue uno de los pocos médicos israelíes que se ofrecieron voluntarios para trabajar en un centro médico que funcionaba junto a él, donde algunos de los detenidos más gravemente heridos de Sde Teiman recibían tratamiento. Este centro se creó después de que muchos hospitales israelíes se negaran a admitir a cualquier persona sospechosa de haber participado en la masacre del 7 de octubre, muchas de las cuales estaban gravemente heridas.
La decisión de Nathan de prestar servicio en este centro no fue fácil, según nos explicó. Aunque no tenía reservas en tratar a los detenidos del campamento y consideraba que era su deber como médico atender a los pacientes sin importar quiénes fueran (especialmente si nadie más los trataba), su trabajo en el centro médico de Sde Teiman, que ha mantenido en secreto ante su familia y sus colegas, sigue atormentándolo. “En última instancia”, dijo, “me convirtió en un criminal de guerra”.
Entrevistamos a Nathan para un libro que estamos escribiendo sobre torturas en Israel. En nuestra investigación, llevada a cabo durante los últimos cinco años con la organización israelí de derechos humanos Comité Público contra la Tortura en Israel (Pcati), estudiamos hasta qué punto los sistemas de salud y otras instituciones cívicas se han convertido en cómplices de las torturas, que se han vuelto más generalizadas y brutales desde los atentados del 7 de octubre.
Después de que también comenzaran a aparecer testimonios desgarradores desde el centro médico, nos propusimos investigar el asunto. Las historias de este centro hablaban de pacientes recluidos en condiciones humillantes y degradantes, de una atención médica deficiente que provocaba complicaciones médicas (incluidas amputaciones innecesarias debido al uso constante de esposas) y de pacientes que morían por negligencia.
Nathan y otros dos médicos que trabajaban allí y a los que entrevistamos aportan nuevos datos sobre las condiciones dentro del centro médico y, en general, sobre la actuación del sistema sanitario israelí tras los ataques del 7 de octubre. Sus relatos nos permiten ver, como todos ellos dejaron claro de diversas maneras, cómo incluso las personas con las mejores intenciones pueden convertirse en cómplices de crímenes de guerra.
‘Todos sufrían un dolor insoportable’
Poco después de los atentados del 7 de octubre de 2023, Nathan recibió una llamada del Ministerio de Sanidad israelí preguntándole si estaría dispuesto a tratar a algunos de los autores de las atrocidades. El ministerio se puso en contacto con un pequeño número de médicos después de que muchos hospitales y algunos médicos se negasen a tratar a personas consideradas como terroristas salvajes.
Los médicos tienen la obligación ética de atender a todas las personas, independientemente de quiénes sean o qué hayan hecho. De hecho, el sistema sanitario israelí se enorgullecía de tener una larga trayectoria en el trato a todo tipo de pacientes, incluidos combatientes enemigos, terroristas suicidas y líderes de Hamás. Pero tras los atentados del 7 de octubre, por razones que analizaremos más adelante, los hospitales comenzaron a rechazarlos.
El centro médico de Sde Teiman se creó para que los detenidos recluidos en el campo principal pudieran recibir tratamiento médico sin tener que ser ingresados en hospitales públicos. Recordando la primera vez que visitó las instalaciones, Nathan nos dijo: “No tenía ni idea de adónde iba ni de qué me esperaba”. Creía que sería una solución temporal y, desde luego, no imaginaba que acabaría trabajando allí durante muchos meses.
Reportaje de BBC News sobre el trato a los presos en el centro de detención de Sde Teiman, agosto de 2024.
Durante las primeras semanas, sin el equipo adecuado, los medicamentos apropiados, un aparato logístico que funcionara e incluso una afiliación institucional adecuada, los médicos tuvieron que improvisar y confiar en su ingenio. “Al final, esta instalación estaba bien equipada en comparación con un hospital de campaña… Pero la cuestión es”, insistió Nathan, “que un hospital de campaña debe ser temporal; no se pueden realizar operaciones en una tienda en medio del desierto”.
