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Por tercera vez este año, Donato Ndongo se enfrenta a un desahucio. Ante este panorama, resulta extraordinario que, hace unos meses, el autor lograra publicar La siembra estéril (Sequitur, 2025), una colección de relatos de larga gestación. Sirva esta reseña para reivindicar los méritos de un libro valioso que dialoga con el resto de su obra. 

Ndongo es la voz literaria más destacada de Guinea Ecuatorial. Nacido en Niefang en 1950, ha pasado casi toda su vida adulta exiliado en España. Su Antología de la literatura guineana (1984) puso en el mapa unas letras hasta entonces desconocidas. Su primera novela, Las tinieblas de tu memoria negra (1987), permite entender el colonialismo español en su país durante el franquismo. Su segunda novela, Los poderes de la tempestad (1997), examina los efectos de la dictadura de Francisco Macías (1968-1979), el primer presidente tras la independencia, en Guinea Ecuatorial. Sus últimas novelas, El metro (2007) y ¿Qué mató al joven Abdoulaye Cissé? (2023), se centran en la emigración africana hacia España.

¿Qué mató al joven Abdoulaye Cissé? fue concebida como un relato para el último libro de Ndongo. No obstante, el autor la desarrolló tanto que se convirtió en una novela, lo que dejó La siembra estéril como una colección de cuatro relatos: “Mikue”, “Premonición”, “La siembra estéril” y “Regreso a Mengong”. Esta última pieza, que aborda tanto la diáspora africana como el regreso a África, retoma temas presentes en las dos últimas novelas de Ndongo. “Premonición” y “La siembra estéril”, centrados en la generación de ecuatoguineanos exiliados en España durante los años setenta, dialogan con Los poderes de la tempestad. “Mikue” refleja el interés del autor por la mujer como materia literaria, visible también en su novela sobre la dictadura de Macías.

 “Mikue”, que ocupa solo dos páginas, es más un microrrelato que un cuento. Escrito en prosa poética, presenta a una mujer que cumple cincuenta años. Atrás han quedado la inocencia y los sueños de juventud. Al comenzar el relato, la protagonista afronta la vejez en soledad. Ha sufrido varias desgracias –la orfandad temprana, la pérdida de varios hijos– junto con la carga de la tradición patriarcal, que permite a los hombres tomar decisiones clave en su vida. En una colección de cuentos con una pieza inicial tan breve, cabría esperar que “Mikue” funcionara como una suerte de prólogo. De ser así, su conexión con el resto del libro parece muy sutil, incluso hermética. Y, sin embargo, acaso la vida de esta mujer sea la primera instancia de siembra estéril evocada por el título.

Ambientado en 1979, “Premonición” narra otro tipo de siembra: la de los ecuatoguineanos exiliados en España al final del régimen de Macías. Llegan noticias de que el dictador ha sido derrocado en un golpe de Estado, pero reina la confusión sobre sus consecuencias. El protagonista, Aurelio Atebá, desea participar en los cambios necesarios para hacer de Guinea Ecuatorial un país viable. Sin embargo, duda de que el nuevo líder traiga la libertad y la democracia. Este cuento capta las esperanzas e incertidumbres de una generación perdida, atrapada entre el rechazo de la patria –Macías se ensañó con los intelectuales– y el racismo que sufrieron en España durante el tardofranquismo y la transición.

“La siembra estéril” retoma al personaje de Aurelio Atebá y presenta a su amigo y compatriota Ananías Esono, otro exiliado ficticio en España. Esono es uno de los personajes más interesantes del libro. Ndongo ofrece un rico retrato intelectual –lecturas, afinidades ideológicas, referencias filosóficas– de un marxista africano en los años setenta. La desilusión de este idealista al ver cómo regímenes afines como la URSS, Cuba, China y Corea del Norte apoyan a Macías es tremenda. Igualmente desoladoras son las escenas en las que implora en vano a diplomáticos cubanos y chinos, con la esperanza de cambiar las posturas de sus gobiernos. El desenlace, que describe a los intelectuales exiliados apresurándose a regresar para servir al nuevo líder, es muy revelador. Para lectores interesados en los desafíos que enfrentan las naciones africanas poscoloniales (más allá incluso de Guinea Ecuatorial), este relato se cuenta entre los más sugestivos.

La visión panafricana de Ndongo deviene explícita en “Regreso a Mengong”, el último cuento del libro. Tras veintiún años en Francia, Thibaut regresa a Camerún anhelando reintegrarse en su país natal y escuchar las historias ancestrales de su pueblo tras un largo silencio. Thibaut viaja en avión evocando las razones por las que abandonó Camerún, sus dos décadas en Francia, su matrimonio y sus hijos, y las frustraciones vividas tanto en Europa como en África. El protagonista se pierde en sus recuerdos, por lo que acaba habitando varios planos temporales y espaciales durante el vuelo. Con 84 páginas, “Regreso a Mengong” es más una novela breve que un cuento. Su estructura refleja el estilo narrativo de Ndongo, que remite a las tradiciones orales de su lengua materna, el fang (hablado por un millón de personas en Guinea Ecuatorial, Camerún y Gabón). Al igual que el mbom nvet [trovador fang], Ndongo no narra los acontecimientos en orden cronológico, sino que superpone motivos, pensamientos y recuerdos de sus personajes. El resultado es una narración de múltiples capas imbricadas.

Ninguno de estos cuentos alcanza las alturas de las tres primeras novelas de Ndongo, que representan la cumbre de la literatura africana en español. Sin embargo, siguen siendo la obra de un artesano de la palabra cuyo estilo es tan exuberante y refinado como de costumbre. En comparación con sus novelas, La siembra estéril ofrece una visión menos subjetiva y más sociológica y política de la debacle poscolonial en Guinea Ecuatorial y otros países africanos. Solo por esta perspectiva merece la pena leerlo. Además, la metáfora central que vertebra La siembra estéril resulta pertinente en el contexto panafricano actual, dada la emigración forzada de tantos jóvenes hacia Europa. En el caso de Guinea Ecuatorial, la siembra es particularmente estéril, pues los empeños de los intelectuales exiliados tras la caída de Macías no dan ningún fruto en la ficción de Ndongo.

Uno de los intelectuales que regresó a Guinea Ecuatorial en 1979 fue Leandro Mbomío (1938-2012), el más célebre escultor del país. Ndongo dedica este libro a su memoria: “Sembrador en tierra baldía, no fue profeta en su tierra”. Leído sobre todo en el extranjero, donde su obra es traducida y goza de un reconocimiento cada vez mayor, Ndongo es aún menos profeta que Mbomío en su tierra… y en la nuestra, donde su siembra todavía no germina como merece. Ojalá el drama del desahucio encuentre pronto una salida digna, y permita, al menos, que España descubra a uno de sus grandes escritores.

Adaptación de la reseña “A barren sowing”, publicada por el autor en la revista Africa is a Country.