Aitana Bonmatí logró lo que ninguna otra futbolista había logrado: el tercer Balón de Oro consecutivo. La jugadora del Barcelona alarga su estela de éxito en un alarde de su regularidad como mejor futbolista del mundo. En 2023 recogió el legado de Alexia Putellas, lo continuó el año pasado y este lo ha superado por todo lo alto en la edición más impredecible del trofeo femenino estos últimos años. Recibió el Balón de manos de un ídolo para ella, de un jugador espejo y para algunos su homónimo en el fútbol masculino: Andrés Iniesta.
En su discurso volvió a acordarse de su pueblo, Sant Pere de Ribes —Ribes para ella—, volvió a hablar en catalán, castellano e inglés y volvió a reivindicar el fútbol femenino. Lugares comunes para una futbolista conocida mundialmente. Y pareció para ella incluso común volver a lograr un hito histórico que remarca y confirma su dominio en el fútbol. Pero también el de España y el Barcelona: este es el quinto Balón de Oro consecutivo español, y azulgrana. Y eso que este año no ha sido el más laureado para ella.
En España, el Barcelona de Aitana logró con facilidad la Liga F, la Copa de la Reina y la Supercopa de España. Y aunque eran las vigentes favoritas y campeonas, la Champions se les escapó de manera agridulce en la final de Lisboa. Animó al equipo, arrancó con el alma como pudo, pero no pudo vencer al Arsenal en un partido tras el cual el equipo solo pedía disculpas y más disculpas ante la prensa en zona mixta. A pesar de no levantar el trofeo, logró el premio a la mejor jugadora de la Champions League, ya que en Stamford Bridge marcó uno de los goles de la competición.
En la Eurocopa le sucedió algo similar. Aterrizó en Suiza como favorita al título, y nada pudo hacer ante una Inglaterra que finalmente se llevó el oro en los penaltis. De hecho, Aitana estuvo hospitalizada días antes del inicio del torneo continental por una meningitis vírica. Se recuperó de manera exprés tras estar unos cinco días en cama y volvió para marcar diferencias. Tantas que logró también el MVP de la Eurocopa, aunque en la final volvió a repetirse el destino de la Champions. Contra las inglesas, nada pudieron hacer, y llegaron a penaltis. Aitana falló el suyo. No fue la única. Y España se quedó con la medalla de plata. De nuevo se llenó la boca de disculpas, incapaz de asimilar cómo había acabo ese chut tan lejos de la red.
Pero en París, en el Theatre du Chatelet, saltó la sorpresa ante las inglesas, y ni siquiera ella misma lo esperaba.
Su cara fue un poema. Y sus confesiones al término de la gala —“no me había preparado tan bien el discurso esta vez”, confesó—, confirmaron que las quinielas que situaban como ganadora bien a su homónima de la selección inglesa, la líder Alessia Russo, bien a su excompañera en el Barça, la mallorquina Mariona Caldentey, ahora en el Arsenal y finalmente segunda finalista, no andaban lejos del sentir de las propias futbolistas.
Meritorio fue el segundo puesto de la mallorquina Caldentey, quien recién llegada a Londres el curso pasado, se convirtió en pieza esencial del Arsenal. Elegida mejor futbolista del año tanto por la Women’s Super League como por la Asociación de Futbolistas Profesionales, Caldentey firmó 19 goles en 41 partidos durante la temporada pasada. Y, sobre todo, condujo al Arsenal a la final de la Champions. El destino la llevó a Lisboa, frente a su exequipo, el Barça, vigente campeón. Y ganó. Ganó al club con el que había levantado tres Champions, a sus excompañeras, y devolvió al Arsenal la corona europea 18 años después. Pero no pudo llevarse un balón que tiene dueña.
Hoy, aquella niña que se sintió apartada por jugar en un equipo de chicos ahora es la mejor futbolista del mundo. Aquella niña que ni se imaginaba que una mujer pudiese levantar un Balón de Oro. Aquella niña de Ribes se lleva el tercero a su casa, con su gente, con sus amigos. Donde es feliz y encuentra la paz fuera del fútbol.