Cuando nos reunimos a finales de 2024, Nathan no se sentía cómodo y parecía muy preocupado. Varias veces durante la conversación nos dijo: “nadie puede saber quién es Nathan”. Al ver lo angustiado que estaba por ser descubierto, nos sorprendió que hubiera aceptado ser entrevistado. Pero, sin que lo supiéramos, unos días antes de contactar con él, había asistido a una charla pública que dimos sobre nuestras investigaciones. Probablemente por eso, cuando nos pusimos en contacto, aceptó inmediatamente reunirse con nosotros.
Además de Nathan y los otros dos médicos que trabajaban en el centro, también entrevistamos a personas que participaban de alguna manera en su funcionamiento: dos miembros del comité de ética de la Asociación Médica de Israel, un experto en ética médica que asesoraba a los médicos que trabajaban en el centro de Sde Teiman y profesionales de los derechos humanos que lo investigaban. También entrevistamos a personal médico y sanitario de siete de los hospitales más grandes de Israel, así como a varios funcionarios del Gobierno israelí que trabajaban en el sistema sanitario y en el Ministerio de Justicia.
Aunque la mayoría de los entrevistados hablaron a condición de mantenerse anónimos, Nathan se mostró especialmente cauteloso. Lo que más le preocupaba era que él o su familia se convirtieran en blanco de activistas israelíes de derecha si se enteraban de que había tratado a “terroristas”. Pero también le preocupaban las reacciones de sus colegas: ni siquiera su superior inmediato sabía lo que había estado haciendo, salvo que había sido llamado a filas para cumplir con el servicio militar.
Además, Nathan quería protegerse de las críticas de los miembros de la comunidad de izquierda que consideraban a cualquier persona relacionada con las instalaciones de Sde Teiman como un criminal de guerra. Sin embargo, estaba claro que él también pensaba que la mera existencia de las instalaciones médicas era un delito, a pesar de que siempre había intentado proporcionar a los pacientes la mejor atención posible.
De hecho, Nathan nos contó que, mientras trabajaba allí, había intentado en repetidas ocasiones que se cerrara el centro médico. “Los pacientes no podían recibir el tratamiento que necesitaban. Todos ellos debían ser ingresados en un hospital normal”.
Después de muchos meses, una vez que “ya no era una situación de emergencia” y cuando Nathan se dio cuenta de que sus esfuerzos por cerrar el centro eran inútiles, sintió que no podía “seguir allí” y renunció.
Esposado, con los ojos vendados y con pañales
Nos pusimos en contacto con Ben (también un seudónimo) para entrevistarlo debido a su colaboración con otra organización de derechos humanos, con el fin de preguntarle sobre el tratamiento médico que reciben los palestinos en las cárceles israelíes tras los atentados del 7 de octubre. Durante nuestra conversación, cuando se enteró de que estábamos escribiendo sobre el centro médico de Sde Teiman, nos contó que a él también lo habían llamado a finales de 2023 para prestar servicio allí.
Ben, un médico mucho más joven que los otros a los que entrevistamos, trabaja en uno de los hospitales públicos de Israel. Recordó que un colega le pidió que ayudara a realizar una intervención a un paciente de Gaza al que había tratado anteriormente. Inmediatamente se subió a su coche y condujo hasta Sde Teiman, siguiendo las indicaciones que le habían dado por teléfono, sin saber exactamente adónde iba.
Una vez en el centro médico, Ben dijo que se quedó asombrado por lo que vio. Aunque era finales de diciembre y el lugar llevaba más de dos meses en funcionamiento, “los pacientes seguían sin llevar nada más que pañales”. Nos contó que seguían esposados a sus camas y con los ojos vendados en todo momento, incluso mientras recibían tratamiento médico. No se les permitía levantarse de la cama, por lo que tenían que defecar en ella cuando necesitaban hacer sus necesidades.
Ben llevó a cabo el procedimiento que se le había encomendado. Pero una vez llegó a casa, se dio cuenta de la realidad de lo que había presenciado: “Decidí no volver a pisar ese centro nunca más”.
Como estaban esposados, el personal de enfermería tenía que hacerlo todo por los pacientes. Los lavaban, les cambiaban los pañales e incluso tenían que alimentar a algunos de ellos con comida líquida a través de pajitas. Estos relatos fueron confirmados por los otros dos médicos que entrevistamos y que habían trabajado en el centro.
