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"Hemos aprendido que todos tenemos momentos difíciles y cosas que sanar"
LLibros

Hemos aprendido que todos tenemos momentos difíciles y cosas que sanar

  • 22/09/2025

En las listas de ventas de la pasada temporada, entre premios literarios de gran eco mediático, autores consagrados y celebridades juveniles, se coló sin pedir permiso un título sorprendente: El puente donde habitan las mariposas (Siruela), un libro sobre el cerebro y su relación con la respiración escrito por una física y neurocientífica llamada Nazareth Castellanos.   

Madrileña de 1977, Castellanos ya había publicado varios títulos de temática afín como El espejo del cerebro o Neurociencia del cuerpo, e incluso protagonizó un espectáculo junto a la filóloga y actriz Marisol Ramírez titulado Poesía y cerebro, pero esta nueva entrega ha superado todas las expectativas y la ha convertido en una inesperada best-seller. Quienes esperen su próxima obra deberán cultivar la paciencia: ahora asegura estar completamente volcada en su laboratorio. De paso por Cádiz, atiende a elDiario.es Andalucía en esta entrevista.

¿Es usted la primera sorprendida con todo este éxito?

Me sorprende y no. Estoy muy agradecida por la acogida y el respeto que recibo, pero también soy muy consciente de la importancia que tiene hablar de la salud mental de un modo riguroso. Parece que, a pesar de la deriva en la que hemos dejado este asunto, nos siguen interesando los temas de siempre: la mente humana, por ejemplo.

El interés siempre está ahí, pero los enfoques varían. Hemos conocido los años más oscuros de la vieja psiquiatría, la locura de los fármacos en los 90… ¿En qué momento estamos ahora?

Sí, es algo que siempre nos ha preocupado, pero hubo un tiempo en que parece que habíamos patologizado demasiado este tema, con una psiquiatría muy deshumanizada, luego como dices vino la excesiva fe en los fármacos… Ahora estamos en un momento de normalización de las alteraciones de la salud mental. Hace no tanto tiempo, si alguien iba al psicólogo se decía de él: “Está loco”. Ahora acudir a un especialista está más extendido, hablamos de ello sin prejuicios, hemos aprendido que todos tenemos momentos difíciles y cosas que sanar. Y eso supone un paso inmenso. Suelo hacer un paralelismo con los gimnasios, que antaño eran prácticamente para los profesionales o para gente que necesitaba rehabilitación, y ahora es lo más normal del mundo acudir a uno. Estoy convencida de que eso pasará también con la salud mental, cuidar de ella formará parte de nuestra higiene social.

Su libro se funda sobre la idea de Ramón y Cajal de que podemos ser “escultores” de nuestro cerebro. ¿No encaja eso con la tendencia actual a pensar que podemos tener control sobre todo, frente al fatalismo del pasado?

Exacto, estamos en un momento en que creemos que podemos cambiarlo todo, y reconocemos ese papel de la voluntad, sin caer en visiones frívolas de ‘si quiero, puedo’. No todo depende siempre de nosotros, pero ahora reconocemos ese ingrediente, hay una parte en la ecuación que es tu voluntad, y es algo que da mucha motivación. Santiago y Cajal no para de repetir al final de su vida que la voluntad es nuestra propiedad más divina.

Incide en la importancia de la respiración sobre nuestro cerebro, pero cada vez es menos raro oír de alguien que “se olvida de respirar” cuando está muy ocupado. ¿Cómo es eso?

Es así. Ahora estoy trabajando en un artículo que habla precisamente de esas faltas de respiración. Hemos comprobado que, cuando estamos mal, nos saltamos hasta dos y tres respiraciones seguidas. Y eso no ocurre una vez aislada, sino constantemente, por eso no es infrecuente escuchar eso de “se me olvida respirar”. Cuando sufrimos ansiedad, hay una estructura en la que la amígdala, la más involucrada en las emociones, inhibe a los núcleos que proponen la inspiración. Inspiro, exhalo y nos quedo ahí, porque lo que tiene que hacer que volvamos a inspirar ha sido aniquilado. Eso tiene como consecuencia problemas metabólicos varios, falta de energía y de recursos neuronales… En el cuerpo todo es una cadena, de esta manera llegamos al final del día cansados y el estado de ansiedad se perpetúa.

Esa idea de que en el cuerpo todo está interconectado suena muy oriental. ¿Sabían en aquellas latitudes algo que nosotros desconocíamos o habíamos olvidado?

Sí, es mucha la gente que piensa que hay que ir a Oriente a orientarse, ¿no? No cabe duda de que, por ejemplo, las medicinas orientales han supuesto aportaciones muy valiosas en la historia de la salud, pero tampoco hay que irse muy lejos para encontrar esa idea de interconexión de nuestros órganos. Ya en la Grecia Antigua, gente como Hipócrates y Galeno de Pérgamo hablaban de esos términos, y Aristóteles defendía que en el corazón residía la inteligencia. Luego se descubrió que el corazón servía únicamente para distribuir la sangre, y Descartes nos impuso esa división del cuerpo que ha prevalecido hasta hoy. Pero nuestra medicina ya contemplaba esa visión de que el cuerpo es el asiento del alma. Siempre digo que los médicos deberían estudiar Historia de la Medicina, para conocer el camino que ha ido tomando cada corriente.

El mundo digital, ¿está modificando el cerebro como tal vez Heidegger no pudo siquiera sospechar?

¡Ya lo sospechaba y estaba en contra de la tecnología! Yo en cambio soy partidaria de tener en cuenta el uso que les des. Nosotros usamos muchísimo la Inteligencia Artificial, y nos ayuda enormemente, pero parece necesario hacer una llamada a la prudencia. Sobre todo, me parece que el peligro está en el adolescente o el niño, hay que tener mucho cuidado con el empleo que puedan hacer de estos medios.

En todo caso, las pantallas que nos rodean, ¿no moldean de un modo nuevo nuestras cabezas?

Puede tener sus ventajas, pero de nuevo debemos atender al uso que hacemos: hay cosas que antes me llevaba dos horas hacer, y ahora las hago en diez minutos. Si dedico esa hora y diez minutos que me sobran a cosas instructivas, es una maravilla, mientras que, si esto va a suponer una aceleración de todo, o me dejo llevar por la vagancia, pues tenemos un problema. Una vez más, la tecla vuelve a ser la voluntad. Con todo esto, a menudo, somos como niños con un juguete nuevo que se nos puede ir de las manos…

Hace poco, una muchacha ha levantado una tremenda polvareda al afirmar que leer no nos hace mejores. Desde el punto de vista neurológico, ¿es una opinión rebatible?

Depende de lo que leas. Hay cosas que claramente sería mejor no leerlas: tonterías, cosas falsas… Lo ideal sería llegar al discernimiento. Deberíamos educar a la gente en el gusto, en el interés, en distinguir lo que vale la pena de lo que no, en reconocer a los vendemotos frente a los que no lo son. Saber elegir es fundamental, pero aparte de eso, qué duda cabe de que leer es de los mejores escultores del cerebro que tenemos. Estimula la curiosidad, la imaginación… Incluso el movimiento de los ojos al hacerlo es bueno para el cerebro.   

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