David Alandete

Donald Trump se dispone a anunciar este lunes que su gobierno presentará lo que él mismo ha calificado este fin de semana como «uno de los mayores avances médicos en la historia de nuestro país». Según fuentes de la Casa Blanca citadas por los medios The Washington Post y Politico, el presidente revelará un plan que vincula el consumo de paracetamol (la marca más popular en Estados Unidos es Tylenol) durante el embarazo con un mayor riesgo de que los hijos desarrollen autismo, y a la vez promocionará un fármaco poco conocido, la leucorovina, como tratamiento potencial de este trastorno.

El anuncio, adelantado en el acto conmemorativo del activista conservador Charlie Kirk, supone la primera vez que la administración estadounidense establece de forma oficial un vínculo entre un medicamento tan común y el aumento de diagnósticos de autismo. «Mañana vamos a dar una de las noticias médicas más importantes de la historia», anticipó Trump. «Creo que encontramos una respuesta al autismo».

El proyecto ha sido una prioridad personal para Trump y ha involucrado a su secretario de Salud, Robert F. Kennedy Jr., al director de los Institutos Nacionales de Salud, Jay Bhattacharya, y al comisionado de la FDA, Marty Makary. Todos ellos se preparan para una comparecencia en la Casa Blanca este lunes a las 16.00 hora local, las 22.00 en España. El plan incluye una advertencia explícita a las mujeres embarazadas: no usar paracetamol en las primeras fases de la gestación salvo que sea estrictamente necesario para bajar la fiebre.

Además, se presentarán resultados preliminares sobre la leucorovina, o ácido folínico, un medicamento recetado habitualmente contra la anemia o los efectos secundarios de la quimioterapia. Ensayos clínicos han mostrado, según los responsables del gobierno, «mejoras notables» en el habla y la comprensión de niños con autismo tratados con esta sustancia.

La decisión ha provocado un intenso debate en la comunidad médica. La mayoría de asociaciones de obstetricia y pediatría en Estados Unidos consideran seguro el uso moderado de paracetamol durante el embarazo y advierten de que las investigaciones disponibles solo muestran asociaciones estadísticas, no causalidad. La propia compañía Kenvue, fabricante de Tylenol, ha rechazado cualquier vinculación y acusa a la administración de poner en riesgo a mujeres embarazadas al desaconsejarles un analgésico de uso extendido.

El trasfondo político es evidente. Desde hace meses, Kennedy había prometido a Trump que presentaría en septiembre respuestas sobre «la epidemia de autismo», que partidarios suyos han relacionado con las vacunas. En paralelo, el gobierno ha financiado nuevas becas de investigación para trece equipos científicos en el país, que empezarán a trabajar en hipótesis ambientales y genéticas. Pese a ello, expertos independientes han advertido de que los plazos son irreales y que no existen bases suficientes para establecer conclusiones definitivas.

El Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) estima que 1 de cada 31 niños de 8 años en EE.UU. tiene un diagnóstico dentro del espectro autista, frentea1 de cada 150 en el año 2000. Aunque parte del incremento se atribuye a una mayor detección, Trump y su equipo sostienen que hay factores ambientales aún por identificar.

La presentación de este lunes busca marcar un hito político y sanitario en la Casa Blanca. Con ella, el presidente pretende presentarse como el líder que encontró la causa y la cura de una condición que afecta a millones de familias. Al mismo tiempo, coloca a su gobierno en el centro de una de las polémicas científicas más delicadas y cargadas de consecuencias económicas de las últimas décadas.

Kennedy Jr., el actual secretario de Salud y Servicios Humanos en la administración Trump, ha sido desde hace décadas una de las voces más visibles contra las vacunas. Aunque su discurso se centra en la idea de que existen factores ambientales detrás del aumento de diagnósticos de autismo, nunca ha dejado de insinuar que las inmunizaciones podrían estar implicadas, a pesar de que esa teoría fue desacreditada científicamente hace años.

En el cargo, Kennedy ha convertido el autismo en una prioridad política y personal. Ha prometido identificar en plazos muy breves sus causas. Bajo su dirección, el sistema de salud contrató a investigadores asociados con la teoría de la relación entre vacunas y autismo, ha impulsado estos estudios sobre posibles vínculos entre el paracetamol y el espectro autista, y ha defendido el uso de la leucorovina como tratamiento experimental.

Además, ha movilizado a los Institutos Nacionales de Salud para financiar proyectos específicos sobre autismo, con la intención de presentar resultados rápidos que respalden la narrativa de la administración.

Su gestión ha despertado inquietud entre la comunidad científica, que cuestiona tanto los plazos como la base de las investigaciones promovidas, y teme que se utilicen para reforzar posturas políticas más que para consolidar consensos médicos.

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