Los médicos describen las condiciones dentro del centro médico de Sde Teiman: BBC News, mayo de 2024.
Nathan nos dijo varias veces: “Debéis destacar el cuidado y la dedicación de las enfermeras”, que bañaban, alimentaban y cuidaban a personas a las que pocos estaban dispuestos a atender. Sin embargo, aunque esto es sin duda digno de mención, especialmente en aquellas circunstancias, la mayoría de estos pacientes habrían podido ir al baño, ducharse y alimentarse por sí mismos si no hubieran estado inmovilizados en sus camas las 24 horas del día. El uso indiscriminado de tales restricciones en los pacientes viola la ley israelí, y se considera una forma de tortura según los códigos éticos tanto de Israel como internacionales.
“Al principio, [el uso de esposas] puede haber sido necesario porque tratábamos a personas muy peligrosas” que acababan de cometer una brutal masacre, explicó Nathan. Describió un grave ataque a una empleada del que fue testigo y confirmó: “Tuvimos varios casos en los que los pacientes agredieron al personal”.
Pero, continuó, “no tenían justificación después de las primeras semanas. Para entonces, se podrían haber implementado otras precauciones y se podrían haber realizado evaluaciones para determinar quién podía suponer un peligro para el personal y aún necesitaba estar esposado”.
Nathan dijo que, al final, muchos de los pacientes atendidos por los médicos y enfermeras no eran peligrosos. “Se deberían haber tomado medidas para que esos pacientes pudieran ser atendidos en un hospital general en Israel”.
Tras visitar las instalaciones médicas de Sde Teiman a finales de febrero de 2024, los miembros del comité ético del Ministerio de Sanidad israelí informaron de que todos los pacientes seguían encadenados a sus camas por las cuatro extremidades, a pesar de que el propio ejército israelí admitió, en diciembre de 2023, que muchos de los detenidos en Sde Teiman no eran sospechosos de estar relacionados con Hamás u otras facciones militantes. Muchos de los encarcelados en Sde Teiman, incluidos algunos que habían permanecido detenidos durante meses y estaban encadenados a sus camas, acabarían siendo liberados sin cargos.
‘Hicimos todo lo que pudimos’
El relato de Nathan fue respaldado por nuestro tercer entrevistado, Yoel Donchin, un anestesista sénior que también prestó servicio en el centro médico durante muchos meses. Donchin describió algunos de los pacientes que trató al New York Times en junio de 2024, explicando que uno era parapléjico, otro padecía obesidad mórbida y un tercero había necesitado utilizar un tubo respiratorio desde la infancia. Donchin concluyó que era “muy improbable” que alguno de ellos hubiera participado en los combates. “Se llevan a todo el mundo”, dijo, refiriéndose a las acciones del ejército israelí en Gaza.
Como ya había hablado públicamente sobre sus experiencias en las instalaciones, Donchin fue fácil de localizar. A diferencia de Nathan y Ben, no le importó que utilizáramos su nombre real y no tuvo reservas sobre su participación allí.
Después de defender públicamente su decisión de prestar servicio en el centro, Donchin y el resto del equipo médico que trabajaba allí fueron criticados por organizaciones de derechos humanos, incluidos miembros de la junta directiva de Pcati. Tratar a los pacientes allí, afirmaron, era “una vergüenza moral y una violación de todos los principios éticos” a los que deben comprometerse los médicos.
Sin embargo, tras un par de horas de larga conversación en su tranquila casa de las afueras de Tel Aviv, empezamos a conciliar los datos que teníamos sobre Sde Teiman con el relato de Donchin sobre su experiencia trabajando en el centro médico. Él comparó la situación en Israel inmediatamente después del 7 de octubre con “un suceso con múltiples víctimas”, y explicó que, en tales condiciones, “la ética médica es diferente”. En el caos de las primeras semanas tras los ataques, nos dijo, “nadie sabía lo que estaba haciendo. Los hospitales estaban abarrotados de pacientes y el sistema estaba desbordado”.
