Los tiempos actuales no dan tregua para asimilar todo lo que ocurre en un mismo momento. En las ciudades, suceden miles de cosas a la vez y cada vivienda u oficina también se han convertido en pequeños ecosistemas que van a toda velocidad. O al menos eso es lo que creemos. Pero lo cierto es que hay otra forma de ver la arquitectura residencial y urbanística, una manera tranquila y sostenible en el tiempo. Es lo que llaman la «arquitectura ansiolítica», una tendencia que concibe los espacios como medicina frente al estrés.

El estudio DmasC Arquitectos (@dmascarquitectos) apuesta por esta nueva corriente que aboga por el bienestar de los usuarios. Con Javier de la Cruz e Inés Suárez al frente, el estudio se ha convertido en un referente de la arquitectura ansiolítica española. Un equipo que construye y diseña «viviendas respetuosas que se abren al campo y al sonido de los pájaros, demostrando que un edificio puede ser, al mismo tiempo, refugio físico y refugio mental«, tal y como indican desde el estudio. 

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¿Cuáles son los principios de la arquitectura ansiolítica desde el punto de vista de DmasC? El equipo basa su trabajo en 8 puntos clave que les permiten crear espacios respetuosos con los habitantes:

 

  • Desaceleración espacial: Promueven una casa que no se recorre, sino que se pasea. Construyen espacios que obligan a ralentizar el cuerpo.
  • Austeridad como lujo: Apuestan por eliminar lo superfluo no por estética, sino por ética. 
  • Sencillez radical: Priorizan geometrías elementales, plantas claras y materiales honestos que transmiten estabilidad y orden frente al caos exterior.
  • Soledad buscada: Los expertos diseñan rincones que faciliten la introspección. Por ejemplo, un banco frente a una ventana. 
  • El sonido de la naturaleza: A través de la arquitectura, es posible silenciar «la máquina» para amplificar lo vivo. En una vivienda construida bajo esta óptica, podemos encontrar muros que aíslan del ruido urbano y abren paso a lo esencial: el canto de los pájaros, el viento en los árboles, el agua que corre.
  •  Tiempo contemplativo: Terrazas, porches y miradores que no cumplen una función práctica inmediata, sino la de ofrecer un lugar para contemplar plácidamente.
  • Materia que acompaña: Cal, piedra y madera que no brillan ni compiten, sino que envejecen con la casa y con quienes la habitan, transmitiendo permanencia y serenidad.
  • Paisaje como medicina: Ventanas enmarcando horizontes, casas que se abren al campo. No para dominarlo, sino para escucharlo. 

Para aprender más sobre este tema tan interesante como tangencial, conversamos con Javier de la Cruz, codirector de DmasC Arquitectos. 

 

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Salón con comedor y cocina abierta para permitir un ambiente fluido.

Araceli Rodríguez | Proyecto de DmasC Arquitectos

PREGUNTA: ¿Cómo definiríais, en pocas palabras, qué es la «arquitectura ansiolítica» y qué la diferencia de otros enfoques de diseño?

Javier: «Es una arquitectura que cuida. Que no busca deslumbrar, sino acompañar. Su esencia está en crear espacios que transmiten serenidad, equilibrio y bienestar. Frente a lo espectacular, propone lo esencial: lugares que nos hacen sentir bien, sin artificios. En pocas palabras, es una arquitectura que calma. Que baja el volumen del entorno y te permite respirar».

 

P: ¿Creéis que esta tendencia ha llegado para quedarse o es una respuesta puntual a un momento histórico de hiperconexión y estrés?

Javier: «Más que una tendencia, es un cambio de sensibilidad. Es una respuesta real a una necesidad profunda: estar bien en casa. Vivimos más conectados que nunca, pero también más cansados. Por eso, la casa se está redescubriendo como lugar de refugio y equilibrio. Y cuando un espacio logra eso, ya no queremos otra cosa».

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P: ¿Qué claves prácticas aplicaríais en una vivienda urbana para transformarla en un refugio que invite a desacelerar?

Javier: «Principalmente, explotar la luz natural, priorizar materiales amables y tener una distribución pensada para vivir con calma. Apostar por espacios que fluyen y que no saturan. El silencio visual, la conexión con el exterior y una atmósfera que invita a detenerse son claves para convertir una casa en refugio. Crear zonas sin ruido visual, incorporar plantas y pensar cada rincón como un lugar donde apetezca quedarse».

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P: ¿Qué papel juegan los materiales y la relación con el paisaje en vuestros proyectos?

Javier: «Son fundamentales. La madera, la piedra, las texturas suaves… todo influye en cómo percibimos un espacio. Y si hay oportunidad de abrirse al exterior —un patio, una terraza, una simple ventana bien orientada—, el paisaje se convierte en parte del hogar. La relación con el exterior transforma completamente la experiencia de habitar una casa».