El abulense Roberto Rodríguez, escritor que ha demostrado su buen hacer en todos los palos pero que en el mundo de la literatura taurina ha encontrado un motivo de inspiración especialmente motivador, se ha alzado este año con el segundo galardón en el Premio Literario Taurino Doctor Zumel, certamen creado en el año 1989 con el objetivo de fomentar la proyección y defensa de la tauromaquia y que en su ya larga trayectoria se ha consolidado como uno de los más importantes en su sector.

Proponía este año el Premio, que no busca obras de ficción sino una ensayística bien argumentada y documentada que además esté adornada por una literatura de calidad, desarrollar el tema ‘Tauromaquia del siglo XXI: toros, toreros y nuevas suertes del toreo’, asunto al que respondió Roberto Rodríguez con un texto en el que, explicó, «recorro la historia del toreo a pie con la intención de analizar el proceso evolutivo de la fiesta brava», visión que construyó «teniendo en cuenta su progresión y sin perder de vista la sociedad en la que se desarrolla, amén de describir, taurinamente, el primer cuarto de esta centuria» y realizando también un «vaticino de cómo será el futuro».

Roberto Rodríguez, que ya había conseguido también el segundo puesto en este Premio en su edición de 2023 –galardones en el mundo de la literatura taurina a los que suma primeros premios en el Certamen de Relato Taurino del Club Taurino «Luis Mazzantini» (2004 y 2022), en el Concurso Literario «Tierra de Toros» (2018) y en el Certamen de Relatos Taurinos del Círculo Cultural Taurino de Osuna (2016), aparte de haber sido finalista en cinco ediciones del prestigioso Premio Hemingway de Literatura Taurina (2012, 2014, 2015, 2017)–, manifestó su «especial satisfacción» por este nuevo reconocimiento en el que «está considerado  el premio  literario taurino más importante que hay ahora mismo», que este año recayó en «quien es quizás la máxima autoridad en lo que son las suertes del toreo».

ensayo con vaticinio. El premio, recordó, no es para literatura de ficción sino para un ensayo «que hay que desarrollar en 30 páginas», una tarea de conocimiento, siempre paralela a la de creación literaria, que le exigió «un trabajo de investigación muy largo, porque tú conoces cuáles son las fuentes a las que debes de recurrir, fundamentalmente las crónicas taurinas, pero sabiendo que no te puedes quedar solamente en ello sino que también tienes que argumentar con ideas propias; por ejemplo, para hablar con propiedad de las nuevas suertes del toreo tienes que fundamentarte en el conocimiento de la progresión que han tenido desde sus inicios».

La parte de «vaticinio» que aportó a su trabajo, y cuya conclusión principal es la de que «la fiesta taurina seguirá viva por el camino de saber adaptarse al momento histórico, la realizó, siguió explicando, «a tenor de lo que yo creo una evolución lógica no sólo de lo que son las corridas de toros sino de la sociedad en general, porque no tiene nada que ver lo que era un festejo del siglo XIX con lo que es ahora; incluso los aficionados vemos espantados algunas prácticas de antes, como que se echasen perros o se desjarretara a los animales, y vemos bien que la lidia se haya dulcificado y que esa sea la tendencia».

Esa adaptación el presente, apuntó, «es la tendencia que ayuda a que la lidia no pierda su esencia, porque a los ojos del aficionado se ha llevado a cabo esa dulcificación que ayuda a que el toro mantenga todo su poder el mayor tiempo posible; y no sólo a eso, sino también a que ese sacrificio con tantos siglos de historia tenga un sentido, esté cargado de esa fuerza de la tradición que va mucho más allá del hecho en sí».