Donchin dijo que incluso algunos soldados israelíes heridos en el ataque de Hamás no pudieron recibir toda la atención que necesitaban. Tras el 7 de octubre, nos dijo: “Todo el sistema sanitario [israelí] estaba completamente desorganizado. Durante el primer mes, no se podía hablar de Estado en absoluto”.
Un manifestante británico pide la liberación de las personas detenidas en Sde Teiman, enero de 2025.
Zuma/Alamy
En medio de este caos, Donchin nos dijo: “Hicimos todo lo que pudimos”. Explicó que, cuando no se suministraba la nutrición que necesitaban los pacientes, el personal la compraba por su cuenta. Cuando alguien necesitaba ser atendido por un especialista, recurrían a sus redes personales para traer a colegas con la experiencia necesaria, ya fuera para que acudieran al centro o, cuando eso no era posible, para que dieran consejos a través de una videollamada.
Sin embargo, aunque estas medidas de emergencia pueden haber sido eficaces, “no deberían haber sido la solución”. En última instancia, dijo Donchin, estas “concesiones e improvisaciones” significaban que los médicos estaban operando bajo “una bandera negra de ilegalidad”.
Según el experto en ética médica que asesoró a los médicos que trabajaban en Sde Teiman: “En este primer mes, tratar a quienes acababan de participar en la masacre planteó retos particulares”, porque algunos eran muy peligrosos y agresivos. “Los hospitales generales no están preparados para tratar a pacientes que suponen tal riesgo para el personal”.
Sin embargo, también afirmó que “Israel contaba con planes de contingencia detallados para tal escenario, que incluían la preparación de una sala dedicada a los combatientes enemigos en uno de los principales hospitales. Pero nunca se llevaron a cabo”.
‘Deberían dejar que se pudriese’
Muchos de los casi 200 militantes de Hamás que participaron en los ataques del 7 de octubre y fueron capturados en Israel resultaron heridos en los combates. Al principio fueron trasladados a hospitales generales, pero la noticia se difundió rápidamente, lo que provocó numerosas respuestas de turbas que asaltaban las salas de los hospitales y atacaban al personal y a pacientes que sospechaban que eran palestinos.
Para proteger la seguridad tanto de los pacientes como del personal, los hospitales israelíes comenzaron a negarse a admitir a estos pacientes. Pero algunos miembros del personal médico también expresaron “dificultades” para tratar a aquellos que sospechaban que habían cometido las atrocidades del 7 de octubre.
El 11 de octubre de 2023, Moshe Arbel, ministro de Sanidad de Israel en aquel momento, respaldó oficialmente esta reticencia mediante la promulgación de una ordenanza en la que se establecía que los hospitales generales no debían tratar a “terroristas de Gaza”. Esta directriz también permitió a los hospitales israelíes denegar la atención médica a cualquier palestino procedente de cualquier centro penitenciario.
El personal que trabajaba en algunos de estos hospitales nos contó después que había oído con frecuencia a sus compañeros hacer declaraciones como “Gaza debería ser borrada del mapa” o “en mi opinión, todos los bebés de Gaza son terroristas y pueden morir”, a veces en reuniones formales del personal y delante de compañeros palestinos.
También escuchamos historias de personal médico que mostraba un desprecio explícito por las lesiones y el bienestar de aquellos que sospechaban que formaban parte de la fuerza Nukhba y, en algunos casos, de los detenidos palestinos de Gaza en general.
Por ejemplo, Nathan nos contó que llamó a un especialista de alto nivel cuando necesitaba asesoramiento urgente sobre el tratamiento de uno de los detenidos en Sde Teiman, solo para que le dijeran: “En mi opinión, hay que dejar que se pudra”. Y según Ben: “El 8 de octubre, fui testigo de cómo un médico insertaba un tubo en los pulmones de un paciente de la fuerza Nukhba sin anestesiarlo. Probablemente hubo otros casos similares”.
“Paradójicamente”, nos dijo Ben, “los médicos del centro médico de Sde Teiman tenían un compromiso y una comprensión mucho más profundos de su responsabilidad de atender a estos pacientes”. Según él, era en los hospitales generales donde había encontrado más “violencia verbal, menos atención” y algunos casos de maltrato físico.
