A los 12 años uno tiene delante la vida que le echen, la que le ordenan otros, como es natural. Una vida encarrilada por la familia exclusivamente a la espera que despierten los talentos o las vocaciones, que a menudo llegan de viejo. Antes hay que comer, claro, con el trabajo que se pueda o que te dejen hacer. Franco Mastantuono, sin embargo, a los 12 años tenía por delante dos vidas que se presumían únicas: tenista o futbolista de élite. Había que negociar el deporte, la élite se daba por sentado. El niño Mastantuono llegó a ser el quinto mejor tenista de Argentina de su categoría. Como también jugaba al fútbol, ya para entonces lo quería River Plate, que llevaba dos años tras él intentando convencerlo no de que dejase a un rival, sino algo peor: que dejase otro deporte, otra pasión. Es probable que en lugar de debutar en el Santiago Bernabéu, este año Mastantuono hubiese debutado en Roland Garros de seguir jugando al tenis. Hay niños, en definitiva, que a los 12 años tienen bastante estrés encima.
A esa edad, la revista Club de Remo le hizo una entrevista (la primera documentada de él en internet) titulada de manera primorosa: ‘Por el bulevar de los sueños intactos’, guiño sabiniano. “Tuve que empezar a descubrir qué me faltaba mejorar, qué estaba haciendo bien y qué estaba haciendo mal. Yo tenía que mejorar la actitud para entrenar y tratar de ser cada día mejor tenista. Facu me enseñó bien a correr, la forma técnica de carrera; eso lo seguimos entrenando”. Son propósitos que valen para cualquier cosa en la vida, sobre todo el de aprender a correr. En Infobae, ya despuntando en River y abandonado el tenis, los expertos consultados coinciden: tenía talento para hacer lo que le diese la gana, pero algo diferenciador sobre el resto, que es la personalidad. Dejar de practicar un deporte en el que eras uno de los mejores del país, tú solo en la pista, para practicar otro con 21 compañeros de equipo, da pistas de la personalidad. Cambiar River Plate por Real Madrid con 17 años, cuando tienes en el Bernabéu a los mejores del mundo en tu puesto, también.
Y sin embargo, Mastantuono ha ganado un rol impensable en los primeros partidos. Hay algo en él que desborda electricidad y tiene que ver con el control del balón y la manera de levantar la cabeza, con apurar al último contrario en el uno contra uno; la fluidez, el hacer transitar la bola por las líneas y activar uno a uno a los compañeros que tiene cerca. Pero creo que Xabi Alonso, sin dejar de valorar lo que hace jugar al equipo, ha encontrado a un tipo que, al igual que en la pista de tenis, sabe correr. Cuándo y cómo correr. Es fácil. ¿Cuándo? Siempre. ¿Cómo? A toda velocidad. “Cuando lo vimos dijimos ‘tiene la fluidez y los patrones’. Es un jugador de jerarquía extraordinaria y, para mí, tiene destino de Europa porque tiene buena genética, buen biotipo y se le hace más sencillo aguantar el roce. Es un cerebro, el director de la banda”, decía de él hace años su descubridor, Daniel Brizuela, el hombre que pasó dos años tratando de privar a Argentina de un heredero de Nalbandian, Del Potro o Coria (obviemos a Vilas por respeto).
A los 12 años no se sabía si Franco Mastantuono sería tenista o futbolista, y seis años después no se sabe si Mastantuono someterá la presión que exige el Real y se convertirá, como promete, en uno de los mejores jugadores del mundo y el nuevo 10 que Argentina espera. Siempre es víspera en el jugador argentino, y hasta ahora siempre ha sido mejor la fiesta.