Según quienes trabajaban en Sde Teiman, al tratarse de un centro improvisado, con falta de equipamiento y personal, si un paciente necesitaba un tratamiento urgente que no se podía proporcionar in situ, a veces se le trasladaba a uno de los hospitales generales de Israel. Nathan describió cómo pasaba largas horas al teléfono cada vez, llamando a diferentes centros hospitalarios hasta que encontraba uno dispuesto a admitir al paciente. Pero era precisamente la existencia del centro médico de Sde Teiman lo que permitía a muchos hospitales eludir sus responsabilidades, ya que, aparentemente, estos pacientes ya estaban recibiendo tratamiento.
Y cuando se realizaba una intervención hospitalaria, los pacientes eran rápidamente enviados de vuelta al centro médico de Sde Teiman, tal y como se describe en esta carta filtrada dirigida al Ministerio de Salud de Israel por un médico que trabajaba en el centro:
“Los pacientes que han sido sometidos a operaciones importantes, como cirugías abdominales para resecciones intestinales, son trasladados, tras aproximadamente una hora de observación postoperatoria, al centro médico de Sde Teiman, que cuenta con un solo médico durante la mayor parte del día, acompañado de un equipo de enfermería, algunos de los cuales solo tienen formación médica”.
Finalmente, el personal del centro médico de Sde Teiman consiguió que algunos pacientes fueran liberados de las esposas que les ataban a la cama por las cuatro extremidades y que pudieran llevar batas de hospital en lugar de pañales. Pero, independientemente de sus esfuerzos por proporcionar una mejor atención, y a pesar de sus importantes luchas y éxitos parciales, tratarlos allí era, en opinión de muchos observadores y de algunos de los propios médicos, convertirse en cómplices de violaciones del derecho internacional y de Israel.
La carta anónima enviada al Ministerio de Salud de Israel afirmaba que las condiciones del centro a menudo provocaban “complicaciones y, en ocasiones, incluso la muerte del paciente”:
“Esto nos convierte a todos –a los equipos médicos y a los responsables de los ministerios de Sanidad y Defensa– en cómplices de la violación de la legislación israelí y, lo que es peor para mí como médico, de la violación de mi compromiso básico con los pacientes, estén donde estén, tal y como juré cuando me licencié hace 20 años”.
El dilema de los médicos
Ben solo visitó el centro médico de Sde Teiman una vez, pero el remordimiento le acompaña desde entonces. “Debería haber dado media vuelta en cuanto vi que tenían a los pacientes desnudos y esposados a sus camas”, nos contó. “Tratar a los pacientes allí no solo era una violación de nuestros códigos éticos como médicos, sino que era participar en crímenes de guerra, si no en crímenes contra la humanidad. Eso era algo que no estaba dispuesto a considerar”.
Continuó diciendo: “Prestar servicio allí mitigó eficazmente la crisis que se hubiese producido si ningún médico hubiera aceptado hacerlo. El personal médico permitió que las instalaciones de Sde Teiman siguieran funcionando, y la existencia de dichas instalaciones permitió a los hospitales negarse a tratar a esos pacientes”.
Aunque el campo de detención de Sde Teiman albergó a cientos de detenidos durante largos periodos, su centro médico no podía tratar a más de 15 pacientes a la vez. Por lo general, solo se atendía a quienes tenían lesiones graves, a menudo cuando su estado ya se había deteriorado. Según nuestros entrevistados, esto significaba que las lesiones se infectaban con frecuencia, lo que provocaba amputaciones de extremidades que se podrían haber evitado fácilmente.
En el campo de detención principal, las enfermedades no tratadas causaban complicaciones, debilidad y, en algunos casos, la muerte. Los datos públicos más recientes muestran que, entre octubre de 2023 y julio de 2024, al menos 36 detenidos fallecieron dentro de Sde Teiman. En menor medida, la retirada de la atención médica también se ha convertido en la norma en otras prisiones y centros de detención donde se encuentran recluidos palestinos. Según los datos más recientes (aún sin publicar) que hemos recibido de Médicos por los Derechos Humanos (Israel), entre octubre de 2023 y julio de 2025, 52 palestinos han fallecido en instalaciones militares y 41 en prisiones israelíes.
Un oficial del ejército habla con activistas israelíes que protestan por la detención de nueve reservistas militares acusados de abusar sexualmente de un detenido en Sde Teiman.
Sipa USA/Alamy
Negar atención médica a una persona encarcelada puede constituir en sí mismo un acto de tortura. Aunque comúnmente al escuchar la palabra tortura podemos pensar en huesos rotos, uñas arrancadas o descargas eléctricas, esta puede adoptar muchas otras formas. Cuando alguien está enfermo o herido, negarle el tratamiento que necesita e impedirle recibir cualquier tipo de alivio para el dolor puede ser una forma de causarle un dolor insoportable y un sufrimiento innecesario.
Para Donchin, negarse a tratar a los pacientes habría significado convertirse en cómplice de este delito. “Para mí, la alternativa –no proporcionar ningún tipo de atención, no mostrar compasión– era imposible”, afirmó, y añadió que una cosa es pensar en estas cuestiones en teoría y otra muy distinta es ver a una persona sufriendo delante de ti.
Por el contrario, para Ben, lo único correcto era negarse a trabajar en las instalaciones médicas temporales de Sde Teiman, sobre todo cuando había hospitales de última generación a poca distancia en coche. “Tratar a los pacientes allí no los salva, ya que los deja fuera del sistema sanitario que podría haberles proporcionado el tratamiento vital que tanto necesitaban”, nos dijo.
Pero, al concluir nuestra conversación, añadió: “No hay respuestas correctas aquí. Es una gran tragedia, se mire como se mire”.
El centro médico de Sde Teiman cerró finalmente en octubre de 2024, cuando, tras una petición al Tribunal Superior de Justicia de Israel por parte de varias organizaciones de derechos humanos, entre ellas Pcati y Médicos por los Derechos Humanos, se redujo significativamente la población del principal campo de detención.
Cuando Nathan se sentó a hablar con nosotros, el centro médico llevaba cerrado varios meses. Pero el hombre con el que nos reunimos seguía completamente abatido, visiblemente destrozado. No dejaba de preguntarse si había hecho lo suficiente, o si debería o podría haber hecho más. Fue entonces cuando llegó a la conclusión: “Quizás podríamos haber hecho algo con respecto al campo en sí”.
Aunque nunca pisó el campo principal, nos dijo que podía oír muy claramente los gritos y los ladridos de los perros. “Quizás podríamos haber hecho más con respecto al campo en sí”.
Mientras que Ben y Donchin parecían encontrar cierto consuelo en su convicción de que habían hecho lo correcto (a pesar de llegar a conclusiones opuestas), Nathan no compartía esa certeza. Por un lado, tenía claro que se había convertido en cómplice de los crímenes. Las condiciones de las instalaciones médicas ni siquiera cumplían con lo que él denominaba la “ley mínima” que Israel había adaptado para tratar a estas personas, por no hablar del derecho internacional de los derechos humanos y todos los códigos éticos médicos.
Sin embargo, al mismo tiempo, Nathan sentía que no podía abandonar a estos pacientes. Cuando nos reunimos con él, todavía estaba dividido por lo que había hecho, todavía se preguntaba si había tomado las decisiones correctas.
Un legado de tortura
El uso de la tortura por parte de Israel no comenzó en octubre de 2023. En el transcurso de nuestra investigación, hemos analizado más de 1 500 de los casos de tortura registrados por Pcati en los 25 años anteriores a los ataques. Todos ellos han sido analizados minuciosamente por cumplir la definición establecida por la Convención de las Naciones Unidas contra la Tortura.
Comparando nuestros hallazgos con los testimonios que han surgido en los últimos dos años, podemos afirmar con certeza que el uso de la tortura por parte de las fuerzas de seguridad israelíes ha aumentado tanto en escala como en gravedad desde entonces, aunque esto ha sido negado por el gobierno y el ejército.
Según numerosos informes verificados, muchos de los detenidos en Sde Teiman fueron sometidos a violencia sexual, desde desnudos forzados y humillaciones hasta violaciones; esposas constantes que provocaron lesiones y, en algunos casos, la amputación de extremidades; y palizas con porras, barras de metal y culatas de armas y botas, a veces hasta que los detenidos perdían el conocimiento.
Se denunciaron prácticas similares en casi todas las prisiones y centros de detención israelíes donde se recluyó a palestinos tras los atentados del 7 de octubre.
Los relatos de los médicos que trabajan en Sde Teiman no deben distraer la atención de la gravedad de esta historia más amplia de abusos y torturas. Pero los dilemas a los que se enfrentaron los médicos y el impacto que esto ha tenido en sus vidas muestran las complejidades, si no imposibilidades, a las que se enfrentan los israelíes que intentan resistirse a las atrocidades que Israel ha estado cometiendo en Gaza (y Cisjordania) tras los ataques del 7 de octubre.
Un trabajador palestino de un hospital inspecciona los daños causados por un bombardeo en un almacén farmacéutico en Khan Yunis, al sur de Gaza, en mayo de 2025.
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En su informe de julio de 2025, Médicos por los Derechos Humanos Israel afirmó que “los ataques generalizados contra el sistema sanitario de Gaza” equivalen a un desmantelamiento de “las condiciones de vida existentes con efectos en el futuro” y, por lo tanto, deben considerarse una violación de la Convención sobre el Genocidio de 1948.
Los médicos con los que nos reunimos, junto con el resto del personal sanitario del centro de Sde Teiman, intentaron contrarrestar la deshumanización y el abandono de la vida que permiten que se produzcan genocidios. De diferentes maneras, intentaron detener la atrocidad que se desarrollaba ante sus ojos y remediar las condiciones que la hacían posible. Sin embargo, en su opinión, seguían siendo cómplices de los mismos delitos que intentaban prevenir.
Por mucho que su historia sea una historia de dilemas imposibles, también es una historia de personas que, al menos, hicieron lo que pudieron para contrarrestar esta complicidad casi inevitable. No solo insistiendo en la humanidad de quienes tenían delante, y por lo tanto también en la suya propia, sino también negándose a permanecer en silencio.
Respuesta a este artículo
The Conversation se puso en contacto con la Asociación Médica Israelí (IMA, por sus siglas en inglés) durante la edición de este artículo. Su respuesta, que se refleja en el artículo final, incluía los siguientes comentarios:
“Según las directrices del Ministerio de Salud israelí, todos los pacientes del centro médico de Sde Teiman fueron tratados de acuerdo con los estándares médicos convencionales israelíes, lo que significa que el nivel de atención allí era superior al que habrían recibido en Gaza”.
“Es cierto que el uso indiscriminado de medidas de inmovilización viola la ética médica israelí. El comité de ética de la IMA ha abordado esta cuestión en más de una ocasión, incluso con una declaración en septiembre de 2023 y una carta al Ministerio de Salud israelí en febrero de 2025”.
“La IMA se ha pronunciado continuamente sobre cuestiones humanitarias a lo largo de esta guerra y seguirá haciéndolo. El 5 de agosto de 2025, reafirmamos nuestra política de toda la vida sobre la garantía de la atención médica durante los conflictos armados”.
“La destrucción de la asistencia sanitaria en Gaza es trágica, pero no se han producido ‘asesinatos en masa, detenciones, torturas y abusos contra el personal médico’ como se afirma en el informe de Médicos por los Derechos Humanos Israel, de julio de 2025. Ha habido algunos miembros del personal médico sospechosos de terrorismo o terroristas probados. La IMA ha dejado muy claro que todos los pacientes deben ser tratados por igual”.
The Conversation también intentó recabar la opinión del ejército israelí sobre las conclusiones de este artículo, pero no obtuvo respuesta. Cuando la BBC se puso en contacto con él anteriormente para preguntarle sobre las denuncias de abusos y torturas en el centro médico de Sde Teiman, afirmó que “rechaza por completo las acusaciones de abusos sistemáticos a los detenidos”.
El Gobierno de Israel así mismo ha rechazado las acusaciones de malos tratos y torturas generalizados a los detenidos en el centro de detención de Sde Teiman, insistiendo en que está “plenamente comprometido con las normas jurídicas internacionales”.